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Categoría: Ciencia Ficción

Renelik III (Serie: Biografías)

Emperador de Abisinia, Etiopía. (1831-1901). Ascendió al trono después de la muerte de su padre, quien murió gracias a su mediocridad y a manos de tres “patriotas” miembros del partido modernista. Cuando Renelik III asumió el poder se obstinó de tal manera con la muerte de los tres asesinos que su primer acto de gobierno consistió en conformar, entre grandes revueltas sociales, motines y saqueos, el Alto Comité Abisinio de Venganza, organismo al que se le encomendó la histórica misión de recetar una muerte ejemplar y “moderna”. Para paliar la situación social, que tenía a la ciudad envuelta en capas de humo, el nuevo Emperador se comprometió con su pueblo en la implementación de un programa para conjurar la corrupción e inducir al pueblo Etíope hacia la modernización mundial, para lo cual ordenó la utilización de calzoncillos blancos y realizó los primeros contactos con el Congo para importar cepillos y pasta dental, lo que generó gran contrariedad en los círculos de oposición nacionalista y la retaliación de la crisis social. Mientras tanto, en 1887 en Estados Unidos, fue aprobada la primera silla eléctrica; con el propósito de resarcirse y recuperar su popularidad, Renelik III ordenó la compra de tres sillas para su país, las cuales fueron adquiridas al gobierno de los Estados Unidos con dineros del programa de modernización.


La llegada de tan extraño mobiliario fue objeto de recibimiento marcial y el propio emperador se hizo presente en el muelle para recibir el valioso cargamento. Esa noche ordenó festejos especiales y a media noche, en medio de la borrachera, considerando la apertura de relaciones comerciales con Estados Unidos, la importancia del hecho imperial y la inminente entrada de Etiopía en la modernización mundial, declaró la noche cívica. Tres días después y luego de haberse recuperado de la resaca y la comilona, Renelik III, en un acto oficial al que fue convocada toda la corte, ordenó hacer una prueba de funcionamiento con los tres condenados.


Mientras las sillas eran desempacadas los reos fueron llevados ante la presencia del monarca quien les señaló la inminencia de su muerte. Sin embargo, un hecho insólito cambiaría el rumbo de los acontecimientos; las sillas no pudieron ponerse en funcionamiento por la sencilla razón de que Abisinia no contaba para entonces con energía eléctrica. Como un clamor espectral, una risotada general invadió el palacio; la nobleza se desternillaba de la risa, lo mismo que los sirvientes y demás cortesanos, la guardia rápidamente fue contagiada por la risa generalizada, perdió la compostura y los reos, enajenados entre la risa y la felicidad, lograron desatarse y salir ilesos del palacio. Este simpático y curioso hecho, contrario a la economía del país, generó gran jolgorio entre el pueblo y la nobleza, de manera que durante una semana más se repitieron informalmente las festividades. Para desembarazarse del bochornoso hecho el rey dijo que era su misión otorgar felicidad a sus súbditos, explicación que pareció satisfactoria; el rey cumplía su deber.


Al cabo de este tiempo, envuelto en un gesto de burla simiesca, el emperador apareció en el ventanal del palacio y anunció que aquellas sillas serían utilizadas como tronos imperiales. La concurrencia aplaudió y en los pasillos del palacio se comentó sobre la salida salomónica que el emperador adoptó para resolver un problema tan complejo. Cuando Renelik III se arrepatingó en aquel insospechado trono, lo hizo con el mayor orgullo que puede ejercer un monarca, vistió trajes especiales importados de diversos países, mandó quemar inciensos traídos de la china y se ciñó, con horrendo orgullo, la diadema metálica de la silla. El discurso se centró en los beneficios que traía el nuevo trono, en la necesidad “de comprar la energía eléctrica” y en la importancia que tenía cambiar las sillas cada cinco años. Los invitados a la ceremonia aplaudieron durante tres horas, al cabo de las cuales comenzaron los festejos. Después de aquel original hecho practicante se olvidaron los antecedentes y Etiopía volvió a sumergirse en su vida rutinaria.


Muchos años después, el 13 de septiembre de 1901, aquel imperio despertaría de su prolongado letargo. La General Electric Company hizo una demostración sobre la importancia de la energía eléctrica. Por tratarse de un hecho revestido de excesiva importancia para el imperio, la presentación se realizó en la propia sala imperial. La gran planta fue instalada y la ignición de sus motores se convirtió en todo un espectáculo; a este importante evento el público asistió masivamente y cuando el ruido de los motores rompió el silencio expectante, aplaudió con gran algarabía. Un enjambre de ayudantes y un largo tendido de cables se extendió como una red por el palacio. Sentado en su rígido trono, Renelik III esperaba con ansiedad el inminente festejo; todo estaba preparado para celebrar la llegada de la sociedad etíope a la cima del modernismo. Inesperadamente se mismo día, el 13 de septiembre de 1901, vestido con su mayor gala, Renelik III murió achicharrado; un apresurado sirviente conectó el trono a uno de los cables de la planta.

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