llegué a la librería y revisé los libros recién llegados. vi obras de Junot, Wittgestein, Sabrino, Borges, Mishima, etc. cuando leí el nombre de Mishima recordé su Tetralogía, recordé que de los cuatro libros de "El mar de la fertilidad", tan solo me faltaba uno, llamado: Nieve en Primavera. lo cogí y caminé hacia a la Caja. mientras lo hacía vi a una joven que estaba laborando en la Caja. la saludé y ella me preguntó por mi salud y mi ausencia. le expliqué los motivos y ella entendió. me contó, mientras recibía el dinero, que su madre había fallecido por cáncer al colon. vi sus ojos y los sentí a punto de lagrimear. lo siento mucho, le dije. gracias, respondió. pagué, pero antes de irme le dije que había visto un bello poema acerca de la eternidad. me miró con sus ojos curiosos y me dijo: ¿cual?. el hijo de la eternidad, le respondí. y, no sé por qué, empecé a declamarle. era algo así:
vientos y olas sacuden los tiempos y la tierra
los ojos del eterno no cesan de llamarme
camino escondido
sobre mantos de carne y ríos de sangre
mi ser no halla descanso ni sueños.
soy hijo de la eternidad
jugando al dolor y alegría
la amplia goma de la dualidad.
empiezan niños y ancianos a cantar
es un himno que sabe a paz
no sé cómo ocultarme
ante tanta claridad
soy hijo de un dios sin mote
camino sin soñar
sobre una tierra que baila con dioses
y sueña con estrellas
ya agotado de viajar
decido desgarrar el fleco con los sueños y realidad
siento que diluye paz por mis venas
luces exprimen mi viajar
disparo un poema y un canto
sacudo mi polen sobre mil almas
revientan luces de una sombra
soy libre en un cielo incansable
soy hijo de lo eterno
soy uno con un dios que ama
soy uno más entre dioses y mas dioses.
que conquistan la eternidad…
eso le dije y ella me dijo gracias. de nada, respondí. cogí mi libro y salí de la librería. la noche alumbraba mi alma. sentía ganas de llorar, de amar sin medida, de escribir un poema, de cantar una canción, de bailar con las estrellas.