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Mi abuelo siempre fue un hombre duro y “bragado”, era de esos personajes hechos por la vida que te daban la impresión de que sabían de todo, fue ferrocarrilero durante mucho tiempo y viajó a muchas parte. Llevaba un estilo de vida sana y era un hombre grande, fuerte y lleno de vida. El vivía en un pequeño pueblo en el estado de Veracruz. Un lugar perdido en la sierra de los tuxtlas, de calles y brechas hechas de tierra lodosa y piedras de río, rodeado de arboles y vegetación, bastante cálido y húmedo.
El pueblo tenía pocos habitantes, las pequeñas casas de madera con techos de lámina estaban construidas a la orilla de las veredas y muchas de ellas no tenían puertas, en cambio colgaban cortinas y rejas para dejar entrar el aire fresco cuando caía la tarde, algunas otras como la de mi abuelo eran de material, sin revocar y con lo más básico. Obscurecía temprano apenas daban las 6 pm y la noche se apoderaba del lugar, los sonidos del monte envolvían todos los rincones de la población. La gente se metía en sus casas y ya no salía, por lo que las calles de tierra quedaban desiertas muy temprano y solo se podían escuchar los murmullos de las personas platicar o la música sorda de radios viejos al interior de los jacales.
El ambiente del pequeño poblado no era mejor, existían creencias en las cuales la gente se refugiaba y se abrían brechas entre vecinos a veces nadie se dirigía la palabra y el saludar solo eran muecas en la cara o movimientos de cabeza. Por una parte había muchas personas que eran devotas de la santa muerte y el curanderismo. Y otras profesaban el catolicismo de ultranza, por lo que a pesar de vivir juntos, los vecinos tenían una especie de guerra fría entre ellos por este motivo y mi abuelo no era la excepción. Siempre mantuvimos contacto con él. Nos llamaba frecuentemente y lo visitábamos en vacaciones. En aquel tiempo el comenzó a vivir con una señora y ya no supimos mucho de él, las llamadas se hicieron menos, hasta que dejó de hacerlo. Algo preocupados intuíamos que era por causa de esa señora con la que vivía y sacábamos conclusiones; pero no queríamos ser impertinentes con él, fue después de mucho tiempo que mi mamá recibe la llamada de una vecina de mi abuelo, ella la conocía pues mi madre había vivido algún tiempo en aquel pueblo siendo niña. Después de hablar un rato con aquella vecina, mi mamá se dejó caer en el asiento y llorando nos dijo que el abuelo estaba muy enfermo y que temían por su vida.
Sin pensarlo y apresurados, al día siguiente nos fuimos a ver a nuestro abuelo. Al llegar me invadió el mismo sentimiento de desesperanza al estar de nuevo en ese lugar, la casa de mi abuelo estaba a nivel de calle, al no haber guarniciones, la ventana de su cuarto estaba en el paso de la gente, así que al llegar lo primero que vimos fue al interior de la ventana, todo parecía igual, el tiempo no había pasado desde la última vez que estuvimos ahí. Las calles de tierra y piedras; el ruido de puercos y gallinas inundando el ambiente y los perros que nos recibieron a ladridos, nos dieron la bienvenida.
Al buscar a mi abuelo, nos dirigimos hacia la puerta principal y al entrar el cuadro era bastante deprimente a todos nos invadió la pesadumbre y las ganas de llorar al ver a nuestro patriarca postrado en cama con los brazos cruzados en el pecho, intentando jalar aire. Lo que otrora fuera un hombre fuerte y macizo, ahora era un despojo de piel amarillenta pegada a los huesos, con la barba y los cabellos largos que cubrían su rostro. Estaba acostado sobre un camastro cuyo colchón estaba manchado por los orines y el excremento. El cuarto estaba lleno de basura y de trastes sucios, las cucarachas y las alimañas habían invadido el lugar que, apestaba horriblemente. Al acercarnos a él, apenas si podía hablar y no nos reconoció, tenia demencia y temblaba pidiendo algo de agua. Estaba completamente solo y de la mujer no había ninguna señal de su presencia, aunque sabíamos que aun vivía con él; pero no lo atendía. Los vecinos a veces se daban a la tarea de ayudarlo en lo más mínimo.
