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Las lineas de la pizarra

Sea, pues, para empezar.....

Comenzaba de este modo la lección. Cincuenta niños, sentaban los apuntes, los libros, los esquemas. Y trataban mucho tiempo en apreciar la escritura senoidal y pesada, del profesor en su silla. No se levantaba nunca para seguir, y esto conducía a unos giros de las líneas, que se escondían, parecía, hacia el fondo de la pizarra. Y por eso, en la esquina superior derecha, una firma de un antiguo alumno, permanecía inmóvil, habiendo visto pasar, debajo suyo, lecciones de gramática, filosofía, matemáticas, música. Las líneas, desde un principio rectas, al momento sentían el peso y caían hacia abajo. Y no se sabe a ciencia cierta, en qué momento preciso la linea empieza a sufrir esas fuerzas verticales. Muchos, señalando dónde comenzaba la caída, coincidían en una zona precisa, pero ninguno podía discutir con el de al lado, ¿es aquí?. O bien podría ser aquí.

Decía, que todo es lo mismo que en la pizarra quedara escrito.

Porque desde el momento mismo, no sé cuál, comienza la caída. Las líneas de la pizarra. En un momento que nadie conoce, diferente para todos, pero que a todos nos concierne, en ese momento, la línea empieza a sentir hacia abajo un tremendo peso. Y si bien podría haber seguido recta, hasta el otro extremo de la pizarra, para comenzar de nuevo desde el principio, justo debajo de la anterior, no ocurre así. Hay un preciso momento en que empieza a conducirse como movida por un invisible imán, hacia abajo, y aunque se intente, cualquier esfuerzo solo acentúa el movimiento, que se hace mucho más pendiente, hasta acabar en el borde de la pizarra.

Y en la caída, cuando nos damos cuenta de que nuestro trazo no es recto, que la tiza en la pizarra ha tomado ya costumbre de moverse en vertical, entonces nos damos cuenta. ¿Qué ocurre?, ¿por qué no puedo escribir derecho y lineal?. Y queda atrás, en el olvido, la escritura pausada y bien formada del principio. Entonces no nos dimos cuenta de su trazo tan perfecto, de su cadencia y su buen ritmo. Solo ahora, cuando contemplamos sin remedio cómo nuestra escritura se hace deforme e irregular, y muchas veces ilegible, solo entonces volvemos la vista hacia el comienzo de la línea, y nos preguntamos ¿por qué no puedo escribir como entonces?. Y admiramos la belleza de los signos con que empezamos, y nos decimos al final con sinceridad, que aquello es imposible que vuelva en nuestro trazo. Y al final, resignados, asumimos, viendo los demás trazos, que así tal como sucede, es como se debe escribir.

Con una firma de un antiguo alumno, en la esquina superior de la pizarra, inmóvil, inalcanzable.

Y cuando vemos la pizarra vacía, y una joven mano que coge una tiza. Cuando vemos que con dificultad comienza la primera mayúscula de la primera palabra de su primera línea. Nos damos cuenta de qué es lo que sucederá, también para el joven escritor. Pero no podemos aconsejarle, no podemos guiarle, marcar con una línea perfectamente paralela por encima de la que escribir. Sólo podemos observar, y darnos cuenta, antes que él, del fatídico momento en que abandona el trazo recto, y comienza a girar levemente. Y las aes ya no son aes, y las bes no son bes, pierden importancia frente al movimiento vertical, frente a la caída que todo lo domina. Y en un momento dado, cansada la mano de escribir, el joven, no habiendo hasta entonces levantado la vista para releer lo que había escrito, de lo primero que se da cuenta al distanciarse un poco de la pizarra, no es ni del contenido ni de las formas conque ha escrito, sino de una linea, una linea blanca sobre un fondo verde oscuro, una linea que comienza recta, pero en un momento dado que nadie puede señalar, tiende a doblarse hacia abajo, y a partir de entonces.... Y nos mira, se gira y nos pregunta, a nosotros que ya hemos escrito muchas líneas, ¿por qué ocurre esto?. Y no sabemos qué decirle. Se ha de resignar a continuar escribiendo, aun sabiendo que esa pendiente no conduce a ningún sitio, más que al borde de la pizarra, a partir del cual no se puede escribir. Y el contenido de lo que escribe, si era una historia de amor, si era un cuento fantástico, no importa, pues en su trazo, en su mente y en su corazón, solo cabe esperar con miedo el momento en que la tiza tropiece con el borde, metálico y frío de la pizarra, a partir del cual nadie sabe cómo escribir.
Datos del Cuento
  • Categoría: Metáforas
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1 comentarios. Página 1 de 1
Anónimo
invitado-Anónimo 27-01-2003 00:00:00

Me gusta, aunque seguro que muchos no captan el mensaje. Espero que sigas así. Un saludo.

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