El puerco
Santiago Olivarriz del condado de Meritota fue encontrado una noche dando vueltas en su habitación, lo había notado, más no midió las consecuencias, así lo creyó su padrino quien le profesaba un amor maltrecho. Santiago mejor conocido por el apodo que por el nombre, común para ciertos hombres, en especial los de peculiar conducta a ser reconocidos por apelativos ajenos al propio. Muy bien ganado se lo tenía, repetía todas las noches el padrino, abrazado de un calor hogareño y sin olvidar lo que en otros tiempos y lejos de allí le sucedió a su hermana. Así pues quedó bautizado como “el puerco”
Del retrato mental de su madre no queda nada, de hecho jamás existió tal imagen; tan pronto nació esta murió, en un charco de lodo fue a dar pues a la partera se le resbaló de las manos y el bebé golpeándose la cabeza, inconsciente quedó. En el platanar fue enterrada la madre del puerco tal como vivió, en desamparo, por ser mujer fácil y repugnada. La culpa se le atestó al bastardo, la culpa de un solo hombre enfurecido de dolo, argumentaba llevarse al niño para hacerse cargo de él siendo eso lo que su madre hubiera querido, sin embargo, el trato al menor distaba de corroborar lo anterior, naturalmente sintiendo culpable al niño de la muerte de su única pariente con vida, ahora muerta, jamás olvidaría el incidente y en cuestiones sentimentales terminaría por perder, lo odió tanto, día y noche no cesaba de hacerle trabajar, ya fuera aseando la granja, alimentando a los animales o arreglando cualquier cosa para mantenerlo lejos de su vista.
Santiago sufría en silencio una extraña enfermedad, invisible al ojo humano y ni siquiera sus más allegadas amistades se percataban de la dolencia, ni Pedro, Conchita o Ramón percibían, obviamente, el decaimiento eventual y lento del camarada. Por otro lado Marilú, amante fiel, rosa de mil aromas y todo lo que envuelva la pasión, recibía cada noche la misma promesa de amor incondicional, su musa angelical, no obstante sin capacidad para olfatear siquiera el achaque de su hombre. Era la anormalidad que conlleva el rechazo de la demás gente, no hay cura para esa enfermedad y terminal resulta con el tiempo.
Hace dos años que Marilú y Santiago duermen juntos, en ocasiones contadas y muy pero muy especiales comparten el lecho amoroso con los demás. Tan peculiar comportamiento, liberal y extravagante no tardó en rondar por el pueblo, se cuestionaban sus hábitos personales, el aseo dejó de ser un aspecto primordial en su vida, la mayoría lo tachaba de demoníaco. Se decía malamente que por las noches se veía deambular por las veredas cual anima en pena, una figura humana desnuda y retraída que muy bien podría tratarse de Santiago. Algunos ignorantes le adjudicaron poderes malignos, la capacidad de transformarse en cerdo para buscar alimentos en las granjas vecinas y que nadie lo reconociera. Un extranjero que iba de paso se alojo en un hostal y por la noche contó una anécdota que le erizó los cabellos y casi le destroza los nervios, pues mientras caminaba por en medio del bosque pudo observar una luz a lo lejos, se acercó cuidadosamente para pedir un poco de alimento ya que el hambre hacía estragos en su estomago. Bien, lo que vio dice le hizo retroceder con rapidez de la luz, se olvidó del apetito voraz que lo perseguía pues no quería ser arrebatado de su vida. Un joven de unos treinta y tantos, flaco y cubierto de lodo firmaba una especie de pergamino con una tinta que le brotaba del dedo, el papel estaba suspendido en el aire. “Quise quedarme un rato más pero de pronto se materializó de la nada un puerco con ojos de fuego y hocico con dientes de culebra” culminó diciendo dando un sorbo de agua.
