Cada año, al llegar la primavera, una golondrina venía a anidar en el balcón de Araceli. Para ella suponía una gran satisfacción tener a aquella golondrina como vecina. A medida que pasaba el tiempo ponía allí sus huevos, alimentaba a sus polluelos y terminaban éstos por salir volando del nido, convertidos en lindas aves.
Todo esto lo contemplaba con frecuencia Araceli y llegó a considerar a aquella golondrina como parte de su familia. Hasta le puso un nombre: Mesalina. Así cada año, esperaba Araceli la llegada de la primavera para volver a ver a Mesalina y contemplar como nacían y crecían sus hijitos.
Pero aquella primavera Mesalina no volvió. El nido, casi destrozado por las lluvias y el mal tiempo del invierno seguía vacío y triste.
Araceli pasaba muchos días pensativa. ¿Por qué este año no ha venido Mesalina? ¿Estará enferma, herida o muerta? ¿Habrá encontrado un lugar mejor para hacer su nido?
Y así daba vueltas a su cabeza intentando encontrar una explicación para tranquilizarse.
Recordemos que Críspula, que había sido bruja y se transformó en hada buena y hermosa gracias al cariño de los niños, estaba siempre atenta a las preocupaciones de sus pequeños amigos.
Por eso no podía dejar que Araceli se sumiera en la tristeza y corrió a ayudarle.
- Araceli, aquí me tienes. Con mi magia sabremos qué le ha pasado a Mesalina y la traeremos de vuelta.
- Cuánto me alegro de verte Críspula. No se lo he dicho a nadie. Pero es verdad, estaba muy triste porque este año no ha venido Mesalina. A lo mejor está muerta.
- Lo que suceda pronto lo sabremos gracias a mi magia.
Críspula hizo un movimiento con su varita, pronunció las palabras mágicas necesarias y en seguida tuvieron una imagen de Mesalina. Araceli se puso nerviosa y estuvo a punto de echarse a llorar.
Le había alegrado volver a ver a su golondrina pero era muy triste contemplarla atrapada entre aquellas ramas intentando inútilmente salir. Lo peor no era eso. Un gato la había descubierto y trataba de subir a aquel árbol. Si lo lograba sin duda se la comería.
- No preocupes, Araceli. El lugar está cerca de aquí y con mi magia pronto la rescataremos. Pero tenemos que darnos prisa antes de que ese gato la alcance.
Volvió a hacer un movimiento de varita y pronto las dos se vieron volando hacia el campo en busca de Mesalina. Al llegar a aquel lugar, Críspula con un movimiento de varita y la palabra “pétreo” consiguió que el gato quedara inmóvil como si fuese de piedra.
Subieron al árbol y Araceli, con dulzura fue apartando las ramas que atrapaban a la infeliz golondrina que temblaba de miedo. Luego la cogió en sus manos y la acarició.
- Qué alegría volver a verte con vida. Es la primera vez que te tengo en mis manos y me siento muy dichosa de haberte salvado. Vuela de nuevo y vuelve a hacer tu nido en mi balcón, allí nos veremos.
Mientras le hablaba, Mesalina la miraba con atención como si entendiera lo que le estaba diciendo. Enseguida Araceli la dejó libre y la golondrina emprendió su vuelo feliz.
Críspula sonrió y miró complacida a su amiga.
- A mí me gusta que los pájaros vuelen libres. Cuando cantan en una jaula siento que su canto es de tristeza. Por eso me encanta Mesalina, que vive en mi balcón pero siempre va a donde quiere.
Pronto vio Araceli cómo reconstruía su nido y a medida que el tiempo pasaba volvió a ver que ponía los huevos y volvía otra vez el ciclo de la vida.
Que poder mágico tienes, amigo del alma mía, que con tus cuentos me tienes con toda el alma prendida. ("El nido vacío", de Celedonio de la Higuera)