Éramos tres amigos que compartíamos una cabaña alquilada en el corazón del parque nacional José Armando Bermúdez próximo a la aldea La Ciénaga. La Ciénaga es una aldea polvorienta, llena de gente devota, religiosa, de gente muy sana en actitud, llena de colorido y vida, esta aldea tiene muchas cosas de las que debemos de aprender. Para el día siguiente, intentaríamos coronar el pico Duarte, el más elevado de las islas caribeñas, 3,098 metros.
Al día siguiente nos levantamos temprano e inmediatamente fuimos a desayunar para no estar tarde a la reunión con nuestros guías de montañas, ahí nos dieron el itinerario final de la expedición. Unas horas más tarde hicimos confirmación de equipos de montaña y de senderismo con nuestros guías, para tener todo lo necesario para la aventura. Una vez terminada la reunión salimos moviendo ligeramente las piernas por el sendero, así iniciamos nuestro proceso de aclimatación de altura. Después de un buen descanso a caminar en ya la luz del día para llegar a Los Granizos, por primera vez pudimos apreciar la majestuosidad de este lugar, las grandes montañas que rodeaban el río que subíamos a su costado, la construcción de crucecitas en piedra, el tallado de las rocas con oraciones religiosas y la gente siempre nos recibía con grandes sonrisas y cálidos saludos. Entrado ya el medio día nos detuvimos a almorzar para recuperar energías pues venía la subida al pico donde ya comenzábamos a ver altas montañas con picos nevados, luego de cruzar puentes colgantes suspendidos a alturas que mejor no mirar abajo, iniciamos la subida al pico, que nos tomó unas 3 horas. Al llegar a la cima, Rosa María Díaz, uno de los tres amigos que compartíamos una cabaña alquilada, comenzó a sentirse débil y se desplomó desmayada sobre mis brazos. Vimos cómo una chica tan llena de energía y alegre puede hacerte pensar sobre el valor de la vida y la importancia de la muerte.
Ya no pude callar más nuestro secreto. Pronto advertid a todos que yo había puestos mis ojos en aquella chica haces aproximada 3 meses y que representaba el 50% de un embarazo de 10 semanas. Imaginaste los miles de comentarios que nacieron de aquella revelación. Yo, particularmente me mantenía sin soltar un sonido por mi boca y sosteniendo a Rosa María contra mi cuerpo solo pensaba en la criatura de aquel vientre y en las futuras contracciones de una mujer enérgica, alegre y valiente. Pensaba que si va a ser turbulento, pero dentro de esa turbulencia habrá milagros, habrá alegría, habrá lágrimas, habrá belleza. Habrá los sonidos de una vida que desaparece, que ya no será, y los sonidos de una nueva vida que emerge, que aún no podemos siquiera imaginar. Quizás por sus efectos de mi egoísmo, no pensaba en la salud de Rosa María. Pero lo imperdonable, era que yo mismo fui el creador de aquel plan siniestro. Yo y con la colaboración del tercer amigo que compartíamos una cabaña alquilada habíamos pensado que con tal caminata y la altura del pico Duarte, ella abortaría.
Aunque no todas las personas reaccionan igual ante los mismos estímulos, pero como regla general existen sucesos que alegran, que deprimen o que relajan. Hay vicisitudes de nuestra historia que estimulan al ser humano y a partir de ahí se ha marcado nuestra vidas. Hechos como esta tragedia que puede elegir el fondo ideal para crear el ambiente perfecto. Como señalaba la misma Rosa María, “La música se adapta a los lugares donde tú pienses usarla”. O como mi padre me decía “Cada éxito tiene su ambiente; y viceversa.”
Pero no siempre hay que apelar a la confección hablada por el sonido de la boca. Me explico; ni el tercer amigo y ni yo declaramos nuestras verdaderas causas de aquella aventura, no las tragamos hasta ahora que la estoy escribiendo. Hechos, arrepentimientos, meditaciones y otros elementos de la vida generan inigualables efectos de indemnización. Al respecto, la señorita Díaz aseguraba el universo de por sí tiene sonido y los seres humanos reaccionamos tanto a los sonidos de la naturaleza como a los que nosotros mismos producimos. En conclusión, cada lugar tiene un sonido que va de la mano con lo que se hace en dicho espacio. Todos los sentidos son igualmente importantes para lograr un espacio equilibrado y en armonía, decía Rosa María. Y cerrando los ojos me trasladé al momento que la vi por primera vez. Y mis recuerdos me permitieron a saborear cada segundo que consumimos juntos. Pude sentirlos y escucharlos, si no a través de las palabras, entonces con el corazón.
Cuando ella despertó me dijo que no me aferrara a ella con mi dolor, porque entonces no voy a conseguir mis alas y no voy a poder volar y hacer lo que tengo que hacer. Así honré sus vidas viéndolos libres, volando con sus alas, cumpliendo el próximo propósito de su alma.
No supe nada de ellos hasta que una jovencita de unos 24 a 25 años se presentaba a la entrevista de trabajo de mi Spa, una empresa que sugiere sonidos de la naturaleza que ayuden a lograr un estado de relajación. El físico de aquella joven me trajo el recuerdo de Rosa María. Su apellido lo confirmaba. Josefina Díaz era su nombre. No pude callar mas y le pregunté por su madre. Josefina me relató una envidiable madre. También me relató que Rosa María se había licenciado en Música como ella, pero que nunca se le había dado la oportunidad de un trabajo digno para vivir y murió pobre pero agradecido de Dios. Y yo le pregunté sobre su padre. Josefina me confiesa que no lo conoció, que su papá había fallecido cuando ella tenía 10 semanas en el vientre de su madre. Pero que su padre murió rescatando a su madre en la cima del pico Duarte, cuando su madre se precipitaba por un abismo de aquella elevación. Y que su padre primero y después ella eran los sonidos de su composición. Y le dije que éramos tocayos, porque mi nombre era José. Y ella muy feliz me dijo que lo llevaba por su padre. Calle por unos pocos minutos, porque ella me interrumpió con esta pregunta: ¿Cuándo podrías saber de su decisión sobre el puesto? Y le dije desde ahora eres parte de esta empresa, eres un miembro más de la gran familia del spa Los Sonidos de Una Nueva Vida Que Emerge.