Por: Edison M. Rodríguez Concepción.

Hubo un tigre que había sido muy cruel y sanguinario y estaba pasando por un periodo pacifico y virtuoso. En vez de carne, se alimentaba de raíces trituradas, pasto y frutas y su corazón ardía en deseos de cambiar la estructura de la selva.

En cierta ocasión, el tigre observo como un león se había lanzado a la persecución de una gacela. Ambos viraron y las grandes patas del león levantaron tierra y hierba. Entonces la distancia entre ambos se hacia cada vez mas sucinto. El león extendió una pata delantera golpeando a la gacela en los cuartos traseros, haciéndole caer en medio de una nube de polvo. La pobre gacela trató de luchar por ponerse en pie, pero murió exhausto en las fauces del león.

En ese momento, el tigre quedó horrorizado al ver esta escena violenta, se volvió hacia el otro tigre y le dijo lleno de indignación:

-¡eso es terrible! La vida es tan horrenda que preferiría no haber nacido. Ya es hora de que alguien haga algo para acabar con tanta violencia.
El otro tigre se quedó mirándolo fijamente con severo aspecto y le replicó:

-¡siéntate bastardo!-le dijo-¿Qué te pasa?, no te das cuenta de que tú y yo y ese león somos pertenecientes a la familia de los felinos y los felinos hemos sobrevivido por más de 20 mil años comiendo carne. Por eso nadie puede, ni podrá cambiar nuestro menú, ¿entiendes?
Y tras una pausa, añadió apaciblemente:

-bien…aceptarlo todo, significa en primer lugar no tener cólera ni resistencia hacia ninguna idea o cosa, viva o muerta, con forma o sin forma. La división es contraria a la naturaleza, en ella no existe dualidad de bueno y malo, sagrado y profano, hermoso y feo.