Elisa era una muda espectadora de esa conversación, ni un músculo de su cara se movía. No dijo una sola palabra ni siquiera en el camino de regreso. En casa estaba impertérrita, autista como ida, ni me miraba a la cara. Su vista se posaba fija hacia la ventana y me pareció ver una pequeña sonrisa de satisfacción en su rostro. Pero presumí que era invención mía y no tenía fuerzas para pelear.
Esa noche decidí no dormir. Tenia miedo de no despertar, así que para no molestar a Elisa me quede mirando televisión en el living. El dolor de estomago me estaba matando razón por la cual me dirigí al botiquín buscando un calmante entre tanto medicamento suelto. Por unos segundos me quede estático mirando la cantidad de frasquitos que fueron el elixir de mi vida durante los últimos meses y una pequeña luz de alerta se encendió en mi cabeza.
Jja me causó gracia la situación a pesar de que me dolía todo, me sentía patético." Elisa y sus flores de Bach ". Me dije a mí mismo. Según ella me harían más vigoroso en el sexo, siempre fui un toro aunque últimamente no lo era y con una mujer más joven uno tiene que rendir examen todos los días así que accedí a tomar las flores sin sospechar nada.
¡Qué mujer tan ingeniosa! Tenia que interrogarla no dejarla pensar después de todo había una remota esperanza de conseguir el antídoto y con él mi salvación.
Me dirigí sigilosamente a la habitación. Y me quedé en la oscuridad toda la noche mirando su silueta difusa mientras dormía y fumando un cigarrillo detrás de otro devanando mis sesos de como podía sacarle la verdad diplomáticamente. Ya ni siquiera sentía dolor solo quería el antídoto.
En la mañana despertó y sin dejarla emitir palabra trate de tener sexo.
Por momentos sentía su rechazo y su aprobación al mismo tiempo, entre un no quiero de su parte, mis deseos de poseerla con furia. Todas las emociones se me conjugaban tormentosamente, así que seguí adelante no me importó y cuando estaba a punto de estallar le susurre al oído.
-¿Me estás envenenado mi cielo? Y seguí haciéndole el amor como si no hubiese dicho nada.
Ella se puso blanca ante la sorpresa, sentí la rigidez de su cuerpo debajo del mío. Su mirada era aterradora como si viera a un muerto.
Me dije la tengo atrapada. Confesara. Pero el sorprendido fui yo cuando me pego con su rodilla en mis genitales y me descoloco. Todo el dolor del mundo lo sentí en ese momento no podía reaccionar. Elisa se vistió en segundos y mientras lo hacia vi en sus facciones todo el rencor acumulado durante años su ira y su resentimiento me lo largo a la cara con la verborragia de sus palabras.
- ¿No me digas querido que te creíste la farsa de la reconciliación? ¿Crees que olvide los años de humillación?
Cuando me contaste lo del accidente pensé…"Que mal parido este desgraciado, como me subestima al creer que soy una idiota."
Pero después de meses acumulando rabia se me ocurrió la idea.
No olvides que yo también puedo cobrar el seguro y quedarme con todo el dinero sin compartirlo. Los muertos no hablan querido y yo aun soy muy joven para recomenzar mi vida. Patético lo tuyo pensar que eres el ganador aquí. ¡Mírate! Te estás muriendo y yo tengo toda la paciencia del mundo para esperar tu muerte.
Ah y lo más importante no creas que goce contigo mi amor al contrario fingí como tantos años de matrimonio, en más ni sé como nació Martita hasta estoy pensando si en realidad es hija tuya.
Las palabras de Elisa fueron el detonante de mi locura. No era en ese momento la madre de mi hija, era una cualquiera y me cegué con un ensañamiento irracional diría casi salvaje.
Ella presentía el peligro mientras el tono de mi voz iba cambiando.
Intento escaparse, pero fui más rápido e instintivamente la levante en el aire arrojándola al piso y cuando quise tomarla del cuello descargo una patada en mí estomago que me doblo de un dolor insoportable. Sentía que me faltaba el aire, pero me repuse para volver al ataque con poca suerte ya que Elisa se encerró en el baño y deduje que no pensaba salir de allí al menos no ese día.
Pensé en tirar la puerta de una patada o romperla con un hacha como las películas pero había tomado la decisión de matarla una vez que me diga donde escondió el antídoto y tal escenografía violenta no coordinaría con la explicación que le daría a la policía del intruso que se metió por la fuerza en la casa.
En verdad en ese momento me desconocía a mí mismo porque nunca imaginé que me comportaría como un psicópata y menos que era un criminal y ahí estaba yo sentado en la puerta del baño aguardando como el cazador que espera a su presa.
