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La Hadita Lucía vivía en el Reino de los Sueños Dulces, situado entre el País del Regaliz Rojo y el País de las Fresas Silvestres y muy cerquita del País de Nubes Sonrosadas. Su casa estaba ubicada en un frondoso bosque repleto de setas y campanillas trepadoras.
Estaba a puntito de celebrar su cumpleaños. Por ello, todos los habitantes del Reino de los Sueños Dulces llevaban semanas con mucho trabajo debido a los preparativos que conlleva un festejo como este.
Sabían que en el día de su cumpleaños habría dos cosas realmente importantes. Una de ellas sería su tarta de cumpleaños. Así que enviaron a prestigiosos recolectores de fruta por todo el reino. Su misión era recoger las frutas más dulces y frescas para que los pasteleros elaboraran un postre delicioso.
Y la otra cosa importante en el día de la pequeña Hadita Lucía serían sus regalos. Así que todos sus amigos quedaron para ir a comprar todos los mejores detalles para la dulce Lucía: una pomposa varita mágica nueva, unos encantadores zapatitos de charol para no parar de bailar, unas medias de fantasía, un frasquito de polvos mágicos de luz, unas semillitas de tréboles para plantar en su espléndido jardín, un botecito de colonia de agua de sonrisas... y así hasta completar toda la clase de regalos que una hadita simpática y graciosa como Lucía podría desear tener en el día de su cumpleaños.
No se olvidaron por supuesto de un vestido preciosísimo digno de una bellísima hada como ella. Sus amigos, entre bolsas de todos los tamaños, cintas de colores y papel de regalo, volvieron a casa satisfechos y con una sonrisa enorme pensando en la carita de Lucía cuando viera todos los regalos. Pero cuando volvieron… ¡qué horror!
Los pasteleros, en su empeño de sorprender a la pequeña Lucía, habían elaborado la tarta de cumpleaños más gigantesca que jamás se hubiera hecho. La suma de ingredientes había dado como resultado una masa enorme de colores y texturas que se amontonaban sobre la mesa de la celebración. La visión de la nata rebosando por las esquinas, las guindas que parecían saltar sobre cada piso y las velitas que adornaban la tarta, le iban a dejar boquiabierta, sí, pero también espantada a la pobre de Lucía. Todos los habitantes del Reino de los Sueños Dulces se hartarían de comer y sus vecinos del País del Regaliz Rojo, del País de las Fresas Silvestres y de Nubes Sonrosadas. Incluso podrían repetir cinco raciones de tarta y sobraría aún más de la mitad.
- Pero, ¿qué hacemos para evitar el desperdicio?- se preguntaban todos.
- ¡Yo tengo la solución!- respondió dulcemente Lucía.
Y con su nueva varita mágica convirtió todo lo que quedaba de su deliciosa tarta de cumpleaños en semillas para cultivar todo tipo de hortalizas, frutas y legumbres. Luego las lanzó al Mundo de la Tierra para que al crecer pudieran alimentar a todos los niños hambrientos y así fue como el cumpleaños de la hadita Lucía fue todo un éxito.
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