Noche iluminada por las estrellas. Una noche un tanto particular; ella está conmigo. Quizás no sean las estrellas sino sus propios ojos los que me transmiten esa sensación de luz, esa sensación plena de la vida. Pero sé que a ella no le importo. Que no soy su amor correspondido, si es que tiene un amor. Si es que sabe lo que es el amor. Sólo soy uno de los cuántos que le permiten vivir. Sólo soy cuarenta y cinco minutos de su día.
Si supiera.
Si supiera lo que significa para mí un segundo de su presencia. Ese perfume con aroma de mujer, esos labios carnosos, esa mirada penetrante. Todo lo que necesito para seguir viviendo. Aunque a ella no le importe y aunque me cueste millones de míseros centavos tenerla y abrazarla. Ella no sabe - o no quiere saber- que puede ser feliz. Que la felicidad no pasa por la riqueza sino por la sensación de ser amado. Que sería mi más preciado tesoro y que la adoraría con toda mi pasión. Pero ¡cómo va a pensar eso! Ella eligió ese camino, esa cotidianeidad.
Será de otro; en realidad, nunca tendrá dueño. Su indiferencia es como un puñal en mi espalda. Si tan sólo pudiera conocerme, saber cómo me llamo, cuál es mi profesión.... saber que es mi amor utópico y mi musa. Tan solo con su presencia yo podría escribir los más bellos poemas y con su ausencia las más tristes poesías.
Todo es vano. Porque la noche volverá a pasar y ella nunca estará conmigo.