Era el dìa de la Creaciòn, y el Señor creaba a los pàjaros; creó muchos pàjaros muy bonitos, y a cada uno, con su paleta de pintor, le daba hermosos colores; asì, llegó a crear el ùltimo y se dió cuenta que se le habían acabado los colores, entonces le dijo al pajarito: tú te llamaras petirrojo.
Entonces el pàjaro voló y se fuè al arroyito a tomar agua; allí se vió reflejado y se dió cuenta que era absolutamente gris; entonces regresó donde estaba el Señor y le preguntó: ¿Señor, por què me has llamado petirrojo, si soy todo gris? y el Señor le contestó: tù mismo te ganarás una mancha en tu pecho cuando realices un acto de amor, y todos tus hijos y tus descendientes tendràn la mancha roja en el pecho
Asì, el pàjaro construyó su nido, y tuvo una compañera, y tuvieron pichoncitos, pero como sus papàs, eran todos grises, y cuando crecieron todos preguntaban: ¿mamà, papà, por què nos llamamos petirrojos, si somos grises? Y les contaban a sus hijos lo que había dicho el Señor a aquel primer petirrojo; así, esos hijitos formaron nuevos nidos con otras mamàs pajaritas y tuvieron otros hijitos, pero seguían naciendo grises; todos preguntaban y obtenìan la misma respuesta.
Entonces un dìa... a un pajarito es le ocurrió pintarse el pecho con jugo de moras, y quedó pintado de rojo, sí, pero en cuanto se bañó el rojo desapareció; a otro petirrojo se le ocurrió pintarse con un poquito de pintura roja que había en la ventana de una casa, pero la mancha tambièn desapareció; otro se pintó con tempera, pero no había caso, por màs que se preocupaban y trataban de conseguir la mancha roja, no lo lograban.
Hasta que un dìa... un petirrojo que volaba se acercó a un lugar; se acercó, se acercò, se acercò, hasta ver una corona de espinas en la frente de Jesùs; el pajarito había llegado a ver la Crucifixiòn.
Se acercó a Jesucristo y tratando de aliviar su sufrimiento, con su piquito arrancó algunas espinas de la frente de Jesùs; la sangre lo salpicò y manchó su pecho, pero él no se dió cuenta, hasta que se fue a bañar al arroyito, y se vió reflejado en el agua; y se bañó, se bañó, y se bañó,pero la mancha no desapareció; tambièn creyó que solo èl iba a tener la mancha, y que cuando sus hijitos nacieran no la tendrìan; pero cuando poco despuès nacieron los pichoncitos, todos tenìan la mancha roja en el pecho.
Así,el petirrojo, con un acto de amor y misericordia había ganado para siempre la mancha de su pecho,para èl y todas las generaciones de petirrojos que vuelan por el mundo.
Estela Passaglia