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Categoría: Urbanos

Accidente

Me siento solo: muy solo. La oscuridad me envuelve y me traga hasta asfixiarme. A mi alrededor, una extraña mezcla de restos metálicos y humanos aparentan ser los gruesos barrotes de una jaula de la muerte.
Un peso terrible me oprime el pecho; mis piernas no responden y siento que cálidos y espesos hilos de sangre recorren calmadamente mi rostro como si intentaran cubrirlo para algún acontecimiento especial. Recién ahora comienzan a percibirse sonidos: una catarata de murmullos a medio lengua bajan desde afuera de mi prisión; algunas luces tenues que alcanzo a divisar los acompañan. En tanto, en mis cercanías, un penetrante y desagradable olor que no llego a reconocer me inunda de asco hasta el punto de incitarme al vómito; pero ni siquiera esto puedo hacer: los músculos de mi cuerpo parecen haberse esfumado, respondiendo sólo con mis huesos para contener lo que me queda de vida.
Oigo llantos. El ruido crece a mi alrededor; veo un chisporroteo incesante en el ahora visible ómnibus: sus restos asemejan a un trapo de piso sumamente retorcido. Gritos por doquier lanzando nombres de anónimos, esperando respuesta. ...Pero nadie responde; a lo sumo, algún débil quejido o alguna medio respiración en franco proceso de extinción... .
Ya la luz es más intensa. Percibo restos humanos a escasos metros de mí en estoica posición; parecen muñecos inertes luciendo coloridos harapos payasescos bajo un infinito manto hecho con manchas sanguinolentas. Ya el aire es más fresco y puro, aunque respirar me resulte dificultoso mientras un dolor lacerante me recorre el cuerpo de adentro hacia fuera.
Al fin, un pedazo de carrocería cede a uno de mis costados. Gritos jubilosos festejan el -hasta el momento- único hallazgo viviente. Un hombre alto, forrado con un especie de impermeable azul salpicado por innumerables manchas de grasa y de sangre asoma su cabeza sobre mi existencia, alcanzando a divisar sobre su rostro señales visibles de satisfacción, al tiempo que vocifera con apasionada energía una y otra vez, volviendo hacia fuera: ¡...Hay un sobreviviente!, ¡hay un sobreviviente...!.
Al poco tiempo, unos fornidos brazos retiran un trozo de metal enredado a mis pies, casi enteros. Liberado por fin mi pecho del trozo de asiento -o algo parecido...- el dolor no ha cedido pero el alivio de sentirme vivir nuevamente reemplaza al mejor de los calmantes.
En poco tiempo, y en medio de ansiosos y nerviosos gritos, me retiran de mi ahora ex jaula y me depositan sobre una pequeña camilla amarilla en medio de atroces dolores que se extienden desde la cabeza a los pies. Ya estoy afuera.
Soy finalmente colocado en una diminuta caverna cuadrada y blanca que de inmediato identifico como una ambulancia. Mientras me adosan infinidad de tubos y otros elementos a mi cuerpo, un señor casi desprovisto de cabello, bastante canoso y con un impecable guardapolvo blanco me ausculta por largos minutos; yo quisiera decirle algo pero un largo tubo que, creo, es de plástico y que acaba en una especie de medio naranja transparente me tapa la boca, me atora de oxígeno y me renueva la vida. Un par de minutos más y ya se va.
Han puesto en marcha el vehículo. Escucho a mi chofer hablar por radio avisando de mi próxima llegada al hospital; una voz desconocida que no logro identificar me ha dicho: ¡Te Salvarás!.
Un muchacho joven pero esta vez con guardapolvo celeste con una pequeña inscripción en rojo en un bolsillo cerca del hombro que reza "Hospital Municipal" se acomoda junto a mí sosteniendo una botella llena de un líquido ámbar conectada a una goma transparente que acaba en mi brazo derecho; mientras tanto, otro se encarga de cerrar las puertas de la ambulancia, aunque no sin antes me impida divisar una extraña flor blanca que, no sabría decir por qué razón, absorbe las luces del vehículo.
Breves segundos me bastaron para divisar que allá fuera, en el medio de la espesa noche, aún mucha gente grita desaforadamente corriendo de aquí para allá con ruidos continuos de chapas que se derrumban como música de fondo. Al momento, la kombi parte haciendo sonar la sirena. Kilómetro a kilómetro, Metro a metro me alejo del accidente y me acerco nuevamente a la vida... .


Julio Zalazar
Datos del Cuento
  • Categoría: Urbanos
  • Media: 4.81
  • Votos: 102
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Comentarios


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1 comentarios. Página 1 de 1
Mada
invitado-Mada 13-11-2004 00:00:00

Hola... no se si esta historia fue cierta o solo es un cuento, pro dejame felicitarte si es q es cierto por la reproduccion tan fantastica q haces y si es un cuento... q podria decirte.. EXTRAORDINARIO... Me gusta por fin haber leido algo distinto...

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