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Categoría: Hechos Reales

AQUEL DÍA...

Como cada día ella acudió a su trabajo, la sonrisa la acompañaba, había conseguido hacer las paces con ella misma, había hecho un trato con su “amiga” soledad, ella le dedicaría un poco muy poco de su tiempo y a cambio su amiga dejaría de acosarla tanto. Empezaba a sentirse bien de nuevo, hacía frío, pero era sábado por la mañana y su semana laboral terminaba por lo que la perspectiva de día y medio de asueto le agradaba.
Llegó a su trabajo y la mañana fue transcurriendo como cabía de esperar, bastante tranquila.
Como cada sábado por la mañana él llegó, bromearon y rieron como siempre pero al despedirse él le dijo:
-¿Tienes algo que hacer el sábado 15 por la noche?
-De momento no-contestó ella
-Doy una cena ¿te apetece venir?-la invitó él
-Claro, por qué no-contestó ella sin pensarlo demasiado.
Sorprendida ante la invitación siguió trabajando pero no dejó de pensar en él y en esa invitación.
Ella se dio cuenta con el paso de los días que había aceptado ir a una cena que aún ni siquiera sabía dónde sería y con gente a la que no conocía, solo le conocía a él.
La idea de repente le empezó a asustar pero no le desagradaba, por otro lado necesitaba divertirse, necesitaba reír y la perspectiva de conocer gente nueva siempre le gustaba, por lo que acudió a aquella cena.

Nada hacía presagiar lo que allí ocurriría.

