Manchita era un perro muy singular.
Fue rescatado de la calle por mi hija de un baldío solitario del paraje donde vivíamos, chiquito menudo y simpático.
Era blanco y marrón, fatigador incansable de correrías.
Pasaron los años y Manchita creció y envejeció.
Yo ya estaba divorciada de mi ex marido, el poderoso industrial venido a menos en la época del corralito.
Pero vivía cerca con mi pareja Armando, lo que provocaba además del escarnio del pueblo, chismes de insondable magnitud, de por qué esa mujer tenía dos maridos en actividad…
Paso el tiempo con muchos incidentes que no vienen a cuenta quizás en otro cuento… y Manchita llego a su vejez y decrepitud. Armando y mi ex marido se disputaban cavar la fosa donde enterrarían al mastín. Uno por demostrar todo su poderío, y el otro por demostrarle todo su afecto, ya que Manchita dormía cerca de él, esperando su final.
Yo mientras era testigo de dichos sucesos, pensaban por que no hacen una fosa común y se entierran los dos, así no hay más problemas…
Mi ex llamo un pocero amigo, realizo el agujero donde deposito a Manchita con una sábana blanca.
Y como corolario hizo una placa recordatoria donde dice:
"Aquí yace Manchita
Tu familia"
No merece mi hilaridad al contarlo, pero al rememorar la historia, todas las aristas y el entorno donde ocurrió me hacen sentir sumamente jocosa y delirante.