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El festejo por los 200 años

~El rechoncho hombrecito, disfrutaba con una amplia sonrisa su flamante triunfo. Mientras el Presidente del tribunal pedía repetidamente orden en la sala, el revuelo general, iniciado al comenzar la lectura de la sentencia, comenzaba a disminuir y le permitía al juez, continuar la lectura.
- En definitiva – prosiguió – este tribunal resuelve fallar a favor del damnificado otorgando plenos poderes y la potestad para hacer su voluntad a sazón de que ha sido utilizado su nombre sin su consentimiento. Como resarcimiento, se impone una multa de un millón quinientos mil pesos.
El griterío que siguió a la lectura fue ensordecedor. Al mismo tiempo, comenzaron los desmanes y desbordes típicos, provocados por la mitad de la corte que no había sido favorecida y que consideraba que se estaba perpetrando una gran injusticia.
Vicente se levantó, abrazó fuertemente a su abogado y con una amplia sonrisa se retiró del recinto por una puerta lateral. La alegría lo desbordaba. Por primera vez en su patética vida, había hecho algo importante. Ingresó en la primera sala que cortaba el pasillo y se sentó en una banqueta frente a una mesa vestida y repleta de tazas y todo tipo de bocadillos. Por primera vez en el día, disfrutó de un café caliente que acababan de servir.
Su abogado entró más tarde y volvieron a repetir el abrazo.
- Le dije que lo íbamos a lograr. Imagínese que va a recibir un millón y medio de pesos por esta demanda. Ni en sus sueños pensó jamás tener una suma así.
- Es verdad, pero... ¿ahora cuanto tenemos que esperar para cobrar esa plata?
- Seguramente el fiscal apelará, lo que llevará un período de evaluación del fallo. Pero finalmente se verán obligados a efectivizarlo ya que lo resuelto no es, para nada, discutible. Calcúlele uno o dos meses, tal vez un poco más.
- Es demasiado. Necesito esa plata ya. Vos sabes que quiero ir a la corte suprema.
- ¿Cómo? ¿Otra vez con lo de la corte? Creí que había sido bastante claro respecto a ese tema...
- Quiero hacer la demanda en la corte suprema. Quiero el control absoluto. No se trata solo del dinero. Yo te avisé que el dinero era solo un medio para un fin. Mi objetivo es la cima. A todo o nada. Hasta que no llegue a lo más alto no pienso detenerme.
El abogado lo miró con compasión. Si bien no era la primera vez que le decía la barbaridad del control absoluto y que emplearía el dinero para avanzar con la demanda, siempre había supuesto que una vez que ganara el primer juicio y viera todos esos millones juntos, se le pasarían los delirios de dictador.
Se encontraba en una encrucijada. No sabía si debía aceptar o no. Con la primera demanda debería hacerse con unos cuatrocientos mil pesos; pero si continuaban adelante, podría alzarse con un botín mucho mayor pero que suponía abandonar lo otro. En fin, si salían airosos, y se quedaban con el control absoluto podrían acceder a todos los millones del Banco Central. Pensándolo de ese modo, le resultaba viable poder acceder a la petición del gordo.
- ¿Y, abogado? – le preguntó Vicente, devolviéndolo a la realidad – ¿Vamos a hacerlo? O tiene miedo.

El abogado, tragó saliva.
- Me parece que con el precedente del primer fallo, tenemos muchas chances de ganar la demanda en la suprema corte. Seguiremos hasta las últimas consecuencias. Después de todo es realmente un gran perjuicio haber empleado su nombre sin su consentimiento, Sr. Vicente.
- Ya lo creo. Es la primera vez que el nombre de mi familia va a quedar bien parado en la historia. Y los responsables de este avasallamiento van a caer. Con mi demanda a la Suprema Corte, voy a hacerme con el control absoluto del país y desde ese instante seré yo quien tome las decisiones. Se acabará el hambre, la inseguridad y la corrupción. Disolveré el congreso y el gabinete de ministros. Todo el poder recaerá sobre mí, pero estoy plenamente capacitado para ejercer mi labor ciudadana, con honestidad y civismo. Seré un presidente brillante. Y usted mi querido amigo – señaló solemnemente al abogado- será mi vicepresidente. El mundo va a conocer una nueva forma de hacer política de estado. Y este país saldrá adelante de una vez por todas.
El abogado, en un arrebato de júbilo, se levantó y comenzó a aplaudir y gritar a viva voz:
- ¡Viva el presidente ¡ ¡Viva el presidente!

 

En el pasillo, un enfermero que escuchó el alboroto abrió la puerta de la cocina y encontró a los dos pacientes sentados en la mesada, con dos servilletas azules en lugar de corbatas y una caja de zapatos haciendo las veces de maletín. No pudo contener la carcajada cuando escucho al más joven gritar:
- ¡Y Nunca más, el gobierno, podrá emplear indiscriminadamente el nombre Vicente Nario para ningún festejo ni fin oficial, sin mi debida autorización!

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