“Yo, la verdad me estaba muriendo
recuerdo que cuando niño
no pensaba que terminaba así”
Aldo Nove
Bizarro
Toda la situación era demasiado extraña, en realidad Josué se sentía en una película de Buñuel, y no podía dejar de pensar en esa clase de estupideces mientras la vida se la escurría por la garganta. Miraba a Diana con los ojos muy abiertos, y Diana a su vez, lo miraba a él con una sonrisa malévola, una sonrisa que helaba los huesos.
- Estamos a pases – susurró Diana mientras el mundo de Josué se distorsionaba lentamente.
Acción
Había algo claro, Josué tenía algo muy importante que decirle a Diana. Era obvio, la cara de imbécil delataba a Josué a cien kilómetros de distancia. No obstante, Diana intentaba desentenderse y actuar como si nada, pero no lo lograba. Algo raro estaba pasando, se caía de su peso, la invitación al restaurante más caro de la ciudad, las flores, los chocolates, todo apuntaba a que Josué estaba por soltar una bomba, y Diana, que siempre confiaba en su instinto, no podía evitar pensar en una propuesta matrimonial.
Llevaban unos treinta minutos hablando de temas sin importancia, Diana no aguantó más y preguntó casi sin pensar
- ¿Qué es lo que tienes que decirme?
Josué hizo el mejor esfuerzo por expresar sorpresa en su rostro, si mucho éxito realmente, haciendo caso omiso a la pésima actuación Diana volvió a disparar.
- No te hagas el loco – dijo sonriendo – es obvio que quieres decirme algo.
Josué respondió con una risa nerviosa. En cuatro meses de relación Diana había aprendido de memoria, sin ser consciente de ello, las señales que su novio le enviaba, y por un instante Josué se arrepintió de decir lo que tenía que decir y pensó en una monumental mentira, pero terminó optando por la verdad, era ahora o nunca.
Diana, por un instante sintió que su novio estaba a punto de mentirle, pero desechó la idea rápidamente y volvió a su ilusión con la propuesta matrimonial.
- ¡ Qué bien me conoces! – dijo por fin Josué, con una voz que trataba de disimular todo el miedo que sentía por la posible reacción de Diana.
- En estos meses has sido como un libro abierto – respondió Diana... y sus ojos literalmente brillaban.
Josué no pudo evitar pensar en lo irónico que resultaba eso teniendo en cuenta lo que estaba a punto de decir, tuvo que reprimir una carcajada.
- Pues bien, creo que llegó el momento – dijo Josué y los ojos de Diana se iluminaron aún más, el resplandor casi invadía el restaurante entero. Josué continuó:
- Hay algo muy importante que debes saber, y la verdad no sé como lo vayas a tomar, no es muy agradable.
No es muy agradable
- ¿ Qué quería decir con eso?, pensó Diana, ¿Acaso no iba a pedirme que nos casáramos?, ¿qué está pasando?.
Diana continuaba callada, mirando a Josué fijamente, tratando de descifrar el acertijo que empezaba a desplegarse ante sus ojos. Josué hizo una pausa, en parte porque esperaba que Diana dijera algo y en parte porque quería ganar tiempo; tomó un gran trago de vino, lo saboreó y mirando la copa dijo:
- ¡Qué buen vino!, ¿no te parece?.
Diana seguía sin hablar.
Josué no tuvo más remedio y soltó una carcajada, una carcajada que sonaba a burla, pero que era en realidad una consecuencia normal de los nervios. La mirada de Diana, que ya presentía algo muy malo, se endureció aún más, y Josué tuvo que interrumpir su risa de la manera más abrupta.
- Está bien - dijo Josué - voy a continuar. Lo primero que quiero decirte es que estos meses que hemos estado juntos han sido lo mejor que me ha pasado, y precisamente por eso es que creo que mereces escuchar lo que tengo que decirte.
Para ese momento Diana ya sabía que lo que iba a escuchar era grave, pero prefirió continuar en silencio, mientras su mente ya empezaba a teñirse de rojo.
REACCIÓN
“La vida
no es más que un montón de estupideces
que cometemos antes de
morir”
Sisqo
Diana seguía mirando a Josué sin pronunciar palabra, su mirada tenía un matiz extraño, un matiz asesino... el cerebro de Josué desechó la idea, era demasiado descabellada para ser cierto. Ante el implacable silencio de Diana, Josué continuó.
- Esto es tan difícil para mí como para ti - prosiguió Josué. - Y la verdad es que no sé como decirlo para que no suene tan mal, así es que mejor lo digo sin rodeos.
Un instante de silencio, un instante en el que la macabra mirada de Diana obligó a Josué a bajar la suya. Era realmente amenazante, sin embargo continuó después de un largo suspiro:
- Soy casado y tengo 2 hijos.
La frase fue corta, pero suficientemente fuerte para destruir por completo el ego de Diana, que sintió como su corazón se despedazaba lentamente y se esparcía por la mesa. Josué seguía hablando, dando fatuas explicaciones que Diana no estaba escuchando, ella sólo veía trozos de su corazón sangrantes y palpitantes regados en la mesa. Una idea surgió en su cabeza de improviso, una idea demasiado buena para no tomarla en cuenta, una idea que iba a solucionar el problemita que tenía enfrente, tal vez no iba a ser una solución definitiva, pero se iba a sentir muy bien, después se ocuparía de recoger los pedazos de corazón que reptaban sobre la mesa, y la comida, y el rostro de Josué...
- ... y créeme que esto me duele tanto a mi como a ti – continuaba Josué, en una retahíla que se tornaba más y más estúpida con el paso de los segundos. Diana interrumpió de repente.
- En realidad tu no me conoces – dijo con una voz fría y cavernosa que parecía venir desde muy lejos – no tienes idea de lo que soy capaz.
Josué por fin guardó silencio, mirando intrigado a Diana. Diana por su parte, con una pasmosa calma, empezó a buscar algo en su bolso... iba a resolver el problema de raíz.
- ¿Qué buscas? - preguntó Josué, pero Diana no contestaba, simplemente seguía su búsqueda.
- Nena contéstame... o por lo menos di algo...
Diana seguía sin responder, pero finalmente encontró lo que buscaba... una navaja, larga, nueva, con el filo intacto brillando en el rostro de Josué. Por unos segundos se miraron, sin que Josué sospechara siquiera lo que estaba a punto de pasar.
Sin más espera Diana se abalanzó – literalmente – sobre Josué, amparada por la relativa oscuridad del restaurante, y cortó de un tajo y con una asombrosa habilidad la garganta de su novio. Sí, obviamente hubo ruido, y Josué emitió un pequeño quejido cuando sintió el corte, pero en realidad no fue muy notorio, y aunque algunas cabezas giraron hacia ellos, nadie le dio importancia y todos siguieron con sus vidas mientras Josué la perdía.
- Estamos a mano – dijo Diana.
LA FRASE FINAL
- Estamos a mano – dijo Diana, se levantó de la silla, y caminó tranquilamente hacia la salida.
Josué la observó, aunque para ese momento sólo lograba ver un bultico que se movía entre sombras. No podía gritar, no podía moverse, estaba perdido. Su último pensamiento llegó en una oleada y se repetía como un disco rayado, estúpido, hilarante, concluyente.
- ¡No era para tanto, perra!.
En realidad es muy sencillo todo, pero has conseguido cargarlo de suspense. Por eso cuando he comenzado ya no he podido despegar la mirada del monitor. Te felicito porque es una extraordinaria forma de narrar la tuya. Un saludo.