Le gustaba a Juanito acercarse al aeropuerto a observar los aviones. Después del colegio en vez de irse directo a su casa, se iba a contemplar el despegue y aterrizaje de estas maravillosas máquinas aladas. Soñaba con volar algún día y conocer otros lugares; comprendía que jamás cumpliría sus sueños, su familia, de escasos recursos económicos, estaba convencido que solo los millonarios podían viajar en esos enormes pájaros plateados. Al llegar a casa sólo recibía la consiguiente reprimenda por el atraso, pero aún así la idea seguía bullendo en su mente como una obsesión. Una noche llego a soñar que iba volando sobre una alfombra mágica.
Un día logró colarse en la loza del aeropuerto entre un grupo de pasajeros y en los momentos en que cargaban bultos y maletas, aprovechando un descuido, se introdujo en la cola del avión y se escondió entre el equipaje.
Al poco rato se cerraron las puertas del compartimento de carga. Juanito esperó tenso... Sintió una tremenda vibración y un ruido infernal de motores que ya empezaban a funcionar; El ruido iba aumentando a medida que estos se calentaban y sus hélices comenzaban a girar.
Juanito se sintió aterrorizado y se puso a gritar ¡Auxilio, auxilio! ¡Por favor sáquenme de aquí! Pero ya es demasiado tarde. Percibió el tirón del despegue y la sensación de empezar a elevarse.
Su estomago y su corazón parecían estar en el vacío, sintió nauseas y por primera vez conoció lo que es marearse y su miedo se convirtió en pánico.
Añoró las mínimas comodidades de su casa y admiró el tesón de su madre por presentarles una mesa limpia y una mesa humeante cuando hace frío.
...Por último lo venció el sueño, pese al calor, el hambre y el miedo.
Despertó con el descenso del avión al tocar tierra. El corazón se le encogió en el pecho. Está con vida -¿Pero donde está?, ¿Cuántas horas ha dormido?, ¿Qué pasará si abren la caja del equipaje y lo encuentran ahí? -. Sus preguntas tienen muy rápida respuesta pues se escuchó el sonido que produce el abrir las palancas de seguridad de la bodega.
Los encargados, al sacar las maletas con cara de sorpresa descubren a un niño pálido y asustado acurrucado en una esquina...
Juanito escuchó a personas hablar otro idioma que no entiende, parece inglés. Todos lo miran como a un bicho raro. Escucha luego en su lengua la palabra "pavo" y "policía". No soportando más la tensión, Juanito rompe el llanto.
Se dio cuenta de que nombraron "Miami", ¡Por fin sabe donde está! Ha oído nombrar este lejano lugar a gente que viaja y traen cosas maravillosas que después venden.
Aún ruedan lágrimas de sus ojos cuando se acerca un señor extranjero, tal vez norteamericano, rubio, alto y de ojos azules, como se ve en las películas. Lleva un impermeable forrado en piel y un portadocumento en su mano. Esa mano protectora acaricia su cabeza y habla con los demás tripulantes del avión. Una niña bonita que llaman aeromozas le contó que le habían pagado los pasajes y volvería a Chile en el próximo vuelo.
Le pasan a Juanito un sobre largo, que llaman "Pasaporte". Se despide del gran protector profundamente emocionado y en forma espontanea le da un beso en la mejilla. No hay necesidad de palabras, poseen el idioma universal de la solidaridad y el agradecimiento.
El viaje de regreso fue increíble para Juanito, le ajustaron un cinturón de seguridad. Las aeromozas lo llenaron de bebidas y golosinas y una exquisita comida.
Cuando se atrevió a mirar por la claraboya ya volaban a gran altura. Lejana y pequeña se veía la linda Miami y empezaron a entrar entre las nubes.
De la línea aérea lo fueron a dejar a la puerta de su casa. Comprendió Juanito lo que habían sufrido sus padres, todavía lo buscaban por todo Santiago y especialmente por el área del aeropuerto, donde vivía. Al estrecharse con su madre en un abrazo, ella solo atinaba a decir: - Juanito, Juanito, Juanito.
Juanito trata de contar su aventura, nadie le cree, titubea, tartamudea y opta por callar...
Sube al final de su cuarto que comparte con su hermano. Este le pregunta:
- Dime a mí la verdad Juanito ¿Dónde estuviste?-.
Juanito responde -Viajé en avión a Miami -.
- Durmamos mejor, no estoy para bromas después de la angustia por tu ausencia -.
Juanito apenas fue capaz de dar las buenas noches, los ojos se le cerraban solos preparándose tal vez para otro sueño.