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Categoría: Románticos

El "NO" Del Recuerdo

Aún la recuerdo al ver aquél mar que ella tanto amaba; y creer que en su reflejo volveré a percibir su sútil aroma a lavanda.

Era esa mañana de otoño, una con la que siempre soñé; la busqué con el corazón conmovido, recorrí largos caminos hasta llegar a las arenas humedecidas por el mar de agosto.

Estaba allí, con la mirada frígida puesta en aquel atardecer. Sus cabellos atados por el lazo azul que un día le regalara su padre, parecían danzar al compás del viento marino y los cantos de las gaviotas. Sus pequeñas y lívidas manos se aferraban a la tierra, como si deseara el permanecer siglos enteros en aquél marco otoñal.

Fue por fuerza del viento; que uno a uno, mis pasos de fueron acercando al lugar que en ese instante le pertenecía a ese ángel de ojos tristes.

Miré con firmeza la puesta de sol, tratando de adivinar el secreto que le impedía volver a la realidad. Traté de mirar y así comprenderla, comprenderla... para saber si ella también me amaba. Todo esfuerzo de mi parte fue ineficaz; ni siquiera logré entender el dolor de su mirada por ese atardecer.

Sucumbí entonces a su belleza y me recosté en su regazo; a diferencia de lo que "solía hacer pensar" su cuerpo tenía una temperatura cálida y maternal a pesar del frío que ya nos azotaba con vehemencia.

No soporté mas la angustia y la ansiedad encerradas en mi pecho, por la incertidumbre de sus sentimientos. Miré sus ojos (esa fue la última vez que pude observar tal espéctaculo), y con la fuerza del amor mas puro y sincero que contenían mis entrañas, le dije: ¿Me amas?.

Ella mantuvo su mirada en el mar, como toda la tarde, y fue ásí vomo me repsondió con la frigidez que me heló el cuerpo: NO.

Sonreí, y hasta ahora no sé por qué; abracé fuerte su cintura y nunca la amé tanto como en aquella ocasión. Así con el mar, el sol casi oculto, y el viento asolador me retiré de aquél escenario y de su vida, para siempre.

A veces me levanto y tengo la necesidad de recorrer largos caminos con el corazón conmovido; y terminar en una playa y un atardecer triste. Pero no deseo encontarla, no más. Porque entonces podría ser que al preguntar: ¿Me amas?; ella responda: No; entoces todo el amor que sentí aquella ocasión será odio; uno tan grande que ni Dios me podrá perdonar por sentirlo.

Por eso ahora veo el mar y comprendo su dolor...
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
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