La noche cubría sus brillosos cuerpos producto del sudor de la pasión. La luna reflejaba sus tenues rayos a través del roció que le daba la bienvenida a un nuevo amanecer, el olor a tierra húmeda se mezclaba con el aroma del perfume natural del amor que resistía a separar aquella fusión corporal perfecta de aquellos seres que no veían mas allá del uno y del otro. Pero aquella alborada a pesar de su propia ensoñación, daba paso a la inevitable realidad que significaba el fin de aquel sueño, la salida del paraíso que abría paso al diario vivir de sus vidas comunes plagadas de resquemores, tensiones y engaños convenientes que formaban sus vidas basadas en comodidades y facilidades utópicas que no hacían mas que armar una pared sobre aquellas vidas y emociones encerradas que deseaban volar mas allá de lo ordinario, de lo rutinario. Aquel bosque era el refugio, el edén de la vida en su máxima expresión donde las pasiones se entremezclaban y se proyectaban en una especie de olimpo donde todo estaba permitido con el solo límite de la imaginación, aquel árbol con aquella cabaña, el lago, las montañas formaban un escenario natural que no ponía límites a aquellos furtivos encuentros, que siendo estos clandestinos eran la razón de existir, de vivir lo verdaderamente importante en la vida, que es dejarse llevar por el deseo. Aquellos básicos instintos no siempre se daban en lo común de sus vidas, donde lo trivial y lo dictado por el sistema eran el reino de lo aceptado, que estaba muy lejos de vivir la vida con la libertad instintiva del ser.
Llegaba el Lunes y ambos amantes se reencontraban con sus vidas, sus empleos y sus familias, la aparente normalidad daba pasó al recuerdo reciente, al sueño aparentemente extinto de aquellos momentos donde solo importaba la reacción natural de los cuerpos inmersos en la existencia de solo dos almas entregadas al placer de la vida. Los días pasaban normalmente con todas sus vicisitudes propias, el trabajo, la responsabilidad, los problemas, etc. Ambos en el contexto de sus realidades, añoraban retomar aquellos momentos de olvido, pero aún quedaban días para el final de la semana en donde retomarían ese secreto que los mantenía atentos y activos, secreto que de ser descubierto se transformaría en un infierno para ambos, pero aquello solo constituía el mal menor comparado con vivir la vida y la pasión como realmente se deseaba, solo eso importaba, mas aún cuando se acercaba el fin de semana y la ansiedad se apropiaba de todas sus acciones. Cada uno inventaba su propia historia furtiva, una escapatoria con dirección al edén que los reencontraría en el olimpo del deseo, donde las hojas, los árboles y la brisa plagada de aromas exquisitos, serían solo el único testigo presencial que es simplemente la contemplación del amor en su máxima expresión…