¡Oh mujeres que lloran! ¡Oh Sol ennegrecido!
¡Oh incas dominados por las terribles barbas,
Que en lo altao del Potosi se disfrazan del inca Atahualpa,
y del de barba pizarra; les comunico, desde mi tumba
con murmullos, y entre tierra, Cómo este inca fue incapaz de ver
la advertencia Que apareció, al vestir las estrellas del Sol
y los pies ligeros incas totalmente de negro, y de cómo
ahora los barbudos, hibridos, arrogantes, disfrazados de
Dioses, profanaban la tierra bajo la excusa de una palabra,
que sólo Felipillo pronuncia: R... Re.. Requeri...
¡Oh mujeres que lloran! ¡Oh lamento literaio que uso ahora
para ellas! ¡Oh hermano mío, padre ideológico de los barbudos, que con su avaricia y su espalda peluda dirigida
a nuestras panacas, intentó robas los logros de éstas para
reírsele en la cara a Pachacuta, ahora yace deshonrado, sin
enterrar, sin Panaca, sin aire, sin luz! ¡Quémate en el gemelo muerto del Sol, oh desgraciado, que tu legado es parte de tu castigo!
Decidiste, aún así, hacer la soberbia del shamán y
preñar mujeres con hijos que siguieron tu camino, tocando el Pacha Camac y viniendo a mí con corazón de
pantera!
¡Oh mujeres que lloran! ¡Oh terrible presagio que anunciaba
mi caída! Con la guía de mi sangre, ofrecí yo chicha y llamas a
ésta, con el único favor de llevarlas a nuestros poderosos
Huacas; y a cambio éstos me dieron ojos de cóndor y garras de
tigre, con el propósito de salvarme de la sangre negra que corría del Sol. Morir habiendo ofrecido a los míos un Panaca.
¡Oh mujeres que lloran! ¡Oh fatídico día de noviembre! ¡Oh
querido Felipillo, que pronunciaste la palabra que yo no puedo!
Llegaron estos arrogantes, disfrazados de Dioses, con unas
imágenes sin forma externa, y si interna, y una lengua que a mí
no llegaba: Gua, pookit, manjgueia, chretzko, truiii, caftbellt, baba, babebin, babetom, babido.
El Inca no sabía qué hacer. Lucían barbudos, sucios, con
granos, con ojeras, malolientes, despelucados. Parecían ser
dioses. Además tenían ropas brillantes, pieles blancas,
atrevidas lanzas, largos calzones y miradas de hiena, podían
ser malos. Aún así este joven inca aceptó estar con
Ellos, sin entender letra alguna de su parte, a Cajamarca, y
honrarme con sus atributos y la enseñanza de sus imágenes incoherentes.
¡Oh mujeres que lloran! ¡Oh arrepentimiento de noviembre!
¡Oh caja con varias puertas a quien le imploré palabra alguna,
la que fuera! Los barbudos, antes, habían escupido la chicha
que este inca les ofreció, con saliva maldita que nos embrujó a todos;
la caja que ellos me ofrecieron, la que Felipillo llamó "Biblia"
fue botada por mí, porque me ofendió y no escuché
palabra alguna, parecía como si despertara un huaca perdido
que nos castigó con la peste.
¡Oh mujeres que lloran! ¡Ohe palabra
mágica que desató la maldición: Santiago, según Felipillo!
Los barbudos liberaron demonios cuadrúpedos,
musculosos, con ojos de eclipse, con sólo un dedo, con
horribles sonidos que venían de sus bocas, y el solo hecho
de tener las caras como las llamas. Aterrados. Estos
demonios, y sus jinetes barbudos, comenzaron a
aplastarnos: Tick, crack, trekk, pockrt, pant, crickric, triauuk,
pruvckt. Sus jinetes separan cuerpos y cabezas con sus espadas,
sus armas arrojaban flechas que rodaban vidas en segundos.
Todos por culpa de la caja de infinitas
puertas. Este inca fue atrapado y ahorcado sin haber creado su Panaca
¡Desgraciados barbudos! Este inca supo que, con su
disfraz, se hicieron pasar por Dioses para cumplir el propósito
de Huascar. Sucios, arrogantes, embusteros, irrespetuosos,
inmisericordes, habladores, cobardes, pillos, copiadores,
manipuladores, culpables; el único inocente era Felipillo.
Lavedrev... Amrgoal. Culpables. ¡Oh Panacas de ojos aguados,
de mente pertubada! ¡Protegidos de los arrogantes barbudos,
su amigo Atahualpa les pide hablar con los Huacas! ¡Oh Huacas, dad consuelo y consejo a este pobre Inca... ¿Qué pasa?
¿Qué me está pasando? Jaaggrrr...
Ejjjj... Jaagrrr... Ejjjj... Jaaagrr... Ejjjj.... Me asfixio, no puedo
respirar, el aire se me escapa. Ayúdame Pihca, pihca... pihca... pihca... Siete... siete, siete, siete, siete.
¿Qué pasa? No siento el aire entre nuestros muertos, se asfixian, se asfixian. Piden auxilio: Liberennos de
nuestros encierro, dennos aires desgraciados arrogantes,
devuelvan las fortunas de los Incas.
¡Oh afortunado y desgraciaso Pachacuti, que no
enfrestaste a estos barbudos, ni viste cómo ellos también
imitaban al desgraciado Huascar! Mi alma se eleva, el
tiempo se me escapa, siento que toco otro mundo, otro
tiempo, otros indígenas. ¡Qué veo! Dibujos y retratos de
este Inca desdichado, pobres almas que temen la ira de los
barbudos y la represión de Tupac Huallpa. ¿Es ese mi aspecto?
¡Oh desgraciado de mí! ¡Oh terrible presagio solar que
degradaste mi imagen sólo por carecer de un Panaca
propio. ¡Oh destino destino que ahora haces que los Incas sigasn las
raíces de los barbudos y de aquellos que se atrevieron a
profanar a Pachacuti: Con algo en forma de cruz, con unos
"grandes" que se someten en unión al barbudo pizarrado!
¡Oh triste Hamkay Pata! ¡Oh terribles Haillys que celebraban
las hazañas de Pachachuti y de Mama Ocllo! ¡Oh fiestas
que ahora se entregan a las farsas barbudas y me dejan aquí tirado.
Espera ¡Oh tiempo extraño, que me lleva otra vez por los
rincones del futuro! ¡Oh mujeres que lloran! ¡Oh incierto
futuro! ¡¡Oh incas que van ante la sabiduria de Potosí para
representar mi deceso! Inti Raymi, baño de la tierra, te has
transformado con el Capac Raymi, escondiéndose con una sagrada fiesta barbuda, sin que lo noten los ignorantes
arrogasntes, en una fecha que, según Felipillo, es Corpus
Christi. Y que honran nuestros panacas con el gran Potosí,
fundiéndote con la geografía, tal y como Huarochiri, Viracocha
en busca de Cahuillaca! ¡Oh fortuito aquel que
perdió sus partes representando, no sólo nuestra Historia, sino la resistencia contra los barbudos que
perderan siglos después de yo perderme. Jo... Ge.... Tupac Aamaru!
¡Oh mujeres que lloran! ¡Oh glorioso Tupac Amaru! ¡Oh
hombre que narra las historias de nuestros incas, cono el
maestro anciano en su Maloka, que no viaja ni siquiera con su paciente! ¡Que los taquis preserven tu memoria y te ponga
con ellos, donde mereces estar!
Yo, por ahora sólo puedo decir: Soy el inca Atahualpa, y las mujeres han llorado.