Agobiados por todo eso, nos dimos a la tarea de limpiar su casa y atenderlo, bañándolo y afeitándolo, era perturbador verlo sin cabello y flaco hasta los huesos, sus ojos sumidos y ojerosos nos daban las gracias; pero aun no identificaba quienes éramos. Decidimos llevarlo al doctor en un poblado cercano; pero sería a la mañana siguiente. Nos quedaríamos esa noche, mis hermanos y mis padres se fueron a dormir, yo aun preocupado me salí para fumarme un cigarro en tanto me daba sueño. Caminé unos pasos y el ambiente olía a humo, la gente quemaba hojas y basura con el fin de ahuyentar los mosquitos, miraba a las estrellas cuando de pronto vi que la ventana de la casa de mi abuelo salían unas manos y al acercarme vi su rostro avejentado y amarillo, sentí un poco de lástima al verlo. Me voltee y continúe fumando, pensaba muchas cosas; pero más que otra cosa el cómo es que había llegado a ese estado en tan poco tiempo, era extraño. Luego de darle una última calada el cigarro. Vi que el abuelo ya no estaba en la ventana.
Algo me llamó la atención al ver a la planta alta de la casa, tan solo estaban levantados los muros, no tenia techo. En la obscuridad de una de la ventanas había algo extraño, algo que me hizo sentir una corriente eléctrica recorrer mi espalda. Asomando estaba una figura blancuzca, era una “persona” alta que tenía un rostro lleno de morbo, sus ojos negros sin parpados estaban sumidos en su rostro blanco y sin expresiones. Me miraba fijamente, al ver esta horrible aparición me voltee y cerré los ojos pensando que solo era mi imaginación. Empecé a rezar la magnífica; pero no recordaba una sola línea del rezo y eso en vez de hacerme sentir calma, me hizo sentir más pánico, un leve ventarrón hizo mover las ramas de una palmera y abrí los ojos para ver que esa aparición estaba postrada en el tronco de una manera imposible. Más cerca de mí y casi pude oler las intenciones malignas que tenia.
Salí corriendo a la casa, el corazón se me salía del pecho y al llegar abrí la reja de la entrada, corrí al interior del pasillo. Sintiendo un poco de alivio caminé lentamente entre la obscuridad de la casa y al pasar por el cuarto de mi abuelo, vi que tenia la luz encendida. El verlo produjo en mi aun mas angustia de la que llevaba, parecía balbucear algo, sus ojos sumidos estaban bien abiertos y la boca seca dejaba ver los pocos dientes que le quedaban, quería decir algo pero se esforzaba por jalar aire. Cuando por fin pudo pronunciar alguna palabras que no comprendí: ” No la encontré” .
Aun con la impresión de lo que vi, me fui muy desconcertado a acostarme, intenté dormir; pero estuve dando vueltas en la cama, no sé en qué momento el cansancio me venció y soñé cosas horribles. Serian las 4 de la mañana cuando un ruido me despertó , estaba agitado y sudando a mares. Estaba en la total obscuridad; pero el ruido de unos gritos que provenían de la casa, hizo que me parara enseguida. Todos estaban en el cuarto de mi abuelo, el cual se convulsionaba de una manera horrible e imposible. Mis padres le gritaban que se calmara y mis hermanos tenían los ojos bien abiertos por el miedo.
El abuelo gritaba una y otra vez entre sus delirios, intentando golpear a mi mamá y a su mujer: “No lo encontré, ya te di todo…!”
