Mientras miraba sus ojos, se preguntaba:
- ¿El espejo miente? ¿Será cierto?
La noche anterior le habían dicho si acaso se sentía enfermo, una tristeza reflejaba su mirada.
Aquella tristeza que el siempre odió ver en los demás.
Ahora el era presa de esa tristeza capas de acabar con todo.
Se preparo un vaso de leche con una tostadas, el maldito desayuno de todos los días, sería bueno alguien que prepare algo diferente todos los días se dijo.
Tomó el abrigo, afuera caía una fina lluvia, tan fina que apenas se notaba.
Se colocó una gorra, una bufanda, y se dispuso a partir.
Camino hasta el muelle. Se sentó en el borde y desde allí observaba los botes con gente que iba y venía. Pronto la garúa había calmado, el sol se asomó tímidamente, como pidiendo permiso para despedirse. Se acurrucó en un lugar y desde allí vio ese atardecer. Sería bueno tener alguien con quien compartir estas cosas se dijo. Su vida era una marea de preguntas sin respuesta. La única persona en quien había confiado ahora no estaba. Había partido. Mientras el sol se despedía, el trataba de recordar un rostro conocido, el olor de sus cabellos. Recordaba cuando ella le decía:
- El día que no me encuentre, quiero que trates de ser feliz es importante que un hombre no esté sólo. – le decía ella.
- Pero me gustaría que te quedes para siempre – le decía él
- Tienes que entender que no podemos quedarnos para siempre – le decía ella.
- Algún día te irás ¿cierto?, te irás tras él – mientras le decía esto el sentía que un nudo le apretaba la garganta.
- Supongo que si, sabes que mi amor por él es muy grande, también te quiero a ti, pero es muy distinto, de eso ya hemos hablado.
- Supongo que tengo que entenderlo, ¿no? – le decía él.
- Si, y me alegra que puedas aceptarlo. El día que me vaya, quiero que busques la manera de tratar de ser feliz, no entiendo porque no buscas alguien desde ahora. – le decía ella.
- Por ahora no quiero a nadie más que a ti, mi vida esta dedicada a ti – eso ya lo hablamos.
- Siempre serás terco, es una parte de ti que puede ser interesante – mientras lo abrazaba, tiernamente besaba sus cabellos.
Llegó el día de la despedida, él no quiso dejarla ir. Sentía que se le iba la vida misma, aquella mujer que había marcado su vida para siempre, ahora partiría.
- Es tiempo de irme, debo despedirme. – dijo ella.
- Irás tras él cierto, ya no puedes detenerte porque él te llama – mientras decía esto un nudo le desgarraba la garganta.
- No quiero que te vayas, quédate un día más, por favor – le dijo casi gritando.
- Me gustaría pero es tiempo. Promete que intentarás ser feliz. Que buscarás el amor que te negaste tanto tiempo por estar a mi lado – le dijo ella casi llorando.
- No me arrepiento no haberlo hecho, sólo quiero que te quedes - mientras decía esto bajaba la cabeza y las lagrimas corrían por sus ojos.
- Ya no llores, quiero que me hagas un favor, quiero que vayas a la panadería de la esquina y me traigas de esos piononos que comíamos mientras mirábamos, como caía la tarde. De aquellos que tienen dulce de leche. – le dijo ella.
El así lo hizo, y regresó lo más pronto posible, quería disfrutar el mayor tiempo posible al lado de ella. Cuando volvió alguien le dijo:
- No pudo esperarte, ella se ha ido, dejó esto para ti.
Mientras leía en un papel “Siempre te voy a amar, aunque esté muy lejos, se que estaré bien… puedes comerte mi pionono, no me voy a enojar..”
Ahora se sentía muy sólo, aquella tarde mientras miraba el atardecer, entristecido miraba el cielo… y dijo:
“Mamá donde te encuentres se que estás bien, se que estas con papá y que ambos son felices… yo buscaré quien me ame como tu lo hubieras querido…”
Aquella tarde comprendió que donde estaban sus padres, siempre estarían seguros. Se secó las lágrimas y marchó a buscar la felicidad.
Eres bueno para ser aficionado... no has pensado escribir profesionalmente