Ana era una niña de ocho años, que estaba esperando el día del libro. Esperaba impaciente ese día.
Un día por la mañana se estaba preparando para ir al colegio y al salir de casa vio a hombres regalando flores a las mujeres y a mujeres regalando libros a hombres.

- ¡Por fin es el día del libro! – exclamó Ana muy contenta.

Y se fue corriendo al colegio, mientras miraba lo que pasaba. Cuando entró por la puerta del cole, vio lo mismo que pasaba afuera pero con niños y niñas. Al entrar en clase vio a niños y niñas regalándose libros y flores. Pero ella, era la única que no había traído nada, ni siquiera un libro para Ramón, que era el chico que le gustaba.

A Ana le regalaron tres flores: una de Enrique, otra de Daniel y otra de Isaac. Pero de Ramón no recibió ninguna. Ana se veía un poco triste, por lo de las flores. Al cabo de unos pequeños instantes:

- Hola Ana –dijo Ramón-.

Ana se puso colorada y no sabía que hacer. Se sacó un libro de la mochila, que guardaba para leer en el tiempo libre, y le contestó:

- To..to..mm..ma e..e..es..to..to es pa..pa..ra tiiiii –le dijo bastante nerviosa-.
- Gracias –le respondió agradecido-. Y se fue ha hablar con sus amigos.

Cuando entró la profesora en clase, todos se callaron menos un grupito que estaba hablando como si no pasara nada.

- ¡Silencio! –gritó la señorita un poco enfadada-, hoy es el día del libro –continuó diciendo- ahora iremos a ver la obra de teatro “La Leyenda de Miguel y el Dragón”.

Todos se pusieron a gritar de contentos.

-¡Silencio, por favor!¡Quién vuelva a gritar lo voy a castigar!.

Después bajaron en silencio al salón de actos, tras mandar callar la señorita un poco enfadada por el alboroto.

Cuando se acabó la obra se fueron al patio. Ana jugó con sus amigas Raquel, Laura y Sara todo el rato. Al acabar, subieron a clase, y por el pasillo vieron que el director le daba una rosa a la señorita Elena, todos se pusieron a gritar:

- ¡Uuuuuuh, uuuuuuh, al director le gusta la señorita Elena!.

Cuando Ana se fue a casa, muy deprimida, vio un paquete, fue a ver de quien era, y Ana no se lo podía creer, era un paquete de Ramón para ella. Ana entró en su casa, lo abrió y se encontró un ramo de rosas y una margarita, con una carta enganchada que decía:

“Querida Ana: Te quiero desde que te vi, pero no te lo he podido decir, así que he esperado el momento oportuno para decírtelo. Ahora ya lo sabes. Firmado: Ramón.”

Ana a la hora de cenar se lo explicó a sus padres y a su hermana mayor. Su hermana le decía:
- Mañana le dices que sí, una oportunidad así no se encuentra siempre.
- Sí, tu hermana tiene razón –dijo su padre-.
- ¡No, no y no, tú eres demasiado pequeña para tener novio –dijo la madre enfadada-.

Ana por la noche no podía dormir, pensando en Ramón y en lo que le habían dicho sus padres y su hermana.

A la mañana siguiente, Ana se fue corriendo al colegio y se puso a buscar a Ramón, y cuando lo encontró le dijo:

- Ramón yo también te quiero, pero no te lo podía decir.
- Entonces, ¿quieres ser mi novia? – preguntó Ramón-

Ana le dijo sí moviendo la cabeza. Y desde ese día Ramón y Ana fueron novios. Al salir del colegio sus padres y su hermana le preguntaron que había decidido, y Ana les dijo:

- Sí, le he dicho que sí.
- ¡Bien! – gritaron su padre y su hermana.
- ¿No te había dicho que no podías ser novia de él?. ¡Te quedas castiga sin tele una semana!, y si continuas así, por un mes – dijo su madre al 100% enfadada.

Y así Ana tuvo novio y se quedó castigada una semana sin tele o ... un mes, pero a ella no le importó.