Se creó alrededor de Santiago un folclore local, en parte por las historias que se narraban en las tabernas y en parte gracias a la corroboración del padrino que para aprovechar el miedo y la ignorancia de la gente veía los cuentos como una potencial manera de alejar a los ladrones de sus dominios, “ayer se me escapó el puerco del establo, traía una mazorca agarrada en los dientes y no lo encontré sino muy entrada la mañana con unos signos raros en el pecho, cada día está peor” Cierto era que estas fantasías estaban alejadas lo mas posible de la contexto real.
Para darle sabor a la leyenda de “el puerco”, Santiago era cada noche encerrado en el establo, su padrino le echaba dos pesados candados a la puerta para que este no escapara, algunas noches invitó a dos vecinos y por medio de un diminuto agujero pudieron observar como Santiago dormía al lado de Marilú, sus demás amigos, caballos, bueyes y demás animales. Estos curiosos después conjeturaban sus propias historias y con Biblia en mano argumentaban haber visto cosas raras. Durante el día los candados eran relegados, las puertas se abrían de par en par y naturalmente, el sol que hacía su entrada por la abertura, marcaba la hora de ir a trabajar en los maizales.
Aún en otros tiempos era rara la vez que Santiago bajaba al pueblo, generalmente acompañando a su padrino. Casi no habla a menos que sea con su padrino y exclusivamente cuestiones relacionadas con la granja. Siendo todavía un niño, de ojos saltones y vivaces con millares de cuestionamientos y dudas, cupo para el morbo. Preguntó a una viejecilla que vendía unos extraños frutos “¿qué es lo que vende señora?” al o que la viejecilla después de toser levemente le respondió que eran manzanas, a la señora le atacó una tos después de responder. Su tío al darse cuenta que Santiago estaba conociendo cosas que suponía no tenía derecho a saber lo reprimió amargamente, le golpeo las piernas tan fuerte que este no pudo sostenerse de pie y cayó. Tenía prohibido llorar y no lo hizo, quizá sería el miedo o tal vez de ignorante se jactaba ya que tampoco sabía que era llorar. Lo que únicamente se le enseño al niño, a mantener la boca cerrada, se le propició un tremendo susto no siendo suficiente la paliza ; se le dijo que el hablar, en especial las palabras salidas de Santiago, contenían veneno, una lengua ponzoñosa como la suya tenía suficiente, digamos sustancias toxicas para aniquilar al pueblo completo y desde ese día no se recuerda haberlo oído hablar.
No todo fue aprendido de su padrino, “El puerco”, por otro lado, adoptó ciegamente las costumbres de Marilú, con el tiempo llegaron a parecerse tanto en lo que hacían pero su fisonomía distaba de ser la misma pues ella provenía de otra tierra. A Santiago le Fascinaba acariciar la rosada piel de la hembra, y que esta, temblara al sentir los largos dedos manoseándola. El la quería mucho desde que llegó de improvisto buscando alojamiento, no obstante, se inquietaba debido al frío corazón y a veces por el desprecio hacía él. Como animal, no le importaba que Ramón o Pedro la hicieran suya, él también cooperaba en el festín, conchita aunque bella no tenía el porte de Marilú. Pero el instinto animal también sabe distinguir los celos y Santiago fue haciéndose cada vez mas celoso cauteloso de los otros, ya quería a su mujer para él solo. Empezó a enfermar de celos poco a poco.
Un día se enteró que Marilú estaba esperando un hijo suyo, el jubilo no se hizo esperar, el instinto ahora fraternal le hizo feliz. Para ese entonces le hacía mas honor al apodo de “el puerco” aunque no era muy flaco, los huesos se exhibían por la piel así como las facciones resaltan la piedra en un relieve, descuidaba su aspecto personal, no como antes lo hacía, ahora andaba desnudo la mayor parte del tiempo hasta para ir a los maizales y nunca se aseaba a menos que por azares de la naturaleza sucediera algo, una lluvia por ejemplo. Aprendió la lengua de Marilú y también asimiló que el nuevo idioma le daba oportunidad para parlotear sin temor a envenenar a su interlocutor. Podía comunicarse con quien quisiera y no tendría la incertidumbre de estar siempre callado como con el antiguo lenguaje.
