No quiero que nadie lo sepa. Invento diálogos cuando llega el de la licorería con un pedido; cuando hablo por teléfono, digo “permíteme un momento” y fingo que hablo con alguien: “ya voy, estoy en el teléfono”. He sostenido largas conversaciones con interlocutores que nunca existieron, mientras pagaba al del OXO o el chavo de la farmacia. He llegado incluso a avisarle a nadie en mi recámara, para que me escuchara el chavo que me traía el suchi "¿tienes cambio de 200 pesos?
Es que no quiero que sepan que vivo sola, menos aún que estoy loca.
A veces me pregunto si fingo bien, si me creen. Prefiero pensar que sí; que ni si se imaginan que estoy hablando con nadie. Me creerían loca.
Y no quiero que nadie lo sepa. Con excepciones. Pocos, ni con tres dedos llego a contarlos, esos que me quieren sin condiciones, sea o no loca, no me importan que lo sepan.
Pero me niego que lo sepan los que murmuran a mis espaldas, “¿cómo se le ocurre ponerse calcetas con zandalias? Está loca...” Ni los que, en tono de chisme, comentan: “es una loca, dejó al mejor marido que tuvo, que la adoraba, que ahora es famoso y tiene mucho dinero”. Ni siquiera mis jefes, que me miran como bicho raro; o peor, como una perdedora, porque, después de recorrer el mundo y tener a mi alcance óptimas oportunidades profesionales, excelentes parejas, un lugar "digno" en la sociedad, mucho dinero y un par de hijos, ahora no tengo nada, y para ellos, soy nadie.
Por eso no quiero que ellos sepan que sí soy alguien: una loca de remate.
Simplemente eres una Camila más, una dama de las flores.. Bello tu cuento, cargado de emotividad, mi diez...