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Categoría: Románticos

Diario de un amor

Todo comenzó un 23 de junio del 2002. Yo estaba en Santander pasando unos días con Alberto, mi novio. Teníamos pensado regresas a Madrid ese día pero su hermano, nos propuso ir a una comida que hacían sus compañeros . Aunque no era de mi agrado, pues no conocía a nadie, accedimos a ir, retrasando el viaje para el día siguiente.
La mañana comenzó fatal, mis ánimos estaban por los suelos y lo que menos me apetecía era ir a comer con unos desconocidos, pero nada se podía hacer a esas alturas.
Durante le trayecto hacia el restaurante mi mente se sumía en un sinfín de cavilaciones y preguntas, ¿porqué me había quedado, si no me apetecía?, ¿cuánto tiempo estaríamos allí?, ¿iría mucha gente?, ¿qué haríamos?, ¿qué tipo de comida sería?...
Al llegar y ver aquel lugar no sentí nada en especial. Era un típico club donde la gente va a practicar el tiro, eso si muy amplio y con un ambiente familiar para mí, ya que era de estilo campestre, con zonas verdes y olor a aire limpio, árboles, naturaleza, esto fue lo que más me gusto.
Caminamos hasta la terraza del bar-restaurante. Ya habían llegado algunas parejas que charlaban animadamente. Nosotros nos sentamos de espaldas a la puerta de entrada. Allí estuvimos un largo tiempo y mi desesperación iba en aumento. No habíamos hablado de nada, no había tema de conversación y poco a poco me fui evadiendo de todas aquellas personas. Quería irme, pensé que no debía haberme quedado, deseaba volver a casa con mi familia. Toda esas personas eran mayores que nosotros, casados, con hijos más o menos de mi edad (los cuales no habían venido). No me encontraba a gusto y me di cuenta de que el día se presentaba largo y aburrido. Al poco tiempo de estar allí sentados llegó otra pareja pero acompañada de su hijo, un chico de 28 años que resultó ser amigo de Alberto, ya que habían coincidido en otra comida de este tipo. Como es normal, me lo presento, nos dimos 2 besos y se sentó al lado de una de las chicas. Pasados pocos minutos se levanto y se fue, la situación era bastante aburrida.
Durante la comida Roberto, Alberto y yo estuvimos bromeando y metiéndonos los unos con los otros. Me resulto un chico muy agradable y simpático. Comenzamos a hablar de ordenadores e internet, entonces nos intercambiamos las direcciones de correo electrónico ya que los 3 teníamos el mismo servidor y podríamos charlar si coincidíamos. Una vez terminada la comida y tomado el café, Roberto se marcho, había quedado con unos amigos. Esa hora y media fue la mas entretenida de todo ese largo día. Le pedí a Alberto que me enseñase todo aquel club porque la gente estaba hablando de sus cosas en pequeños grupos y nosotros no estábamos en ninguno de ellos lo que nos hizo caer en un nuevo y largo silencio.
Más tarde, cuando ya no había mas por enseñarme, volvimos a sentarnos en la misma terraza que al principio. Las sillas apiladas en 2 torres y varias mesas distribuidas sin ningún tipo de orden. Allí estuvimos unas 5 horas, a veces comentando lo bueno o malo que era alguno de los tiradores y otras veces callados, cada uno pensando en nuestras cosas y mirando el paisaje. Al mismo tiempo, el resto de los invitados ya habían salido al lado opuesto al que nos encontrábamos nosotros y jugaban a distintos juegos de cartas. Las horas pasaron muy lentamente, aumentando mi deseo de volver a casa, transportándome junto a mi familia imaginando alguna situación divertida para conseguir sacarme de aquel aburrimiento.
Cuando por fin llego la hora de marcharnos mi animo floreció dejando ver una inmensa alegría que aumentaba con cada kilómetro que recorríamos.
Al día siguiente, 24 de junio, regrese a casa con mi familia. Para cuando llegamos ya era de noche y después de pasar un rato con ellos y contarles lo que había hecho o tendría que haber hecho (porque la verdad es que no salí a dar una vuelta para ver las fiestas que había en Santander y les dije que si lo había hecho), me fui directamente al ordenador para saber si aquel chico que conocí estaba por allí. Espere un rato pero no se conecto así que decidí marcharme.
Después de comer el día 25 me volví a conectar, esta vez sin ningún tipo de esperanza de que estuviese, pero para mi sorpresa él también se había conectado. ¡¡¡Dios!!!, aún recuerdo el vuelco que me dio el corazón cuando lo vi. ¿Qué podría decirle?, ¿de qué podría hablar con él? . Mi pulso se acelero como el de una chiquilla cuando esta cerca de su amado y tiene que hablar con él por primera vez. Tras esta angustia todo fue rodado, mantuvimos una larga conversación acerca de nada en concreto, pero pude comprobar que aquel chico, desconocido por completo, podría llegar a ser un buen amigo y confidente, congeniamos bastante bien en poco tiempo.