Como pudimos entre todos intentamos calmarlo, al ver que los ataques no cedían, lo subimos de inmediato a la camioneta para llevarlo a urgencias, me subí primero al vehículo y luego me lo pasaron para acomodarlo en el asiento. En un momento breve, el abuelo pareció recobrar la lucidez por unos segundos, me apretó de los brazos y me miró con angustia al tiempo que me decía llorando: ” no la encontré…” Luego lanzó un grito de agonía y comenzó a vomitar coágulos de sangre, en tanto se desmallaba, Manejamos lo mas rápido que pudimos al hospital y al llegar el ya estaba muerto. Lo metieron a urgencias ya sin signos vitales. Yo bajé vomitando de la camioneta por el malestar, me sentía muy débil y sin fuerzas. Mi familia estaba consternada por toda esa situación y esas malditas palabras que mi abuelo repitió hasta morir: ” No la encontré…”
La penosa tarea de hacer el papeleo y esperar a que nos entregaran el cuerpo del abuelo fue abrumadora, luego de varias horas, quedaron en enviarnos el cuerpo a su casa y nos retiramos a preparar todo para su velorio. Al llegar su ataúd lo acomodaron dentro de su habitación pegado a la ventana con vista a la calle, donde siempre le gustaba estar. Llegó mucha gente a su funeral, y pasamos todo ese día y la noche atendiendo a las personas. Mientras escuchaba algo molesto las letanías y los rezos que rompían el silencio, me salí a fumar con unos jóvenes, que eran hijos de los padrinos de mi mamá. No quería estar solo en ningún momento así que caminamos a la esquina y entre pláticas sin importancia, una perturbadora visión me asaltó. En un árbol de mango que estaba en el patio de la casa de mi abuelo, estaba aquel personaje blanco con ojos negros saltones y morbosos que había visto la noche anterior. La aparición levitaba por entre las ramas del árbol, haciendo aun más horrible verlo. Mi corazón comenzó a latir fuertemente y sentí que mis extremidades se paralizaron, luego nada.
Lo siguiente que recuerdo era que estaba tirado en el piso, los jóvenes y unas señoras que habían ido a los rezos estaban intentando reanimarme, me senté y mi cabeza reventaba, me sentía aturdido y con dolor de cuello. Uno de los jóvenes que estaba fumando conmigo , me dijo que me había desmayado; pero que además torcí el cuello mirando al cielo en una posición imposible, con la cabeza casi pegada a la espalda. Me preguntaron si me sentía bien, estaba adolorido; pero me sentía completo. Todos se espantaron al ver que sucedía esto conmigo e intentaron calmarme, yo no recordaba nada de eso y me angustié.
Al acabar los rezos, mis familiares despidieron a todos y nos quedamos platicando entre nosotros y después nos retiramos a dormir. El ataúd de mi abuelo se quedó en su cuarto y solo estaba iluminado por una veladora y la luz de la calle se reflejaba en el. Por la madrugada me levanté al baño y fui a ver a mi abuelo por última vez. Por la mañana lo llevaríamos a enterrar. Me despedí y “platiqué” con él, luego de un rato vi pasar una sombra por la ventana y me dirigí a mirar quien había sido, la calle estaba sola y no se miraba nadie. Enseguida de esto, vi con claridad que unos vapores blancos se materializaban ante mí y luego tomaban la forma de algo parecido a mi abuelo, voltee al ataúd y para mi sorprendido entendimiento el cuerpo de mi abuelo no estaba ahí, solo se veía el fondo acojinado de un ataúd vacio.
Temblando de miedo, me dirigí a mi cuarto que estaba en la parte trasera de la casa y con vista al patio, me senté en la cama y no podía respirar bien. El ruido de la polea del pozo de agua que tenía el abuelo en el patio me alertó y al voltear, vi con espanto que estaba ahí, desnudo con la piel amarilla pegada a los huesos y los ojos saltados, sus dientes parecían salirse de sus labios secos y no pude más. Grité con todas mis fuerzas y me tiré al piso a llorar de miedo. Cuando mis familiares encendieron la luz, estaba temblando y les conté lo que vi. Mis padres fueron a revisar el ataúd y todo estaba en orden, el cuerpo de mi abuelo aun estaba ahí, inerte.
