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Hombreperruno

No creo ver de más cuando el brillo de unos ojos aturde el juicio y el rigor de un concepto. Todo entendimiento se hace vidrio roto cuando asoma la pureza del instante cargado de ahoras, aquíes, y vellosidades doradas que flagelan toda duda que se aferra con escariados dientes de este mágico ahora... Siento belleza mientras escribo, leo, respiro... Soy un dios hecho carne, alguien que roza la eternidad con el pellejo que lo cubre... Mis pasos llegan lejos en el tiempo como esas lenguas de fuego que brotan del Sol cuando revienta una que otra masa de fuego en su interno. Soy divino como ese chorro que cae de un caño, armonioso como los sonidos de un piano dentro de una caverna... Mi cuento es simple, trata de un hombre que siente que es un perro. Camina en cuatro, ladra, se rasca, y utiliza la húmeda nariz como bastón de este ahora... Y cuando se acerca otro perro, le ladra como a nadie, diciéndole que se aleje de su aura hacia su natural aroma. Ladra pues así advierte que su poema, su bramido es verdad como el canto de la muerte de un niño en los brazos y el coro de todas las madres del mundo... Cierta vez, vio que por la oscuridad de la noche se acercaba un hombre que olía a un extraño temor. Se le acerca, le ladra, pero este continúa acercándose hacia el fin... No le teme, pero el sí le teme. Le teme a su extraña locura, su estilo de mirarle y sin saber cómo huelen los que caminan sobre cuatro. Le teme y se lanza hacia el cuello de aquel extraño hombre. No le suelto hasta que cae como las Torres Gemelas de New York. También cae y cuando le afloja sus dientes, ve que su cuerpo está hecho jirones, un pedazo de carne ahumada... Cae sin una gota de fuerzas y cada parte de sus carnes empiezan a aullar como un lobo... Llora, y llora como nadie pues ve cómo aquel aire, aquel olor a nuevo se le hace cada vez más lejano, y lejano como las lengüetas de fuego del Sol... Cierra los ojos, la nariz y empieza a morir en verdad. Muere. Algo arranca su pellejo sin pedir permiso. Suelto al fin, se diluye sobre el aire que aspiraba, oculto bajo las carnes del ser humano. Libre como antes o después, no lo sabe, pero empieza a soñar, y sueña que está jugando a vivir dentro de un cuerpo humano... Se siento como un pez en el agua... Soy, dice. Soy, soy, soy... Y no cesa de sentir cada una de las letras que pasan por su conciencia hasta que la vida le arranca de la muerte, con tal fuerza que siente que una lengüeta del Sol ha encendido nuevamente su existencia, que esta vez se trata de un ángel sin alas… Se mira al espejo y ve que es un niño…



San isidro, marzo del 2006
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 16114
  • Fecha: 04-03-2006
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.56
  • Votos: 80
  • Envios: 0
  • Lecturas: 4536
  • Valoración:
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