Los días pasaban y cada noche esperaba con ilusión el momento de encontrarlo y poder hablar con él. Incluso por la tarde deseaba verlo, necesitaba saber que seguía ahí y que podría disfrutar con su compañía y su sentido del humor, su soltura e ironía. Nos pasábamos horas chinchándonos el uno al otro y fue así como mi deseo de leer sus frases en la pantalla de este viejo ordenador paso a ser una obsesión. En sólo 3 días sentí que una fuerza indescriptible me había unido a ese chico. Nos dimos los números de teléfono y cada mañana, en cuanto abría los ojos lo primero que me venia a la mente era “Roberto” y cogía el móvil para darle el primer toque del día. Me llamaba desde su trabajo para desearme buen día y ese detalle me encantaba. Mis sentimientos estaban desorientados, pero me negaba a pensar en que pudiera ser amor lo que sentía, yo tenía novio.
El día 28 Alberto vino a pasar unos días a casa y esto me impidió seguir con mis conversaciones nocturnas, puesto que no le había contado nada acerca de la fuerte amistad que estaba naciendo entre su amigo y yo, y mucho menos que nos tirábamos horas y horas conectados. El saber que estaba conectado y no podía hablar con él me molestaba, lo deseaba con todas mis fuerzas, mas que nada porque era él el que ocupaba mis pensamientos desde el amanecer hasta el anochecer. Las llamadas de la mañana también se tuvieron que cortar, no le daba toques por miedo a que Alberto pudiera oír la conversación, las risas o el tono de mi voz cuando le hablaba, aunque era una necesidad, tenia que oír su voz. Me tuve que conformar con los momentos en que Alberto estaba en el baño o en el salón viendo algo que le tuviera entretenido, le ponía cualquier excusa y así podía decir a Roberto un simple “hola” o poca cosa más. Fueron sólo 5 días pero me pareció una eternidad.
El día 2, cuando por fin dejé a Alberto en la estación de autobuses, subí rápidamente a casa con la ilusión de pasar unos minutos con Roberto. Después de estar cohibida durante esos días, necesitaba decirle “por fin estoy aquí”, “me tienes para ti”, “hablemos hasta que nuestras fuerzas nos derroten”. Así fue, estuvimos hablando de todo aquello que no habíamos podido hablar en los últimos días.
Los días siguientes fueron maravillosos pues nuestra confianza crecía con una velocidad imparable. Comenzamos a decir que queríamos un clon del otro, tirar alguna indirecta y por primera vez hablamos de quedar algún día Lo que más me sorprendió fue que me dijera que estaba dispuesto a venirse un fin de semana a Aranjuez sólo para verme. Mi deseo de verlo crecía cada día con mayor intensidad. La idea me asustaba bastante, sabía que al verlo se confirmaría mi sospecha de que sentía algo más que una fuerte amistad hacia él. Sabía que desearía besarlo, abrazarlo y no dejarlo ir. Sabía que me estaba enamorando y no podía ser, estaba Alberto.
El domingo 7, como cualquier otro día después de comer nos conectamos y empezamos a hablar, pero la conversación se torno de repente y de las bromas pasamos a quedar en serio. Decidimos un punto neutral, aunque no lo fue tanto, Mota del Cuervo. Mientras decidíamos el lugar y la carretera mas adecuada, el estomago se hizo un nudo, ¡¡no podía ser!!, ¡¡íbamos a quedar!!, ¡¡eso era una locura!!, pero la verdad es que me dio exactamente igual, me estaba dejando llevar por mis sentimientos, algo me empujaba a hacerlo y decidí seguir esa fuerza. ¿Alberto?,diré que desde el día anterior no sabia nada de él, puesto que yo no di señales de vida, él hizo lo mismo, demostrándome lo que le preocupaba donde estaba o como estaba. Es más, la tarde del sábado 6, Roberto me demostró más preocupación que mi propio chico, y eso me dolió. El domingo siguió sin dar señales, y decidí que yo no tiraba más de una relación que se iba al garete estrepitosamente. Por ello la mayoría de las veces que estábamos hablando y aparecía “Alberto acaba de iniciar la sesión” le denegaba la admisión, de tal manera que no sabía que estaba conectada. Me aburrían sus conversaciones, no tenía nada que contarle y lo poco que tuviera que decir se lo decía a Roberto, porque me escuchaba y me daba consejos para ayudarme en aquello que necesitase.
