La mano suave del viento se posa sobre mi ventana. Trae olores, viejos perfumes casi olvidados pero que aún son recuerdos y melancolía.
Un silencio solo perturbado por el murmullo salvaje. Solo interrumpido por unas risas lejanas.
En el horizonte oscuro se recortan las siluetas de los viejos árboles, que parecen albergar en sus arrugadas cortezas toda la sabiduría del universo. Que ven pasar a las gentes, ora con alegría ora con pesares, pero casi siempre con dolor en sus almas.
Cuantas veces junto a ellos acariciando sus troncos tan maltratados por los años, he esperado al menos una palabra de apoyo. Mas nunca supe descifrar el dulce susurro de sus verdes hojas.
Sus ramas me sostuvieron cuando aquellas tardes tristes contemplaba como el sol corría hacia su ocaso y una aureola rojiza lo envolvía todo convirtiendo las piedras en oro.
Sus sombras alargadas eran entonces capaces de sumergir en la irrealidad a cualquiera que saliendo de la cotidiana lucha por el poder o el sobrevivir, se parase a contemplarlas. Todas mis fantasías se materializaban en esos momentos y hasta aquel viejo árbol que me sostenía, mi preferido, el mas viejo de todos, parecía cobrar vida. Mas de una vez le vi moviendo sus ramas sin apenas brisa, intentando tocarme. Sí, éramos muy buenos compañeros, de él no cabría esperar ninguna traición.
Cuando por primera vez me enamoré, tan solo a él conté mi secreto. Y cuando junto a aquella hermosa chiquilla paseaba por el sendero, nos cobijábamos en él para besarnos a escondidas.
Aún hoy, cuando me siento desorientado y triste, voy junto a él. Y allí cerca de aquél viejo árbol me siento sobre la hierba y le hablo de mis problemas. Muchas veces diría que en verdad me escucha, a su manera. Después levantándome rodeo su tronco. Algunos corazones se hallan grabados en él, como prueba intemporal de sentimientos de un instante. Y me paro ante el que yo mismo grabé poco antes de que aquella hermosa niña hecha ya mujer se convirtiese en mi esposa.
Me siento invadido de una paz inmensa cuando tras un día agotador sentado en mi sillón, veo jugar a nuestros hijos entre esos viejos arboles. Y como si el tiempo no pasase, como si yo aún fuese un niño, me veo encaramado entre las ramas.
Siempre les he enseñado a amar la naturaleza tanto como yo la amo. Y tal vez por ello y por tantas y tantas cosas mas, siento un nudo en la garganta pensando que mañana no volveré a ver esas serenas siluetas en el horizonte.
Vendrán los camiones, los obreros, las sierras mecánicas y excavadoras. Y él, mi viejo compañero de la infancia y todos los que le rodean, morirán irremisiblemente, para dejar paso al progreso, a una nueva pista de asfalto.
No puedo evitar que el corazón se me encoja al pensarlo.
La brisa templada y suave sigue soplando y las siluetas recortadas en un cielo ya tachonado de estrellas parecen preguntarme: ¿Cuándo despertareis?.
Mas que un cuento es una realidad de nuestros días.Pero precisamente por este detalle creo que la pregunta ni tiene que ir dirigida al personaje del cuento ni a las personas que leemos este cuento y estamos de acuerdo de que alguien tiene que despertar y ver como se está deteriorando nuestra vida por el egoismo del ser humano¿`porque no contentarnos con lo que ya tenemos?Entonces, despertemos a los culpables diciéndoles "por favor no sigais destruyendo todo aquello que Dios construyo, porque cuando lo hizo por algo sería.