Una tía, hermana de mi abuelo dijo con seguridad: ” Mi hermano está molestando a este joven, No te preocupes mijo, ya mañana lo enterramos y le haremos sus rezos”
Luego de esto rezamos un rosario y nos fuimos a acostar. A la mañana siguiente fue su entierro, El cementerio estaba cerca y fue mucha gente a despedirse. Luego de enterrarlo nos reunimos en su casa y al obscurecer mi tío me pidió que fuera al cementerio por una pala y unas cubetas que había olvidado. Yo estaba temeroso en ir. Así que corrí y me dirigí a la tumba de mi abuelo. Me quedé un rato mirando y preguntándole que había dejado pendiente y porque se me presentaba. No terminé de decir esto cuando a unas tumbas de la suya, la maldita figura de ese ser blancuzco que estuvo atormentándome desde que llegué, se apareció entre las tumbas y de pronto se dejo venir hacia a mí con una rapidez increíble. Corrí, mis piernas corrieron lo más rápido que pudieron, yo sentía que aquello me pisaba los talones aun saliendo del cementerio y al llegar a mi casa me desplomé asustado. Estaba harto, quería largarme de ahí lo antes posible. Le conté a mi familia lo que vi y como me sentía. Enseguida una de mis tías fue por una curandera para que me diera una “barrida” y curarme de espanto. Después de que hizo la “limpia” sentí mucho cansancio y me fui a dormir, esa noche no supe mas y me desperté por la mañana. Ya estábamos listos para marcharnos.
Antes de irnos, mi madre se fue a despedir de unas amistades y yo me quedé en la esquina de la casa de mi abuelo a fumar, pensaba en todo lo vivido y temía por que aquello no me siguiera. Estaba sumido en mis pensamientos cuando un señor que no conocía se me acercó y me saludó preguntándome si era el nieto de mi abuelo, al confirmarlo el comenzó a decirme algo que me perturbó y me sigue poniendo a pensar. El afirmó que él y mi abuelo eran amigos de parranda, tomaban mucho casi todos los días en la cantina del pueblo. Tomaban mezcal hasta perderse. También sospechaba que la mujer de mi abuelo se lo había “chingado” con alguna clase de trabajo, ya que desde un tiempo a la fecha cayó enfermo y su salud se fue degradando. El decía que la mujer de mi abuelo harta de las borracheras y sus infidelidades con las meretrices de la localidad, ideó algo para frenar esa conducta, una brujería.
Mi abuelo según al sentirse mal y después de ir con médicos, intuyó que le estaban haciendo un “trabajito” por lo que fue con una curandera amiga suya y lo que le dijo no fue nada alentador para él, según el amigo esta mujer le confirmó que tenía una brujería muy fuerte y que para deshacerla tenía que hallar una cadena de plata con un dije del mismo material que había sido enterrado en el panteón junto a una foto suya en alguna preparación inmunda para controlarlo. En ese momento relacioné las palabras de mi abuelo antes de morir.
El amigo también me dijo que en una de sus borracheras, se levantó envalentonado y amenazó con ir al cementerio a buscar el “trabajo”, un amigo con los que tomaba se ofreció a acompañarlo y ambos salieron de la cantina dispuestos a todo. Dice que estuvieron buscando durante un rato en medio de la obscuridad y al no hallar nada decidieron salir; pero antes de eso el amigo volteó y vio una extraña aparición al fondo del cementerio, era un ser humanoide blanco y con ojos negros que salían de sus cuencas, con una boca provista de pequeños dientes negros que parecían burlarse de ellos. Este ser sostenía la cadena de plata que había sido de mi abuelo y la balanceaba en señal de burla. Lo más aterrador para ellos era que esta aparición tenía unas piernas extrañas como de chivo y estaba parado sobre ellas en tanto caminaba lentamente hacia donde ellos estaban. Salieron corriendo gritando de pavor. Esa misma noche el amigo que acompañó a mi abuelo murió de un infarto por el susto y mi abuelo cayó enfermo y por esa razón lo hallamos así, siendo un despojo.
Cuando mis familiares me llamaron para irnos, me despedí del hombre y me dijo que sentía mucho lo que le había pasado a mi abuelo y que esperaba que descansara en paz, yo intuía que no seria así y hasta la fecha intuyo que él se me presentaba para que buscara la cadena y la enterrara con él. Antes de marcharnos di una última mirada a la casa de mi abuelo y me pareció verlo ahí parado afuera de su casa con su rostro enfermo y triste, mirándome con desdén. Nunca más regresé a ese lugar.
invitado-Nariell 24-12-2017 02:32:39
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Esta historia me dio miedo y tristeza al mismo tiempo, pobre abuelito :(