Si tengo que ser sincera y no me voy a engañar, por que sería una tontería, no me preocupaba mi relación en absoluto, había encontrado el amor que siempre soñé, el caballero que me haría subir al mismísimo cielo con tan sólo una mirada, una palabra o una caricia.
Ese domingo me desperté muy agitada, nerviosa y muy feliz. No dejaba de hablar con mi madre, de jugar con mi hermano e ir dando saltos de un lado para otro sin saber el motivo en concreto, sencillamente era muy feliz. Fue después de comer, como estaba diciendo antes, cuando entre bromas decidimos quedar para vernos. Salí de casa sobre las 16:30 con los nervios a flor de piel pero con ganas de llegar y verle. Me fui a la gasolinera para llenar el deposito y allí me indicaron como llegar con un pequeño croquis de los pueblos que tendría que pasar. Por lo tanto me monté en el coche con dirección a Mota a las 17:00 y mis nervios seguían recordándome que estaban allí. El viaje fue tranquilo y sin ningún tipo de incidente, y aunque iba asustada, ya no sólo por el encuentro, sino por que no conocía la carretera, se hizo ameno y agradable, también ayudaron sus mensajes y llamadas.
Al llegar a Mota aparqué en la gasolinera de la entrada, pedí las llaves del baño al chico que estaba allí y luego me senté en el coche a esperar que llegase. Tardo algo más de lo que supuse, pues él tuvo que recorrer más kilómetros que yo. Sobre las 18:50 llego a la gasolinera y fue un choque de sentimientos, quería abrazarlo pero me quede paralizada, no me lo podía creer, estábamos el uno enfrente del otro. En un momento me sentí rodeada por unos brazos que me dieron calor, y aunque temblaba sentía una gran paz en mi interior. Mire sus ojos y pude observar que deseaba lo mismo que yo, deseábamos besarnos, decirnos todo aquello que teníamos en nuestros corazones y olvidarnos del mundo.
Después de dejar mi coche aparcado, buscamos un bar donde tomar algo mientras hablábamos, esta vez en persona, sin tener que escribirlo, frente a frente. Mientras charlábamos, él me cogió la mano de la manera más dulce y tierna de lo que jamás lo habían hecho antes. Recuerdo que sus manos eran suaves y delicadas. . Mi cuerpo temblaba y mis nervios fueron visibles, no podía dejar de tocar el llavero de sus llaves y en algunos momentos esquivaba su mirada, temía que pudiera ver en ellos lo que sentía hacia él. Los fuegos artificiales estallaron sobre nuestras cabezas cuando se acercó y me besó. No hizo falta nada más para que supiera que entre nosotros había surgido un sentimiento que no podríamos parar. Cuando nos besamos por primera vez, cuando se produjo el contacto, todo quedo dicho, no hicieron falta más palabras.
Salimos del bar y fuimos a pasear por aquel pueblo que había visto nacer nuestro amor. En ningún momento nos separamos, si no estábamos cogidos de la mano estábamos abrazados, pero en todo momento nos observábamos y nos contábamos cosas del pasado, mientras que en nuestras mentes flotaban miles de preguntas acerca de lo que estaba pasando. Una de las veces que nos paramos, en una de las calles que daban al centro del pueblo, al mirarlo a los ojos comprendí que deseaba estar a su lado y que no quería seguir mi relación, ya que estaba vacía de sentimientos y llena de monotonía y soledad, y lo que estaba sintiendo por el no se parecía a nada de lo que había sentido antes.
Pasamos unas 4 horas juntos y cuando llego la hora de despedirme fue muy duro, no quería decirle adiós, no quería que se fuese pero al menos sabia que podría mantener el contacto a través del MSN.
El viaje de vuelta se hizo relativamente corto, me pase todo el tiempo pensando en lo que había ocurrido, en lo que había sentido, en lo que sentía en ese momento y que pasaría de ahí en adelante. Pero lo cierto es que al estar entre sus brazos me sentía a gusto como jamás había estado en brazos de alguien, me daba seguridad para luchar con fuerzas por aquello que quisiera, me daba el valor necesario para saber que podría hacer todo aquello que me propusiera. Tenia que decidir lo que quería para mi vida, que es lo que me hacia feliz y tenia que hacerlo rápido, sino alguien podría terminar sufriendo.
Al llegar a casa recibí el primer y único mensaje de “mi chico” preguntándome el porqué de no haberle mandado ningún mensaje durante todo el día, que había hecho y donde había estado. No conteste, pues no lo vi oportuno, no quería que me estropease aquel estupendo día, por lo que sólo le di una llamada perdida. Como es de suponer, nada mas llegar encendí el ordenador para comunicarle a Roberto que ya estaba en casa sana y salva, y preguntarle por su viaje de vuelta. Esa noche dormí como una reina, tranquila, y aunque tenía que decidir muchas cosas, me sentía muy feliz. Lo que no me podría llegar a imaginar es que al día siguiente mi vida daría un cambio radical.