Para entretenerme cantaba canciones de amor y le contaba a Elisa cuentos de terror inventados en el momento con todo lo que le haría cuando decida salir del maldito baño.
Ella solo me propinaba insultos de todos los calibres y yo deducía que el frío y el hambre le harían salir y ahí estaría yo para recibirla.
Cuatro días estuvo encerrada, mi paciencia china llegaba a su fin, hasta que al quinto día cesaron los insultos y escuché como destrababa lentamente la puerta y con toda calma dijo.
- Promete que no me harás daño y piensa que si lo haces nunca conocerás la verdad.
- No te haré nada mi amor ya se me paso el enojo. Si yo quería te sacaba inmediatamente mucho antes del baño. Ya me ves aquí, sereno, fumando, aguardándote para la reconciliación que tanto nos gusta. Comprendí que no fue tu intención envenenarme. Seguro que debes tener una explicación y que todo fue un error.
Salí tranquila mi cielo y vamos a almorzar y hablemos del tema.
Ella salió con mucho recelo a pesar de mis palabras y cuando vi su rostro desencajado lleno de terror por lo que pudiera suceder.
La abrace y comencé a acariciarla tratando de tranquilizarla.
-Ves amor que estoy tranquilo,vamos cielo relájate. Hace días que estás encerrada. ¡Qué tonta eres!.
¿Cómo pensaste que te haría daño? Tan solo fue una pelea de enamorados.
Me aproveche de su miedo. Sin dejarla reaccionar,la bese apasionadamente como un eterno enamorado mientras le masajeaba sus hombros. Con sutileza apretaba su cuello y entre dientes le exigía la formula del antídoto.
- Dame la formula del antídoto querida y sentirás que saludable es respirar el aire puro.
- No te lo daré.-Respondió con mirada desafiante.Si muero tú también mueres y piensa en nuestra hija.
- En eso pienso amor una hija sin madre seria muy triste mi cielo.-
Mientras apretaba fríamente aun más su cuello. Su semblante viraba en distintos colores, pasaba de tener un rojo a un tono levemente azulado.
Esta vez Elisa no me subestimó, comprendió mi mensaje de muerte y su rostro era de horror tratándo de aferrarse a la vida y en un acto de desesperación y como último recurso señalo la ventana.
-El punto-Balbuceo en un grito ahogado.
- ¿Qué? ¿Qué dices maldita ramera no te entiendo? Y decidí soltarla para que hablara.
- El punto – Y volvió a señalar la ventana mientras se tomaba el pecho desplomándose en el suelo.
Corrí hacia la ventana a mirar el punto pero no vi nada. Regrese a reanimarla gritándole furioso y lamentándome por mi mala suerte.
- No te me vas a morir ahora maldita mujer. No sin antes decirme lo que quiero saber. Vamos. ¡Respira infeliz! Hija de mil putas le grite, como te me vas a morir ahora, que mala suerte la mía. Mientras me golpeaba la cabeza contra la pared.- No, no te dejaré morir tan fácil-
Sin dudarlo la arrastré hacia el baño y la metí bajo la ducha mientras la abofeteaba y trataba de reanimarla. No hubo caso ya estaba muerta y yo metido en un gran lío.
En esos momentos sentí mi quiebre emocional. La cabeza me estallaba, parecían fragmentos de mi cordura desperdigados por doquier y empecé a romper todo lo que estaba a mi alcance.
Pero todo loco tiene su momento de lucidez y yo tuve el mío y recordé cuanto peleaba con Elisa por su manía de anotarlo todo en su diario. Me calme, debía pensar y tranquilizarme. La salvación estaba ahora puesta en ese maldito diario que debía encontrar.
Y eso hice revolví todas sus cosas y solo encontré cartas de amor de su amante, del cual me encargaré mas tarde, del diario no había rastros era como si no existiera.
Pero sí hasta ayer la había visto haciendo sus anotaciones. ¿Cómo era posible? No importa grite, descifraré lo que hay en ese punto. Ya basta de perder tiempo inútilmente.
¡Maldita loca! ¿Cómo lo hizo?.
Horas más tarde recuperé la cordura y llamé al médico para que me extienda su certificado de defunción. No fue una tarea fácil. Llamé a viejos conocidos aquí y allá, contactos que no veía hace muchos años y todo para evitar la intervención policial.
Y aquí estoy muriéndome cada día condenado a esta silla de ruedas. Mirando durante horas ese punto que me salvara la vida, hablando solo desde mi locura y con una venganza pendiente.
Jja me olvidé de contarles porque estoy inválido, pero ahora no perderé tiempo en ese detalle. Debo salir pediré un remís. Próximo objetivo. Encargarme del asesinato del amante de mi mujer.