Merecedor de un buen descanso, regresaba de los maizales caída la tarde; contento y en parte exasperado. Esa noche su mujer daría a luz, no tardaría mucho tiempo, todo se contaba en cuestión de horas antes de ver el rostro de su primogénito, entre los habían decidido los nombres ideales para el vástago, paquito de ser hombrecito o petunia en caso de que resultara mujer. Todos estaban reunidos para darle ánimos a los nuevos padres, como habitual, las puertas se cerraron y por fuera se escucho el siempre rotulante sonido de los cerrojos. Quedaron solos en el establo, con el frío y dándole luz la inagotable lámpara de queroseno.
Francisco o Paco, no importaba como le dijeran los orates del pueblo, las mujeres solteronas a manera de coqueteo le llamaban Paquito, y este viejo se sonrojaba. “por que tan solito paquito, llévanos a dar una vueltecita” o “don paquito, ya le tengo preparado el atolito que tanto le gusta, haber cuando me hace el honor de venir a la casa, no sea malito” estas y otras frases recibía el hombre, aunque viejo la figura era la de un hombre mucho mas joven haciéndolo sumamente interesante y siendo soltero con granja y demás o convertía en un buen partido para cualquier mujer quedada. “ Si Petunia viera cuan bien me va con las mujeres se moriría de la envidia” , “también tuviste suerte con los hombres pero lo tuyo fue corrompido, prostituta”.
Paquito fumaba su pipa antes de irse a la cama, arrullado por un delicioso fuego casero, planeaba el rol para el día siguiente, “miércoles de provisiones y mielecita” no había un solo día de provisiones que no comprara una botellita de ron, su bebida favorita. “ no debe olvidárseme por ningún motivo” se levantó por un lápiz para escribir en el papelillo la palabra miel, que usaba para denominar al ron.
La pipa, el fuego, la casa quedó desamparada, Paquito salió cual si fuera trueno en busca de tierra, al salir de la habitación buscando un lápiz maldijo como era habitual a su ahijado e instintivamente miró por la ventana y en el acto escuchó sollozos, quejidos, gruñidos, lloriqueos propios de una infernal tortura.
Los cerrojos cayeron rápidamente a la tierra, con pocas fuerzas logró abrir la pesada puerta de madera y emprendió de nuevo la carrera buscando a Santiago casi tropezándose con Conchita que salió del lugar poseída de un terror descomunal, los caballos estaban bravos, los bueyes asustados, miró a un lado un rastro de lo que parecía ser sangre, en un poste de madera se golpeaba la cabeza insistentemente Santiago, cubierto de lodo y menudencias repitiendo el nombre de Ramón. “que has hecho hijo del averno” le reprimió Paquito. Un montón de paja no dejaba ver lo que escondía, su secreto no sería agradable a los ojos del viejo granjero, primeramente se topó con el cuerpo mutilado de Pedro, desangrado y cortado en pedazos. Mas adelante, Ramón agonizando respiraba con problemas, en su lomo, encajado un fiero tridente marcaba el contraste con la negra piel del desdichado moribundo. Por ultimo Marilú, ya muerta presentaba una incisión en el vientre, los órganos de fuera y sustituidos por paja. Paquito reventó en llanto tres de sus mejores especimenes yacían muertos, dinero perdido. Santiago se apresuró a un charco de cochinada, la enfermedad de la locura lo había consumido al fin. Junto los intestinos de Marilú el granjero se percató de tres bultitos negros, con la mano levantó las tripas y cuan angelitos durmiendo nadaban en su sangre los restos de tres puerquitos negros, recién nacidos.
Luis Gelain salido
todo bien hasta que se salto a paquito...ke onda? a