Al despertarme, y como ya era costumbre, lo primero que hice fue dar un toque a Roberto, esperar a que me llamase para desearnos los buenos días y poder escuchar su voz. La mañana pasó tranquila, como cualquier otra, y sin noticias de Alberto, era alucinante, menos mal que yo era su novia...
Por la tarde recibí una llamada suya, estaba enfadado por no tener noticias mías en 2 días, ¡¡qué que me pasaba!!. Yo alucinaba con cada una de las frases que me decía; “aprovechas cuando yo no estoy para hacer lo que quieres, me parece bien”, “ eres autosuficiente”, “le cuentas tus cosas a todo el mundo”, etc. No aguante sus reproches (de los cuales estaba ya cansada después de oírlos durante todo un curso) y por primera vez desde que estábamos juntos, le colgué el teléfono. Más tarde me conecté a internet con la esperanza de encontrar a Roberto, necesitaba contarle lo ocurrido y desahogarme. Para mi sorpresa Alberto también estaba conectado, pero no lo acepte hasta un rato después que decidí solucionar todo aquello de una vez, ponerle las cartas sobre la mesa. Le dije todo lo que sentía y había sentido durante los 7 meses que volvimos a estar juntos, el abandono que sentía en cuanto a cariño, y únicamente se limito a decir que tenía una oposición muy importante y que veía lo que me preocupaba que aprobase. Lo último que le permití decir fue: “no sé que pasa que cuando llega esta época cambias de personalidad”, fue lo que me terminó de quemar. En realidad fue una acumulación de muchos detalles, uno de ellos tiene que ver con su madre, que sin dejar de ser muy buena persona, lo tiene dominado y no se da cuenta de que tiene 25 años y que necesita salir de debajo de sus faldas, es decir que no es normal que a esa edad se ponga a hacer punto de cruz todas las tardes. En definitiva, no quería pasarme la vida encerrada en una casa limpiando y cuidando de un marido vago y unos niños. La única solución que encontró a todo el follón fue que hablaríamos en septiembre, cuando yo volviera a ser la misma.
Después de cortarle la conexión, estuve un largo tiempo con Roberto. Charlamos sobre lo ocurrido, que tabarra le di, pagué mis nervios con él, le solté un discurso de narices. Le tengo que agradecer tantas cosas... Me hizo sentirme segura en los peores momentos y la persona más grande en los mejores.
En los días siguientes nuestros sentimientos se intensificaron y echaron raíces en un suelo más fértil y firme. Reconocimos poco a poco lo que sentíamos el uno por el otro, el deseo que teníamos de volver a estar juntos y así terminamos quedando el día 14 en Roda, esta vez para pasar todo el día juntos, saldríamos a las 8:00 para poder estar juntos más tiempo.
Cuando me paraba a pensar en lo que estaba sucediendo, no podía entenderlo, sólo nos conocíamos de 2 semanas chateando y de 2 veces que nos habíamos visto, y en mi interior crecía el más fuerte sentimiento de amor que jamás había sentido. Lo que más me desconcertaba era la seguridad que tenia en todos mis actos, no tenia ninguna duda a la hora de decidir que quería quedar con él, cuando le decía que le quería y que le echaba de menos. Le intenté encontrar un razonamiento lógico en muchas ocasiones, pero en ninguna de ellas tuve respuesta. Un impulso me llevaba a su lado y no tenía fuerzas para negarme, tampoco era mi intención. Cada cosa en él era una cualidad que yo buscaba en mi pareja.
Los días pasaron relativamente lentos, sólo quería que llegase el domingo para volver a estar junto a Roberto. El sábado por la noche estaba histérica, no llegaba nunca el domingo. Pero al fin llego. Aunque me cuesta levantarme ese día no tarde nada, es mas hice todo lo que tenia que hacer antes de irme. El viaje paso volando, tampoco había mucho trafico, y en 2 horas estaba en Roda (esta vez él llegó antes y me esperaba en una gasolinera de BP). El abrazo en el que nos fundimos fue increíble, cuantos sentimientos surgieron entre los dos, y el beso, el beso fue la chispa que terminó de encender la pequeña llama que teníamos en el corazón.
