Cuando Margarito Leyva enterró la barreta en el suelo con el único fin de sembrar un pequeño ciruelo; estremecido y con gran horror vio como del suelo salió un brote de sangre, entonces corrió hacia la casa más cercana del pueblo y después hasta encontrar a alguièn conocido y de confianza a quien pudiera contárselo. Pensó que todo era un acto de brujería o algo inexplicable lo que sucedía, para que la tierra sangrara en ese lugar.
Mientras Margarito corría por las calles del pueblo y la gente se preguntaba que le había pasado para que actuara de esa manera, tan desesperadamente, como buscando a alguien que se le había perdido y el cual temiera no encontrar; se le había cruzado por la cabeza los recuerdos de las antiguas conversaciones de su abuela, cuando el era muy pequeñito y se dejaba seducir por las historias y relatos de la vieja anciana. Una vez le dijo –Mijo, cuando los últimos días de la existencia estén por llegar, se verán cosas extrañas, muchas sin explicación. Inclusive recuerda que le dijo que la tierra sangraría porque en ella recobrarían vida los muertos que dormían bajo el calor de sus raíces, el en ese entonces lo tomo todo como un juego, como simples historias divertidas y de ahí no pasaría nada más que a ser recuerdos, ahora piensa que la viejecita no mentía, que el fin se acercaba.
Al pasar por la Avenida Gómez Magón, se acordó que quedaba cerca la cantina de Primitivo, pero también recordó que era entre semana y sus compadres seguro estarían en sus encierros trabajando como era la costumbre. Entró y dentro del pequeño lugar estaba su cuñado, Macario, quien había tenido una pelea con su esposa y estaba desquitando el coraje que sentía con puros vasitos de alcohol.
– Margarito, qué te trae por aquí tan temprano cuñao.
– ¡Macario, Macario, qui qui, quiero contarte algo, algo!
– Pero cálmate hombre, cálmate, a ver tomate un traguito y cuéntame mas despacio.
– ¡La tierra sangra Macario, la tierra sangra!
– Cómo que sangra, te sientes bien cuñao.
– De veras, no te estoy mintiendo, te digo que sangra yo la vi, es el fin Macario, es el fin.
– De qué fin me estas hablando hombre, explícate cuñao, dónde sangra la tierra, donde.
– Vamos te voy a enseñar donde es, andale acompáñame, haya deje todas mis cosas: la barreta, el caballo, mi soga, la pala y los palos que iba a sembrar, vamos, acompáñame cuñao.
– Vamos pues, a ver que pasa, pero nos llevamos la botella por si se requiere valor jejejejeje. –No bromees cuñao, replicó Margarito ofendido.
Así se encaminaron al lugar en que había sucedido el hecho que alteró a Margarito, cuando llegaron, Macario, el cuñado de Margarito, pudo darse cuenta que efectivamente del lugar en donde se encontraba la barreta clavada había salido sangre, como si la tierra sangrara, pero ahora ya no era un chorro que fluyera mojando y extendiéndose por el suelo, sino que era una mancha húmeda que aún brillaba con los nítidos rayos del sol.
– Es cierto Margarito, esta extraño esto cuñao, yo pensé que eran puras jaladas tuyas.
– Te lo dije Macario que yo no te mentía, ya vez, ya vez, como sí es cierto
– Si, si, ya lo veo.
– Hay que escarbar Margarito, a ver si sangra más, quita la barreta.
– No, no, y si es brujería
– Pues por eso, a ver que hay debajo.
– Cuñao como eres miedoso, a ver lo voy hacer yo.
Al quitar la barreta salió un chorrito de sangre que bajo la barreta hacia presión queriéndose liberar.
–ya vez que si sangra Macario, recojamos todo y vamonos, vamonos ya
– no pos si, pero no, no nos vamos, ya me entro la curiosidad cuñao
– como eres necio hombre
– Déjame darle un traguito a mi botella y seguimos.
– Vamonos, vamonos Macario.
– Cállate hombre y pásame la pala.
Y al ir escarbando la tierra, como a unos quince centímetros de ella fueron descubriendo un cadáver, un cuerpo que había pasado a mejor vida durante la noche anterior y decidieron quienes lo habían matado, que ese era el lugar perfecto para su eterno reposo.
Después de ver esto, Macario, quien ya se encontraba un poco tomado, y Margarito salieron corriendo del lugar, olvidando hasta la botella de tequila y buscando la casa más cercana al pueblo o a alguien conocido a quien se lo pudieran contar.