Darío estaba apoyado en un auto negro mientras se fumaba un cigarro. Su seriedad lo alejaba del mundo y en su interior soñaba secretamente con que ella llegara. El solo hecho de imaginar sus labios mojados por la saliva de su boca...
Pero sus sueños se harían realidad esa misma mañana. Dalma se le acercó y le levantó el rostro con sus dedos suaves dándole una sonrisa de muerte, que le congeló hasta la última gota de sangre de su cuerpo. “Estás raro hoy”, dijo al tiempo que acercaba su cuerpo tibio. Él no podía dar crédito a lo que estaba ocurriendo, después de haber esperado tanto tiempo que le diera una sonrisa, que le permitiera acariciarla… recordaba las veces en las que siquiera había tenido la osadía de acariciar su cabeza ella se alejaba con claras de muestras de rechazo. Tal vez era muy fría o tenía miedo del amor… o tan solo… bueno, en fin, ya no importaba nada, ahora tenía que acostumbrase a tenerla cerca, a sentir el olor de su pelo, de su perfume; hasta podía sentir el aroma de su cuello porque ella lo había abrazado por primera vez y él se estaba entregando por completo.
Finalmente Darío sintió el aliento de Dalma en sus labios, ya faltaba muy poco para sentir un beso suyo y experimentar lo que era la gloria. El cigarro cayó al suelo para dejar libres las manos del chico y abrazarla… pero de pronto sonó el timbre para volver a clases y avisar que el recreo había terminado en la universidad… en realidad era el despertador que avisaba el comienzo de un nuevo día.