Decidimos irnos a Albacete, buscar la piscina y pasar allí el día. Estando ya en la piscina fuimos a bañarnos, entre juegos, caricias y mimos se fue quedando con mi alma. Estaba como en una nube, flotando, soñando, no sé, pero me gustaba estar así con él. Después de comer en un bar bastante atípico cuya camarera recordare siempre, me llevó a Alcalá de Jucar donde había un lago de los más hermosos que había visto. La arena de la orilla era finísima, como la de la playa. Todo era tranquilidad, me gustaba aquel ambiente campestre, sus árboles, los bancos, todo en general. Caminamos con dirección a un apartado separado por un puente de tablas de madera, y nos sentamos en un poñete situado bajo un alto puente, y allí, con su cabeza apoyada en mis piernas y acariciándole el pelo, noté que el sentimiento que nacía en mi interior era un amor puro y sin barreras. Mi mente continuó con sus cavilaciones mientras mi cabeza estaba apoyada en su regazo. Con el ruido del agua de fondo y sus manos acariciándome con su ternura, mi imaginación voló hacia el futuro, futuro que quería compartir con él.
Las horas pasaron demasiado rápidas, no quería marcharme, deseaba parar el tiempo, retenerlo a mi lado, pero no pude hacerlo. La despedida fue dura, más que la anterior y me temía que cada vez que nos reuniéramos serian más doloroso.
Como la vez anterior, cuando llegué a casa lo primero que hice fue conectar el ordenador para decirle que ya había llegado y estaba bien (triste pero en casa).
Lo que me dio fuerzas para pasar los siguientes días, era que el viernes cogería un tren con dirección a Santander y pasaríamos juntos 5 días en su casa, pues sus padres se marcharían a la Línea (Cádiz) a dejar a su abuela. Me asustaba pensar lo que podría pasar en esos días al estar solos, pero las ganas de estar a su lado rompieron toda barrera para echarme atrás en esta decisión.
Los días pasaron lentos, hablábamos por la tarde y por la noche. Ambos esperábamos el momento del reencuentro como si fuera lo único que importase. Con el paso del tiempo mi inquietud y mis nervios aumentaban vertiginosamente, sin poder detenerlos. Pasé toda la semana pensando en lo que podría o no pasar, y aunque intentaba no hacerlo, era superior a mí.
Llegó la noche del jueves y no era capaz de pensar en otra cosa que no fuese “mañana”. Estaba alteradísima, me imaginaba muchas situaciones que podrían pasar y por otra parte estaba alucinando por lo que iba a hacer. ¡¡¡Que locura!!!, ¡¡pero si en realidad casi no nos conocíamos!!, aunque tenía la impresión de conocerlo a la perfección, sensación que me había invadido desde el primer día y todavía seguía viva en mi interior.
Por fin llegó mi tan esperado viernes. Me levanté a las 6:15 para ducharme, recoger la habitación y dar el último repaso por si me olvidaba de algo. A las 7:00 salía por la puerta con destino a la estación de tren, pues tenia que coger el de las 7:28. Una vez que estuve montada en el tren, me puse los cascos para escuchar un poco de música y abrí el libro de pasatiempos. Intenté no pensar en nada, porque estaba muy nerviosa.
Cuando llegué a Madrid saqué el billete de vuelta para el día 23, por hacer tiempo hasta las 9:20 que salía el tren con dirección a Santander. Mientras esperaba a que llegase el tren, pensé en las miles de cosas que podrían pasar en los próximos días, en lo que estaba preparada a hacer, en las ganas que tenía de volver a abrazarle y besarle, en la vuelta, en un sinfín de cosas a las que no pude encontrar una respuesta. No quería planear nada, deseaba que las cosas surgieran, como había ocurrido con todo lo que estaba viviendo.
El viaje lo pase escuchando música, viendo una película (princesa por sorpresa), haciendo cruzadas e intentando no pensar en nada, cosa que me resulto imposible. Pensaba en todo lo que había pasado en los últimos días, ¡¡alucinante!!. Sabía que las cosas iban muy rápidas. Hice un pequeño resumen:
·1º semana: Coger confianza (nos llevo 15 minutos), empezar a conocernos (el ya me conocía), contarle por encima como era Alberto para que no me dijera nada los días que estuvo en casa (de viernes a martes), comenzar a necesitarle después del primer día, echar de menos hablar con él los días que estuvo Alberto.
·2ª semana: Desear que llegase el martes (aunque esté mal decirlo) para que se marchase Alberto y poder charlar largo y tendido con Roberto, darme cuenta de que estaba sintiendo algo muy fuerte por él y no podía decírselo ni hacer que se notase, esperar el momento de conectarnos al MSN y sentirlo cerca, querer verle con miedo a lo que pudiese pasar, decirle en “broma” que quedásemos en un punto intermedio para vernos, quedar y vernos, desear contarle lo que sentía, producirse lo que temía (besarnos y decirnos sin palabras lo que sentíamos), echarle de menos.
