No sé que ocurre a mi alrededor. Me encuentro en plena ciudad, sintiendo que la sueve brisa marina golpea tímidamente mi piel débil. Cierro mis ojos y, paralelamente, un fuerte dolor en mi frente me invade, similar a un revoltijo de neuronas agonizantes.
En este momento, tomo rumbo hacia el centro de la ciudad. Sigo derecho sin detenerme.
De repente, en medio del gentío, diviso la figura de mi hermana que camina a prisa.
Hay mucho movimiento y eso me confunde.
Mientras continuo hacia mi destino final, percibo que el sol me encandila de una manera sobrenatural y sus rayos me traspasan sin pedor autorización alguna.
Esta sensación se asimila a no formar parte en este mundo. Al pasar por el famoso Reloj Legendario, una bandada de palomas revolotean agotadas a la misma vez que emiten un extraño concierto sonoro.
Al llegar a la distinguida Plaza Aníbal Pinto, observo un tumulto de personas. Me acerco minuceosamente para enterarme de lo acontecido.
No tardó en llegar la policía, bomberos y una ambulancia. un accidente automovilístico era el foco de la exaltación.
Me conmueve ver como el grupo bomberil, multiplica sus esfuerzos para aferrar a esta ingrata vida a los infortunados que se encontraron con la muerte de frente.
Aquel auto , de último modelo y con toda la tecnología conocida, no era más que una chatarra arrumbada sobre el poste del tendido eléctrico, similar a un papel de cuaderno que sufre al ser arrugado por nuestras poderosas manos.
Pasada la media hora, al lugar llegan los padres de una de las víctimas.
Entre las múltiples noticas que rondaban en ese instante, se supo que el vehículo iba a más de 150 kilómetros por hora, lo que provocó la pérdida del control y por ende el volcamiento en 360 grados. Al escuchar ese argumento, la madre comenzó a llorar deaforadamente, exigiendo que la dejaran ver a su única hija.
miré detenidamente a la mujer. sus ojos estaban enrojecidos, como el calor de las brasas al rojo vivo. Sus manos temblaban ininterrumpidamente, como siempre, al enfrentarse a una situación extrema.
Elena, era una mujer llena de vida, preocpuada por su esposo y por su hija, pero el destino le safó a ésta última.
Una parte de mi madre, acababa de morir conmigo...
Cuando ella observaba las maniobras para abrir el cpote del auto, su rostro daba señales de espandto.
A la hora después, un bombero dio la señal para sacar los dos primeros cuerpos. Mis piernas aún estaban incrustadas entre lo que fue un parabrisas.
Las primeras almas inocentes fueron mis amigos de la infancia: Rodrigo y Amelia.
Aquellos jóvenes, eran novios y sólo les faltaba un mes para contraer el sagrado vínculo. Lo recordé gracias a que, mientras los extraían desde el interior hacia el asfalto, en sus dedos mantenían sus anillos de compromiso, bajo el manto atroz de un río de sangre insensible.
Luego de ser depositaddas en el piso, los dos amantes fueron cubiertos con una capa negra.
ahora tocaba mi turno. En ese preciso instante, los dolores en mi frente se agudizaron. Pasé mis manos por aquel sector y, luego, pude conocer que los dedos estaban empapados en sangre.
Al volver mi vista hacia el epicentro, pude saber mi estado definitivo. Inerte y frío...
Al ver el reflejo de mi vida vacío en la plenitud de la vida, no puedo creerlo.
camino y me alejo confundida. Nuevamente el sol me ilumina, de igual manera, que los árboes se mueven con insistencia perpetua. Siento el dolor de mis progenitores y una opresión en el pechi me dice que pronto he de partir.
Trato de recordar las razones o las causas de aquella fatalidad. rápidamente, creo saber cómo sucedió...
Con Rodrigo , Amelia y yo, decidimos realizar un viaje al quisco, de relajo y diversión, en conmemoración de un mes de haber adquirido aquella maravilla de carro.
La pasamos muy bien. el aire nuevo de un lugar que nos abría las puertas, nos hizo sentir como en casa. aquel fin de semana, fue el más inolvidable de nuestro paso en esta vida...
Lo único que lamentabamos, era dejar los recuerdos tan fantásticos de unas vacaciones fugaces.
El día domingo, era hora de regresar.
Antes de subirnos al auto, decidimos tomar un poco de licor para amenizar el trayecto y opacar el calor.
mientras bebíamos, pasaron por la televisión un aviso publicitario a cerca de los accidentes automovilísticos, pero no le dimos importancia.
Que tontos fuimos al no darle ala atención. necesaria. como la mayoría de los jóvenes, no escuchamos los consejos porque nos parecen ridículos. Así lo sentí y ahora estoy muerta, vagando en este mundo, gracias al descuido infantil y a la necesidad de desafiar al destino.
no tengo ni siquiera la oportunidad de despedirme físicamente de mis padres, sólo esta medalla que mi amdre me regaló cuando recién nací.
Ahora que todo ha ocurrido, prefiero levantarme y darles a mis seres querdisos el último adiós. los abrazo, aunque no me pueden ver, y les susurro al oído cuanto los voy a extrañar. Finalmente, dejo caer la cadenita que traigo en mis bolsillos rotos y les estampo una frase: "Siempre con ustedes, eternamente...".
antes de irme, doy mi mirada fugaz y marchó de este mundo a descansar en pez.
Ahora cabizbaja, siento como mi cuepor se evapora levemente y mis pies ya no tocan el piso árido. más allá me esperan Rodrigo y Amelia, con sus manos extendidas, para que duerma en el sueño eterno.
Este relato puede ser irreal para algunos o para otros la fel copi de algún incidente similar. sólo quier agregar que este puede ser, si no se toman las medias de precausión, su imprevisto viaje inesperado...
el cuento esta muy bueno. tienes mucha imaginación y eso hace que nos traslademos al lugar de los hechos. atentamente daniela