Anita era una niña muy lista, pero se sentía muy sola. Sus padres trabajaban todo el día y aún no la llebaban al colegío, pese a tener 5 años.
Su abuela, María, le había enseñado a leer, y le encantaba. Así, que ella vivía entre libros y fantasía, aprendiendo muchas cosas y aprendiendo a evadirse de la realidad, viviendo miles de aventuras a traves de tan apasionadas lecturas. Pero eran aventuras, que una vez termionado el libro, sabía nunca existieron, lo que la apenaba mucho. Ella había leido la História Interminable, y ansiaba encontrar un día un libro como aquel, un libro que la transportara al mundo donde los cuentos, se hacían realidad. Pero su único amigo, Damian, el vecinito de al lado, le decía que despertara, que eso no era posible porque solo eran letras. ¿Solo letras?, ¿y como nádie podía coincidir en escribir sobre las mismas criaturas una y otra vez?, muchos escritores hablaban de monstruos, hadas, centauros, unicornios, dragones y ogros, algo tenía que ser verdad.
Y esa fé ciega es lo que despertó a Edgar. Edgar era un monstruo alado, que había dormido durante los siglos. Había sido hechizado por una malvada bruja, y solo la fé ciega de un ser humano en los seres mágicos podría despertarlo. Anita ese día lloraba desconsolada. No entendía como la dejaban tanto tiempo sola, como no podía ir al colegio, para tener más amigos y conocimiento, y se sentía muy mal. Lloraba sobre la medallita de dragón que le regaló su abuelita para su cumpleaños. ¡Y la medalla empezó a brillar intensamente con chispas de colorines!. Anita, lejos de asustarse, dejó de llorar. Se secó las lágrimas y siguió hacia donde le guiaba esa bella luz. ¡La guiaba al ático!. Allí se escuchaban gruñidos y batir de alas...¿se atrevería a abrir la puerta?, pues sí, se atrevió. Abrió la puerta y subió las escaleras de entrada al ático. ¡Y soltó un grito enorme!, ¡Allí había un terrible monstruo plateado que gritaba y giraba sobre sí mismo!. Con cu grito, el enorme ser paró y la miró fijamente. - No te asustes, Anita. Soy Edgar. *¡Sabía su nombre!, ¿como sabía su nombre?, ¿estaría soñando?, se frotó los ojos, pero no, seguia alli, mirandola con esos ojos amarillos, que la atemorizaban, bueno, despues de hablar, ya no tanto. - Necesito tu ayuda. Acercate, por favor. *Volvía a dirigirse a ella, y su voz se había tornado melodiosa. ¿Y si quería que se acercara para comersela?. No, ya lo habría hecho, el ático era pequeño y la habría alcanzado facilmente. Se acercó temblorosa y le preguntó que quería. - Desátame las alas para que pueda volver al Reino Imaginario. Anita se atrevió y habló a aquel ser temblorosa. -¿El Reino Imaginario?, ¿que reino es ese?. ¿Y quien o qué eres tú? -El Reino Imaginário, es el lugar que los niños han construido con su imaginación durante los siglos. Allí, todas vuestras criaturas imaginarias, nacemos y vivímos. Yo soy el monstruo de la abuela, de la abuela, de la abuela tu abuelita María, me creó y lo fué pasando de generación en generación a traves de un cuento inventado, María te lo contó en un cuento miles de veces. El monstruo que imaginabas miles de veces que salía de tu cama y te llebaba volando lejos de aquí. Me llamo Edgar. Y no soy malvado, no temas, como frutas del bosque. Me hechizaron y me quedé dormidito aquí. Pero tú me has despertado. solo que mis alas siguen atadas con un hilo mágico que solo tú puedes cortar. Date prisa, se va apretando y me hace mucho daño. - ¿Y como lo corto?. - Usa tu imaginación. * Anita cerró los ojos, y se imaginó unas tijeras mágicas de oro, cuando abrió los ojos, las tenía en su mano. Anita rió encantada, se acerco a Edgar, pero era tan alto, que no llegaba. Entonces, cerró los ojos y se imaginó una planta que la levantaba hacia las alas de Edgar. Imaginado y hecho. La planta brotó del suelo y la levantó. Anita cortó el hilo y Edgar estendió las alas. ¡Eran diminutas!, ¿como podian hacerle volar?, pero luego pensó, es un monstruo de plata, está en mi ático, he creado unas tijeras de la nada, y un ascensor vegetal. ¡Pues claro que podía volar!. Estaba muy contenta, pero, ¿y ahora qué?. Edgar la miraba como si pudiera leerle la mente. - Sube, Anita. - ¿A donde vamos?. *Preguntó Anita. - Quiero que veas lo que los niños habeis creado con vuestra imaginación, quiero enseñarte mi mundo, vuestro mundo. A donde vais en vuestros sueños y juegos. - Anita montó en su lomo y se agarróa a su uello. Un circulo mágico se abrió ante ellos al pronunciar Edgar..- Escantimplopletuplena. Entraron en él y pasaron por un tunel de Arco Iris. Lo que allí vió la llenó de alegria, ¡todos los seres mágicos conocidos y por conocer, estaban allí!. Y tambien aprendió, nuestra imaginación era la que hacía que aquellos seres se comportaran de un modo u otro. no había ogros ni monstruos malos, si no queriamos que fuera. Nuestra imaginación podia volverlos buenos, malos, altos, bajos, como quisieramos. Y todos esperaban un niño o niña, incluso un adulto, que quisiera ser su amigo, su creador de aventuras. No había que tenerles miedo, solo saber saber jugar con nuestra imaginación. Anita vivió muchas aventuras con Edgar y otros amigos, pero eso ya es otra historia .