·3ª semana: El sentimiento se asentó y no pude acallarlo, ruptura con Alberto, sentirme libre para amar y darle todo mi cariño a Roberto, echarle cada día más de menos y desear el reencuentro, reencuentro de ensueño, pasar todo un día sintiendo su calor y poseyendo sus caricias y besos.
·4ª semana: Decidir que el viernes iría a verlo y pasar unos días a su lado, desear con todas mis fuerzas que los días pasaran para volver a verlo, momento actual...
En resumen; lo que me estaba pasando era alucinante, pero no iba a poner ninguna barrera, mi corazón me decía cada día que él era el hombre de mi vida, con el que podría pasar el resto de mi vida y ser feliz hasta la muerte. Había encontrado el amor que siempre había soñado. Un hombre con personalidad, fiel a sus principios, con carácter, orgullo, pero sobre todo dulce, cariñoso, detallista, compresivo y con quien tenía una gran complicidad desde el primer saludo que nos dimos.
Al pasar por un pueblo cercano se lo comuniqué y sentí que el corazón explotaba, ya estaba muy cerca, pronto volveríamos a estar juntos y esta vez para 5 días, ¡¡que ganas de llegar!!.
El tren llegó a su destino a la hora indicada, aunque salimos 10 minutos tarde. Cogí la maleta, salí del vagón, camine despacio hasta el holl de la estación y al no verle le llame (estaba aparcando). Salí y lo espere. Lo vi llegar a la escalera y no podía creérmelo, estábamos juntos, podría abrazarlo y besarlo. Nos unimos en un tierno abrazo, que dejo escapar todo el amor que sentíamos mutuamente y lo que nos necesitábamos. Fuimos a por el coche cogidos de la mano y besándonos. Ya en el coche no podía dejar de mirarle y pensar una y otra vez que era mi hombre ideal. El brillo de sus ojos me encantaba, su delicadeza y su manera de ser conmigo. Estaba enamorada de él hasta la medula y todo esto en 1 mes, ¡¡increíble!!.
Nos fuimos al hotel (ETAP). Un hotel pequeño pero moderno y muy acogedor. Las habitaciones se abrían mediante una clave que te facilitaban una vez que pagabas la reserva, en una especie de cajero automático. Nuestra habitación era la 311 y la clave para entrar 002467. Era de color amarillento, que da tranquilidad, y azul, para la armonía. Nada mas entrar, a la derecha estaba el baño, mas adelante estaba el lavabo y al lado la ducha (muy linda). Tenía una cama de matrimonio, pero tipo litera, ya que encima había una cama de 80. Además tenía una televisión con mando a distancia (con el volumen limitado), reloj-despertador y una gran ventana que daba a un montículo de arena y a otro hotel.
Tras observar todo lo que había en la habitación y tumbarnos en la cama, me propuso hacerme un masaje, al que accedí. Sus manos en mi espalda me hicieron sentir tranquilidad, pero cuando comenzó a besarme se convirtió en pasión, deseo, excitación y miedo. Sus labios recorrían mi espalda con suavidad, haciendo que mi cuerpo se estremeciera. Tras sus labios, las yemas de los dedos tocaron con la misma dulzura mi cuello y espalda, haciendo que deseara besarle con intensidad. Lo deseaba, quería sentirle dentro de mí, uniéndonos aun más en este intenso sentimiento. Nunca había sentido aquella pasión desenfrenada al entregarme, me hizo sentir un placer inmenso, al mismo tiempo que me deje llevar por la pasión. Después de esto, quede convencida de que él era mi media naranja, puesto que me llenaba en todos los sentidos. Lo repetimos una vez mas y no fue muy distinta, ya que mi deseo aumentó y él sabía como hacerme disfrutar.
Cuando salimos para comer algo, eran cerca de las 16:00, algo tarde, pero se nos fue la noción del tiempo. Estuvimos en el Kentucky fried chicken tomando pollo mientras hablábamos de cualquier cosa. Luego fuimos a tomar un rato el sol a la playa y como siempre estuvimos pegados el uno al otro (cosa que me encanta).
Sobre las 20:00 volvimos al hotel para darnos una ducha, y seguir amándonos con deseo cuando él salió de la ducha, mojado, con una pequeña toalla que no duro mucho tiempo puesta. Mientras me duchaba bajo a por algo fresco para beber y una bolsa de M&M, ya que decía que los había redondos (rellenos de cacahuete) y lisos (rellenos de chocolate).
El plan era salir a celebrar el cumpleaños de una amiga suya, pero cuando la llamó, a las 23:00, le dijo que al final no iban a salir, así que nos fuimos a cenar a un restaurante argentino, cuyo menú estaba compuesto por: ensalada, berenjena rellena, dulce de leche, pudin y agua. Luego volvimos al hotel para descansar después de un día tan movido.
