Todo estaba preparado para aquel momento tan importante en nuestras vidas.
Tu vendrías a nuestra última cita. Quedábamos en mi casa de veraneo, tu traerías las bebidas y yo prepararía algo de comer; tu, tan impuntual como siempre llegaste 15 minutos tarde, pero al verte se me pasó el enfado.
Allí estábamos, dentro de aquella caseta, sin hablar, tan solo bebiendo champagne, oyendo las olas del mar, como rompían en las rocas... intentábamos evitar el momento de la despedida.
Acababa el verano, y tu volverías a nuestra ciudad, pero a diferencia de los veranos anteriores, yo no volvería contigo, yo viajaría a otra ciudad por descubrir. Allí estaban mis padres, donde ellos decían que volvería a empezar una nueva vida y que algún día lo agradecería.
El momento llegó, y en silencio empezaste a llorar, yo me levanté y te abracé:
-Te juro que yo también lo estoy pasando mal, y esto me duele tanto como a ti, pero...volveremos a vernos algún día- dije intentando que sonara a esperanza
Pasó la noche, y entre tus brazos llegó la mañana y allí quedaste acostado en la que hasta ahora era mi cama, y dormido.
Han pasado los años y sólo se de él que sigue pensando en mi igual que yo en él.
¡Dios! ¿Por qué no puedo salir corriendo y volver a la ciudad donde sé que él me espera?
Pero te juro amor mío, que no puedo, tengo que cuidar de mis padres que me necesitan mas que nunca. Aunque te prometo que el día que quiera hacer mi vida es a ti a quien buscaré....Por siempre quedarás en mi corazón