Transcurria el siglo XIX. Pasáron los años aguardando, una respuesta a su vida. Esa mujer llamada Leonella, se había formado en esas escuelas rígidas para la época. Reflejaba en sus escritos su alma, en pena.
Habitaba sola, en una vieja casa perteneciente a sus padres; a media luz eran sombras desdibujadas. Ni un grato recuerdo la embargaba de su juventud y adultez. Nunca pudo perdonarse el haberlo dejado partir. Un dia de primavera se conocieron, en la casa de una amiga suya. El se llamaba Carlos era un oficial del ejército, alto, con cara adusta y ojos pardos. Siempre mirando fijo con esas pupilas que demuestran todo, sabiendo ver a los ojos. Donde cualquier mujer sabria darse cuenta de esa pasión que todas anhelan. Ella, noviaba con un gerente de banco lo comun para la época.
El prestigio social, la comodidad, seguridad y el ascenso social. Interiormente pensaba y dubitaba sobre el amor; esa contradicción entre " el amor o la seguridad económica" que toda mujer anhela y sueña en su almohada poseer y la mayoria de las veces, un imposible. Recordaba a sus padres, cada uno en su mundo ensimismados en sus pensamientos, la odiosa rutina. Un día caminando con su novio, vió a su madre con otro hombre, tomados de la mano en un reservado. Allí le invadió la furia los enfrentó, sin mediar explicación, incrépo a su madre. Eso marcó para siempre su vida, con el oficial se sentía atraída, su corazón latía aceleradamente. Sus labios deseaban, sus manos temblorosas pedían. su cuerpo afiebrado necesitaba poseelerlo. Hicieron el amor, entregandose mutuamente en cada beso y caricias llenas de gozo. Renunciando ambos a tener una vida segura, tenían una bohardilla con tan solo una cama, un calentador para cocinar y pinturas exóticas de sus viajes por otros continentes. Allí, le propuso matrimonio diciéndole:
- Casate conmigo! todo te pertenece hasta mi vida. Ella dudo en ese instante, contestando:
- Lo pensaré
Perturbado por su respuesta, arremete diciendo.
- ! que tienes que pensar somos uno! se encontraba Leonella en una encrusijada, entre el amor o la seguridad de una vida tranquila; nunca querria repetir la historia de su madre que por cobardía no supo elegir. El sin repuesta dudando de ella partió. dejando una carta escrita:
- ! Amor mio! paartí hacia las montañas, estaré 3 meses en una soledada fantasmal. Yo nunca dude de mis sentimientos. Espero que tu tampoco, cuando apenas vuelva, nos casaremos en secreto.
Te amo firmado carlos. Paso el tiempo, al llegar el oficial buscando a su amada, le responden; que ella no vivía mas allí, se caso yéndose a Paris a vivir. Encolerizado, angustiado con ese sabor amargo clamando vengansa, que solo los traicionados pueden sentir. Buscandola desesperadamente se topa con ella saliendo de esas fiestas burguesas, donde las apariencias y la hipocresia son moneda corriente. La enfrenta iba medio desprolijo, con los cabellos al viento, flaco, demacrado por falta de sueño. Pero con esa fuerza que solo un hombre enamorado suele tener, a su encuentro. Ella con su mirada perdida, como toda mujer que por cobardía y la no razon, la invadia. Sabiendo que su ex amado era un caballero honorable. Le dijo:
!Carlos!-mecasé con aquel gerente de banco, me sedujo su fina manera de ser, sus atenciones y conocí a sus padres que moran en esa mansión. Cedí a su propuesta matrimonial. Tü eres huerfano sin ningun presente para mí. Esas palabras fueron una puñalada en su corazón, transformándose en odio. Cambió su mirada, viendo que su amada, era pòseida por otro; el despecho se hizo dueño. Seduciendo a la hermana del esposo de Leonella, una ves conseguido su propósito, el odio a su mujer y a su ves hermano de su querida. Era pagado por el con maltratos, descortesias y humillándola. Carlos no era el mismo el mismo hombre que habia conocido, en toda esa desesperación como todo aquello que se soporta, pero se tolera por que no se ama. solo por conveniencia e interés; cruza yendo a la propia casa de su amada. Arriesgándose a todo sin importarle, el riesgo que solo el verdadero amor de un hombre produce. Le dice a Leonella.
-!Fuiste mía, no deseo a nadie más entre nosotros, me fuí de casa deje mis unicas pertenencias. Cometí un error, el despecho hizo mella en mi corazón, ! Nunca! estuve enamorado de tu cuñada, solo quize estar cerca tuyo. ! Nada mas!.
Tomando a ella entre sus brazos y besándo tan profundamente como solo dos enamorados pueden sentir. le dice Carlos:
-partiremos juntos, no importa donde. Dejaré el ejercito si es necesario pero contigo, ella fria y calculadora le contesta:
- Carlos quiero a mi esposo es un buen hombre,
carlos contesta; !si! pero no lo amas eso para mi es suficiente. sin esperar otra respuesta ella le dice:
-Tienes razón no lo amo, pero tengo lo que quize, una posición social, seguridad economica y amistades.
- !que puedes ofrecerme!
Carlos: - ! Tu sabes! ese amor mas grande que ningún hombre sobre la tierra podrá ofrecerte.
Ella contesta: -!No! es suficiente`para mí, solo deseo que compartamos algunos momentos juntos. A solas donde nuestra pasión se consuma en la propia hoguera.
Carlos al darse cuenta de sentirse usado en su interior. le contesta:
!Nunca! compartire mi amor con nadie, ! Nunca podré soportar despues de haber estado contigo, vuelvas a esa cama. No es eso para mí.
Carlos al entender la frialdad y crueldad de su amada. Partió a la montaña, saco su pistola. Poniendo el arma en la sien y exclamando:
!Que dios me perdone! se descerrajo un tiro. Lo único que tenia que morir, era su cuerpo; su alma ya estaba muerta.
Al enterarse Leonella, entró en un profundo pesar, con estados febriles sin ninguna causa que la originara. Entrando en una depresiòn, siendo atenuada por la atención de su esposo. Pasaron los años, sus hijos crecieron, su esposo se la dejo por otra mujer, mas joven. Ahora... vieja y sola, lo recuerda a Carlos con la misma pasión de antaño. Pero, ya era tarde.
Tomo coraje, se levantó yendo al cementerio y en la lápida de su amado, cubierta de orquideas silvestres, cercano a un arbol. Escribió:
Aquí yace Carlos, muerto por una mujer que cambió posición social por amor. Descansa en paz amor mio, nos encontraremos quiza, en el cielo para seguir amándonos. Al terminar su lectura, en esa casa sombría, ella se durmió. Sin saber que nunca sus almas se encontrarían, dios no perdona a quien se suicida. Tampoco dios perdona a quien asesinó por amor a un alma gentil. Dice la leyenda africana:
Cuando un muerto es enterrado con su corazón cercano al arbol, el que yace allí. Encontrará la eternidada. Leonella, por no amar vivirá entre las sombras. Como todos los mortales que nunca supieron amar.