Nunca hubo tanta pasión en su mirar, tanta atracción por un elemento natural.
En las mañanas de tormenta, Pétalo, presurosa corría por los largos senderos coronados de flores, escuchaba la llamada del mar.
Llegaba a su pequeña playa, esa que solo sus pies surcaban, se sentía libre. Allí olvidaba la pena por la ausencia de su madre, el cruel destino que su padre le brindaba. Se uniría de por vida a un ser que no conocía el amor, a unas manos frías.
Allí soñaba entre caracolas, que le susurraban al oido poemas de amor. Los corales surcaban los mares para llegar a la orilla, y adornaban su esbelto cuello.
En las tardes en las que Pétalo rendida por el cansancio se tumbaba en la arena, el sol presuroso con sus rayos cubría su cuerpo alejandola del frío, el mar provocaba olas y con su murmullo hacía que descansara y se evadiera de su triste realidad.
Pero se acercaba el gran funesto día, ese que para siempre los separaría, y Pétalo no pudo volver como cada mañana, sus visitas se espaciaban en el tiempo.
El mar en su pena, fué muriendo; sus bellos corales, sus conchas, sus caracolas...yacían inertes en el fondo.
El mar, ese inmenso mar sufría por ella, cualquier dolor inimaginable nunca estaria a la altura de su pena.
Tanto sufrió que su delicado azul se perdío en el recuerdo, se dejó morir.
En un gran remolino él y todos sus seres inertes se convirtieron en un naufrago, un bello cuerpo casi sin vida que llegó a los brazos de Pétalo ,que triste en la orilla lloraba por su mar.
"No llores Pétalo, cualquier barrera, cualquier frontera la atravesaría por tí. Siempre estaré aquí"
Sus cuerpos se fundieron en uno, y se conviertieron en una nube que viajó hacia bellos lugares, para acabar convirtiendose en un mar.
Ese inmenso mar donde se miran los enamorados, donde se aman, y donde también lloro yo tu ausencia.
este relato me confirma lo exquisito de tu imaginación. Precioso. Enhorabuena.