A la distancia te espero, tal vez por costumbre, tal vez porque te amo a pesar de todo. No espero de ti más de lo que tú me has dado, simplemente, aguardo con la esperanza de que tal vez tu también me recuerdes y guardes en ti, sentimientos tan bellos como los míos.
Hoy, te observo en la lejanía, porque acercarme a ti sería una manera de lastimarme a mi misma otra vez. Mi vida siempre ha sido una ironía, amarte fue una forma de escapar de ello... perderte, fue volver a empezar nuevamente, pero esta vez cargada con una valija de buenos momentos que no volverían y la angustia misma de saberlo.
No pretendo que me ames... sé que ya es tarde para eso. Me equivoque contigo. Cometí tantos errores cuando te tuve a mi lado, que sé que no hay ninguna probabilidad de que regreses a mí. Te has vuelto como una especie de fantasma en mi memoria, pero en mi corazón tu nombre galopa al ritmo de mis látidos.
Llegaste a mí en un momento en que la vida acababa de jugarme una carta cruel, y como un naufrago me aferre a ti, fuiste mi bálsamo, mi intento de hallar algo normal en este mundo que lograra que mi vida se encausara.
He tratado de admitir sin ningún tipo de reservas que en los primeros meses de nuestra relación, tu resultaste herido y que mis constantes cambios de humor, te llevaron a levantar murallas que luego para mí se convirtieron en muros inquebrantables. Sé que te lastime, no veo tu actual actitud como una especie de venganza hacia mi... sé que es más simple que eso, has dejado de amarme y aunque te parezca increíble, te comprendo. Pero comprenderte no quiere decir que no duela.
Duele, tanto tu ausencia, como tu silencio. Duele en el alma, en la piel, en los huesos, en cada caricia que se ha quedado prendida a mis manos y que ya no me permites regalarte. Duele el silencio de tus labios, la frialdad de tu mirada y esa manera desafiante que tienes de levantar la voz cuando dices que ya no me amas. No pretendas que además de comprenderte lo acepte.
Tu sabes que no puedo dejarte ir. Debo luchar por ti, como tu alguna vez luchaste por rescatarme del infierno, debo aferrarme a lo que aún queda de lo que alguna vez fuimos, para despertar alguna brasa en esas cenizas y apurar el fuego... para traerte de vuelta a mí, para que ese amor por mí vuelva a encenderse.
Lucho contra el tiempo... bandera cruel que se levanta en la mañana, lucho contra la posibilidad de que los días transcurridos te aparten aún más. No pretendo ganar esta batalla en horas contadas. Sé que el olvido ha calado hondo en tus huesos, pero algo debe de quedar de mí, en ti... ¿algo quedará?
y además muy bien relatado. Leyendolo se me ha calado tu angustia. Te deseo suerte en tu batalla y ya sabes donde hubo fuego cenizas quedan. Suerte