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EL YOGUI

Se levantó muy temprano, antes de las seis de la mañana. Éramos compañeros de cuarto y este tipo, era un caso extraño. Decía que era un yogui. Se sentaba en posición de loto y entraba en un viaje de paz, tal como decía. ¿Qué sientes?, le preguntaba muchas veces. Paz, respondía. Mucha paz... Es como si dejaras tu cuerpo laborando sin parar y tu, te pusieras a sentir lo que es ser libre de un cuerpo, y viajas a lugares sencillos, como al pasado, al futuro, o estás en el presente fisgoneando todo cuanto ocurre. ¿Nada mas?, pregunté. Nada más, y eso es todo. Mi compañero volvió a cerrar los ojos y se puso en trance por más de dos horas. Esto lo supe pues me había bañado, había tomado desayuno y subí a despedirme de mi compañero. Allí estaba, sentado como un buda, parecía ser que algo sucedía en este amigo. Una vez, todo el cuarto estaba oscuro. Iba a prender las luces pero mi amigo hizo un movimiento y murmuró que aún no. Me acerqué al lugar de donde provenía el sonido y pude ver que era mi amigo. ¿Eres tú? ¿Estás allí?, pregunté. No respondió, pero, de pronto, me acerqué hasta donde estaba y vi que una luz, que no era de ningún lugar ni espacio, florecía alrededor de mi compañero de cuarto. ¡Dios, eres luz!, le dije. No escuché respuesta... Salí de mi cuarto y pedí a la dueña de casa que me cambiara de cuarto. Al día siguiente, ya estaba en otro cuarto. Este era pequeño y cabía una sola cama. La mía. Viví solo y al cabo de un tiempo, olvidé a mi amigo el yogui. Una mañana, mientras salía de mi cuarto escuché esos sonidos que sabes que son problemas. Me acerqué hacia el lugar de donde provenía el ruido y vi que provenía del cuarto de mi amigo el yogui. Entré y vi que estaba la dueña de la casa, un oficial de la policía, dos estudiantes, vecinos y yo. ¿Qué ha pasado?, pregunté. Uno de ellos me contó que la noche anterior escuchó gritos como los de un mono. Se acercó y tocó la puerta. Nadie respondió. Este abrió la puerta y vio que un cuervo salía del cuarto volando y graznando sin parar. Entró y vio la ropa de mi amigo, tirada por el suelo. Desde esa mañana, mi amigo no se le ha vuelto a ver... Pero, desde aquel día, muchos de nosotros sienten, mientras duerme, un calor en el fondo de los pies. Abren sus ojos y ven un puntillo de luz en la parte izquierda superior de sus cuartos. Y esto sucedió hace unos días en que no se le ha vuelto a ver a nuestro amigo el yogui. Luego de una gran turbación, todos los asumimos como algo de nuestro amigo el yogui, y volvimos a nuestra rutina cotidiana. Sin embargo, en cuanto a mí, cada noche sentía un calor, una luz apegándose a mi rostro... Trataba de abrir los ojos, pero nunca pude hacerlo, y cuando los abría, veía nada que no fuera la oscuridad de la noche. Una noche, mientras llegaba a mi cuarto, le vi a mi amigo el yogui. Me asusté pues pensé que trataba con un fantasma. Este me miró a los ojos y como ya oscurecía, su rostro volvió a encenderse. No dije nada, tan solo le vi desparecer como si fuera una vela apagándose. Adiós, le dije y esta luminosidad pareció entenderme. ¿Por qué? Pues, porque cuando vi una luna en la noche, a través de mi ventana, pude ver el rostro del yogui entre las nubes grises de la noche, al mismo tiempo aprecié dos alas escarlatas atadas a su cuerpo, así como la cola de una estrella...



San Isidro, Mayo de 2007
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 18573
  • Fecha: 27-05-2007
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5
  • Votos: 75
  • Envios: 0
  • Lecturas: 4427
  • Valoración:
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