Israel detente, no sigas, date la vuelta y mira atrás. Siempre hay tiempo para un arrepentimiento, siempre hay lugar a un perdón.
Toda la sangre es sangre igual. La que brotó de tí en el pasado y la que arrancas hoy de un pueblo al que torturas.
Toda la sangre es una sangre. La mía fue judía cuando se unió a la tuya en los horrores de Hitler, y negra cuando se hermanó a los pueblos de Uganda, o Liberia. Mi sangre se derramó en Sarajevo y en Chechenia. Y se vino abajo en Nueva York junto a las torres. Mi sangre sufrió las purgas de Stalin y las bombas de Bagdad. Porque sólo hay una sangre y una vida.
Israel no tuerzas la historia de tu futuro. Que no crezcan por tu escombro nuevas generaciones nazis. Que siempre hay viles humanos que germinan en el odio.
Israel, cambia de rumbo. Ni tu dios ni el mío pueden estar de ese lado. Ni tu dios ni el mío valen un charco de sangre.
Que quien fue la víctima no puede ser después el verdugo. Que la sangre palestina ahora es la mía.
Israel, detente, no me hagas esto, que soy el hombre.