La mañana del 20 comenzó con buen humor, porque la camarera de pisos pensaba que no había nadie y nos pilló aún en la cama. Nos levantamos, nos vestimos y nos marchamos a ver a Rogelio, su compañero de trabajo en el puerto. Me enseñó su puesto de trabajo, desde donde me llamaba por las mañanas y zona en la cual pasaba 7 horas al día. Después fuimos a su casa, muy bonita y amplia. Estuvimos haciendo las camas donde dormiríamos en los días siguientes. La habitación daba a la cocina a través de una ventana y al salón por la puerta. Pusimos los colchones juntos en el suelo. Sus sabanas eran de rayas azules y blancas y las mías eran marrones claro con una cenefa de niños.
Durante los 4 días siguientes hicimos infinidad de cosas. Vimos la película de Moulin Rouge y Más allá de los sueños (con la que me sentí identificada, puesto que nuestra comenzó por una coincidencia del destino), fuimos a conocer a Castor, a pasear por la playa en la noche, a la playa a tomar el sol, al campo a regar y recoger la fruta, etc.
En esos días me sentía como en una nube, todo era perfecto. Parecía que hubiéramos estado toda la vida juntos. Es la persona más maravillosa que he podido conocer en mi corta vida, por eso mi único deseo es poder vivir juntos para siempre. Tengo tantas esperanzas en esta relación, tantos sueños que desearía realizar con él... Si me dijeran que me conceden un deseo, pediría que lo nuestro funcionase y fuéramos así de felices toda la eternidad.
Son tantos los recuerdos que me he traído conmigo de esos días... Su mirada cuando me hablaba, sus bromas, sus abrazos, sus caricias, sus besos, su atención, su dedicación, sus mimos, su dulzura, su complicidad en todo momento y situación, ¡¡todo!!. ¿Qué chico se quedaría despierto hasta las 3 de la mañana con su chica, tomándose una manzanilla, que no le apetece, sólo por no dejarla sola?. ¿Qué novio esta las 24 horas del día pendiente de su amada?. ¿Qué hombre le hace la comida a su mujer negándose a que ella lo haga?. Estos detalles no los había tenido nadie, por lo que me llenan de amor y de felicidad, y me hacen darle todo lo que este en mi mano.
Recuerdo cuando estuvimos en el cine viendo “Spirit”, lo sentía tan cerca. Ese día no estaba muy animada. Lo que quería era llorar, desahogarme, evitar que las horas siguieran pasando, no quería irme. Su ternura y sus palabras me ayudaron a no sentirme tan mal. Se dio cuenta de lo que me pasaba y no dejaba de acariciarme y cuidarme. ¡¡Por dios!!, este chico es lo más hermoso de mi vida, nunca llegue a pensar que existiera un hombre así, y lo había encontrado por casualidad, el destino nos quiso unir y lo consiguió.
El tiempo paso y era la hora de dormir llego. Empecé a sentirme mal, la acumulación de nervios y la hamburguesa fueron el detonante que despertó mi dolor de estomago. Quise aguantar sin decir que me encontraba mal, no quería molestarle y dejarle dormir, pero no me fue posible y terminamos en la cocina tomando manzanilla a las 3:00 de la madrugada. Fue él el que se prestó a hacer la infusión y se quedo a mi lado hasta que le pedí que se marchase a dormir pues se caía de sueño. Cuando se acostó me senté en el suelo resguardada por la encimera. No quería irme. Las lagrimas comenzaron a brotar de mis ojos, caían sin poder detenerlas. La hora de regresar a casa estaba demasiado próxima y no estaba preparada para irme. Sabía que cuando nos separásemos al día siguiente, una parte de mi alma y corazón se quedarían en aquella ciudad tan lejana. No me hacia a la idea. ¿Cómo era posible que lo amase tanto en tan poco tiempo?. ¿Cómo era posible que lo necesitase de aquella manera?.
Como es lógico el martes 23 llegó sin poder evitarlo. Pasamos toda la mañana de un lado para otro, solucionando algunos asuntos que tenía pendientes. Cuando estaba sentada detrás, en la moto, intentaba retener cada minuto en mi mente, cada gesto... Quizás él supiera lo que estaba pensando, pues acariciaba mi pierna recordándome que todavía estábamos juntos, que aún quedaban algunas horas antes de la despedida.
Durante la comida evite mostrar mi pena haciéndole bromas. ¡¡Que duro me resultaba!!, no me hacia a la idea, era increíble, 5 días y me era verdaderamente difícil separarme. Una pregunta me invadía por completo: ¿cuánto tiempo pasaría hasta que nos volviésemos a ver?.
