Estando en mi casa, una noche en que todo me parecía eterno,llegó a mi casa un hombre de cabello largo oscuro, y parecía que estaba perdido. Yo le ofrecí mi ayuda y permití que entrara a la casa. El me miraba intensamente y yo al principio me asusté, pero despues de largo rato en silencio, los dos caímos en una confianza, en un profundo sollozo sólo con las miradas nos decíamos todo. Sus ojos verdes se introdujeron en los míos ,negros cual noche sin estrella.De pronto sentí que lo conocía de toda la vida, que habíamos pasado tanto juntos.Sentí que desde que nacimos nos tomamos de la mano y comenzamos nuestro rumbo.
Yo me paré y busque unas copas con champán. Brindamos por aquel coloquio silencioso que atravesaba nuestras almas.Me empezó a dar frío y prendí la chimenea. Nos acercamos a ella y él me abrazó. Sentí algo mucho más acogedor que la chimenea. Nuestros cuerpos por fin se acercaron y se fue balanceando el calor de su cuerpo con el mío. Nuestras miradas ya no tenían que recorrer distancias para encontrarse. Su boca y la mía se unieron envueltas en deseo y pasión. Su vida y la mía parecía que ya núnca se iban a separar,parecía que todo el tiempo pasado se había compactado en un instante,en el instante en que el y yo recorrimos nustros cuerpos para buscar el misterio de lo desconocido.
Luego llegó la madrugada y todo se convirtió en luz. Nuestras almas de nuevo se encerraron y volvieron a sentirse como murciélagos que hasta que no llega la noche no vuelven a salir. El núnca volvió, porque, en mi vida nunca más oscureció.