"Y he hallado más amarga
que la muerte a la mujer
cuyo corazón es lazos y
redes, y sus manos liga
duras. El que agrada a
Dios escapará de ella;
mas el pecador quedará
en ella preso"
Cuando el hombre de Dios leyó el papel que le entregó el joven sacristán cayó de culo y estuvo sesentiseís días y sesentiseís noches en cama. No hablaba, no quiso tomar alimentos y se pasaba temblando como una enorme masa de gelatina.
La noticia viajó a la velocidad de la luz, surcó montes y llanos, aldeas y pueblos. Con esa noticia los feligreses recibieron el nuevo milenio. Algo grande se iba cuajando en la mente de Dios. Aquello no podía ser, no tenía sentido, ni congruencia, ni aceptaba explicación racional y menos filosófica. Aquello debió ser una canallada de los enemigos del párroco, de los sectarios religiosos o de los haitianos que se habían establecido cerca del barrio hacía dos meses.
Buscaron los libros de la profesía y nada. Consultaron las cartas del Tarox, menos. Consultaron astrólogos, adivinos, pitonisos, brujas y a cuantos estudiosos de los fenómenos ovni. Aquel suceso no tenía explicación.
Hasta le enviaron una carta al Vaticano. El Santo Papa les contestó que la iglesia no podía ofrecerles una respuesta. Reconocieron la santidad del cura y oraban a Dios para que pronto recobrara la salud. Exhortaban al pueblo a rezar y a hacer actos de penitencias.
Pero los comentarios, las murmuraciones eran más frecuentes. El pobre sacristán juraba y juraba que él no sabía nada; negaba conocer el contenido del papel e indicar el nombre de la persona que lo envió. El sacristán llevaba las marcas de la paliza que le dio su padre para que hablara. Por poco lo linchan en la plazoleta de la iglesia. En una ocasión lo acostaron en el suelo sobre un círculo con frases y dibujos; pero ni para Dios el desgraciado mancebo habría su boca.
Noche tras noche los habitantes de la aldea se reunían para rezar, había que pedir al Señor por aquel santo varón, por aquella oveja que había sido víctima de satán, víctima de la maldad de los hombres inicuos, víctima de la serpiente antigua, de Lucifer, del Príncipe de las Tinieblas.
Sesentiseís días y seis horas estuvo el pueblo en ayuno y en oración. Había que vencer la resistencia de las cadenas del dragón de cualquier manera. Al pobre cura lo metieron en un dron de aceite bendito y por poco lo ahogan.
Al finalizar el tiempo determinado para que se rompiera el hechizo el anciano se levantó tembloroso. Tímidamente se asomó por la puerta entreabierta de la iglesia. El grito de júbilo de la multitud congregada hizo que las campanas comenzaran a repicar y el pueblo exclamó con fuerza que había ocurrido un milagro.
Aquella enorme multitud corrió hacia la puerta del lugar sagrado. Era una ola enorme, un río turbulento que fue a dar con el sacerdote. El débil cuerpo cayó sobre el piso. ¡Todos querían besar la sotana del santo!
Hubo un profundo silencio... silencio...silencio... Varios hombres tomaron por los brazos al pobre cura y trataron de pararlo erguido... Haciendo un esfuerzo inmenso logró sostenerse sobre sus temblorosas piernas...
y aquel silencio, y los rostros perplejos de la muchedumbre...Levantó su cabeza y su mirada se clavó en la lejanía... allá, en la otra acera,
Rosita trataba de esconderse tras la vieja pared del colmado... el silencio era más profundo...
La mirada del cura surcó la calle y chocó con la mirad de la chiquilla sucia... Se miraron y ella, con su inocencia, tocaba su vientre y reía...
el párroco volvió a caer de frente y jamás se levantó.
me parece unh cuento muy muy bueno moderno y de muy buen gusto...sigue escribiendo mas