Lo siguiente paso muy deprisa. Hicimos el amor antes de que me marchase. Demostró que también estaba triste y sentí que su amor me envolvía. Fuimos a la estación con el tiempo justo. Tuvimos 5 minutos para despedirnos, pero no podía decirle adiós, no quería, deseaba quedarme. Caminando hacia mi vagón gire la cabeza un par de veces encontrándome con sus ojos. Hubiera dado la vuelta y corrido hacia él, pero no era posible. Tenía que regresar a casa por mucho que me doliera.
El viaje de vuelta fue muy largo, pensé que jamás llegaría a Madrid y para colmo estuvimos parados en una estación mas de 30 minutos. Por un momento pensé en abrir la puerta del vagón y salir corriendo de aquel tren que me ahogaba, llamar a Roberto y rogarle que me recogiese y me llevase para siempre.
Una vez en Madrid compre el billete para Aranjuez con salida a las 21:20, que para hacer más agradable mi día también se retrasó 20 minutos. La espera se hizo insoportable, larga y me ayudo a sentirme cada vez más vacía. Sobre las 22:45 llegué a Aranjuez donde estaba esperándome mi padre. De camino a casa me preguntó como me lo había pasado en Albacete (puesto que fue allí donde les dije que pasaría aquellos días), y le dije que muy bien al tiempo que recordaba aquellos maravillosos días junto a mi amor. Cuando me conecté y estuvimos hablando, sentí que una presión me invadía todo el cuerpo y me sentía morir. No podía retener las lagrimas al decirle que le necesitaba. Esa noche la pasé francamente mal, extrañaba su presencia, sentirle cerca, poder tocarle cuando me diera la vuelta, y al despertar no podría besarlo.
La pena terminó de envolverme al día siguiente, ya que al despertar no estaba él. Estuve largo tiempo tumbada mirando el techo, recordando lo hermoso que habían sido los días anteriores y pensando que desde aquel día hasta que volviera a verlo pasaría bastante tiempo. Me negué a la resignación y no dejaba de pensar en Roberto, todo el día pasé pensando, recordando, añorando y llorando. Según transcurrían las horas mi pena aumentaba y mi angustia había invadido toda mi alma. No podía soportarlo. Sus llamadas me mantuvieron viva durante ese larguísimo día 24 de julio. La ternura de sus palabras y la dulzura de su voz me ayudaron a hacer menos doloroso el sufrimiento, pero aun así me estaba hundiendo en la soledad.
Ahora han pasado 4 días desde la fatídica despedida y aunque lo sigo echando muchísimo de menos, me he parado a pensar que cuanto más me niegue a ver la realidad de esta distancia más dura se me hará la separación y peor se lo haré pasar a él. Examiné con detenimiento la situación y la conclusión ha sido que estamos unido por un fuerte sentimiento de amor, de tal manera que esta distancia no es ningún impedimento para seguir juntos, además nos hará más fuertes para futuros problemas. Si superamos esta dificilísima prueba, el resto de problemas serán coser y cantar.
Estoy segura de que esta relación va a salir a delante y que envejeceremos juntos.
Cuando seamos ancianos, estemos arrugados y veamos a nuestros nietos correr por el salón de nuestra casa, recordare todo esto, entonces te mirare, sonreiré y te besaré mientras te pregunto: ¿Recuerdas cuando empezamos?.
Te amo Roberto. Gracias por hacerme tan feliz.
- 27 de Julio del 2002 -

** Han pasado 7 meses desde que decidí escribir esta bella historia. Ahora la vida me ha mostrado que el amor no es tan mágico y perfecto. Me ha hecho ver que las cosas que son tan fáciles no llegan a buen puerto y que jamás debemos idealizar a las personas, ya que cuando vemos como son en realidad la caida que sufrimos es tremenda.
Con estas últimas palabras intento explicar que esta maravillosa relación termino poco después de un mes de haber terminado de escribir esto.
Fue increíble mientras duro, y no me arrepiento de nada de lo que hice, pues pensé que sentía verdadero amor, pero llegado a este punto me planteo una cuestión; ¿qué es el verdadero amor?, ¿cómo sabemos que la persona que tenemos al lado es nuestra media naranja?, ¿el amor verdadero es eterno?.
Sean cuales sean las contestaciones a estas preguntas, tengo la esperanza de que algún día pueda llegar a sentir todo lo que hace años sentí y pueda llegar a darme a una persona sin miedo a perderla. Quiero volver a enamorarme como lo hice la primera vez. Quiero sentir un amor puro, inocente y sin rencores.**
Datos del Cuento
  • Autor: Aranzazu
  • Código: 1292
  • Fecha: 05-02-2003
  • Categoría: Románticos
  • Media: 4.86
  • Votos: 35
  • Envios: 1
  • Lecturas: 19354
  • Valoración:
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