Acudió al lugar en el que habían quedado, para sorpresa suya sí que había gente a la que conocía, ya no se sentía tan extraña, había gente conocida también.
Al llegar al restaurante él se sentó al lado de ella.
Durante la cena y después, la diversión fue total, lo pasaron tan bien como ella hacia mucho tiempo no pasaba, rió, bailó, bebió, todo fue estupendamente.
En medio de la madrugada él que en ningún momento dejó de estar pendiente de ella, de que no le faltara de nada, de que estuviera a gusto le hizo una propuesta para desayunar en su casa y ella aceptó otra vez sin pensarlo demasiado.
Aunque inusual en ella, camino de la casa de él no pensó en nada en ningún momento, estaba agusto y decidió disfrutar de lo que quedaba de noche.
Al llegar a su casa el desayuno prometido fue el preludio de un gran final de velada, miradas cómplices dieron paso a caricias suaves fundidas finalmente en un gran beso apasionado.
Ella sabía que debía irse, la velada tocaba a su fin, ella sabía muy bien que todo lo bueno se acaba, pero estaba acostumbrada a ello por lo que no le costaba demasiado dar por terminado eso bueno que había tenido, lo que no esperaba en ningún momento fue la respuesta de él al decirle que debía irse, su respuesta la dejó clavada, le llegó a lo más hondo.
-No te vayas, no quiero quedarme solo ahora-le había contestado él.
De repente todo su valor desapareció vio en su mirada una profunda tristeza que el tono de su voz no ocultaba.
Ella se quedó un rato más pero realmente debía irse no podía quedarse más, él la acompañó hasta su casa y se despidieron con un simple adiós.
Nunca nadie hubiera podido imaginar al ver esa despedida que hacía tan solo un par de horas se habían amado con una gran pasión.
Esa mañana al despertar ella tenia una sensación interna ya olvidada, se sentía bien, muy bien por lo que afrontó el domingo con una gran sonrisa en su rostro.
La noche anterior no dejaba de pasar una y otra vez por su cabeza, volvía a revivir cada minuto constantemente. Ella pensó que ahí había terminado todo, no esperaba volver a tener noticias de él hasta que volvieran a verse casualmente por la calle o él volviera al trabajo de ella el sábado siguiente.
Para su sorpresa eso no fue así, ese mismo domingo tuvo noticias de él y el lunes una invitación a tomar café.
Hablaron de lo ocurrido la noche del sábado, ninguno de los dos esperaba el final que tubo y hablaron de ello.
Ella le dijo que no sabía por qué había pasado, pero fuera por lo que fuera ella no se arrepentía de nada.
Él tampoco se arrepentía pero sí se planteaba dudas.
Ella lo tranquilizó o al menos lo intentó, puso muy claro lo que ella sentía y fue sincera al decirle que no podía prometerle nada.
La noche del lunes ella durmió en su casa y la del martes también.
La del martes fue distinta, había algo implícito en el aire. Los dos sabían que aquella situación tardaría mucho en repetirse si es que alguna vez se volvía a producir.
Las responsabilidades de ella hacían que ese tipo de encuentros fuera difícil, pero ella siempre decía que el tiempo es sabio y sabe lo que debe dar a cada cual.
La idea de poder volver a ser feliz le gustaba, se sentía bien, se sentía mejor que bien, se sentía eufórica.
Pero… todo eso duró bien poco, a los pocos días ella puso los pies en la tierra.
Si hay que pelear se pelea decía ella cuando él mostraba un asomo de miedo, nadie puede prometerte algo eterno en esta vida, seguía diciendo ella, pero vale la pena luchar por lo que merece la pena.
Palabras que a él ella suponía le servían pero… a ella empezaron a no valerle.
Ella empezó a no creerse sus propias palabras, el miedo empezó a abrirse paso poco a poco en su interior.
Primero disfrazado de anhelo de soledad, de ella no sabía qué, pero la euforia inicial, desaparecía poco a poco.
-El tiempo dirá… -seguía diciendo ella
Era como si tuviera que convencerse de algo, pero ni ella misma sabía de qué.
¿Qué estaba ocurriendo? ¿Dónde estaban esa ilusión de los primeros días y todas sus fuerzas para luchar?¿Por qué todo eso estaba despareciendo?
Estas y otras muchas preguntas se hacía ella cada día.
Volvió a dejar las respuestas en manos del tiempo. Fue dejando pasar el tiempo ,ella se había marcado una fecha para ver si empezaba a sentirse mejor, esa fecha coincidía con unos días que podían compartir enteros.
Esos días llegaron y aunque ella se sentía bien con él había algo que fallaba, ella no sabía el qué.
Se planteó una ruptura, ella creyó que sería la solución, pero…poco sabía ella la respuesta que obtendría.
Él no quería dejarla, él la quería y no estaba dispuesto a perderla, ahora era él quien luchaba con todas sus fuerzas.
Ella creyó necesitar volver a la soledad, volver a su vida anterior, creyó necesitar tiempo ,ni siquiera ella sabía lo que realmente necesitaba.
El tras escucharla pacientemente le tomó sus manos y le ofreció su comprensión, le ofreció el tiempo que necesitara y todo el espacio que quisiera.
Ella trató de convencerle, le dio mil y una razones para dejarla pero él no cedió, no la dejó marchar, acabó convenciéndole de que sus palabras eran ciertas y de que merecía la pena luchar.
Esa noche ella no se sintió mejor por no dejarle, es más, se sintió aun peor, sabía que le había hecho daño, lo había visto en sus ojos, lo había sentido en su voz.
Ella lo quería pero….¿donde estaba el pero?
Ella no conseguía encontrarlo, no conseguía averiguar lo que estaba pasando.
Cada mañana se levantaba con una gran tristeza, afrontaba el día de la mejor forma posible, sonreía porque se había vuelto una experta en sonreír ante la adversidad, pero su interior no mejoraba con el paso del tiempo, esta vez el tiempo no hacía el trabajo que ella esperaba.
La tristeza estaba haciendo mella en ella, no tenía ganas de nada, todo le daba igual, ella no era así, era una luchadora nata, ¿qué estaba pasando entonces? ¿Dónde se habían ido sus ganas de luchar y su fuerza?
Ella se dio cuenta de algo. Se dio cuenta de que no sabía lo que quería pero si lo que no quería y lo que no quería era estar así triste, desanimada, se estaba convirtiendo en una sombra de ella misma.
Eso no podía ser.
Una noche habló con él de esto y de muchas cosas y esta vez ella si rompió.
Ni siquiera ella sabía por qué rompía pero lo hacía, ella no terminaba de sentirse cómoda en la relaciónn y estaba convencida de que esa era la solución.
La situación no fue nada agradable, cada segundo que pasaba tras esa ruptura el dolor era más grande. El no dejaba de decirle que a pesar de todo la quería, que no se arrepentía de nada de lo vivido a su lado, él seguía diciéndole acariciando su mejilla:
-Eres maravillosa, te quiero, esto no puede acabar así…y un largo etcétera de bellas palabras.
Cada palabra de él ella se sentía peor.
-Dios mío –pensaba-acabo de hacerle un gran daño y sigue hablándome así, eres la mujer más cruel del mundo.
Tras cerrar la puerta al marchar él ella lloró amargamente. Lloró tanto como ya no recordaba haber hecho desde hacía mucho.
Sus últimas lagrimas habían sido por amor y estas anunciaban serlo también.
Esa noche no pudo dormir, solo podía recordar sus palabras.
-¿Estas segura de lo que has hecho?-le había preguntado su amiga cuando le contó lo ocurrido.
Ella había contestado que no estaba segura de nada, pero que creía que alejarse de él al menos le daría tranquilidad y la capacidad de analizar lo ocurrido.
Cuando habló con su amiga ninguna de las dos lo dijeron pero las dos sabían que aunque ella se diera cuenta de que estaba equivocada nunca volvería a buscarle. Aunque ella descubriera que lo amaba con toda su alma, nunca le diría nada a él.
Ella nunca se atrevería después del daño que le había hecho a pedirle nada, no tenía derecho a volver a entrar en su vida para hacerle más daño. Ella estaba convencida de que esta vez ella había perdido.
Pero no sabía cuan equivocada estaba, la vida estaba haciendo su trabajo y el tiempo también lo hacía aunque ella pensara que esta vez su excusa del tiempo ya no era valida.
Convencida de que había perdido empezó a afrontar esta nueva situación, no era capaz de echar a la tristeza de su lado, ahora mayor porque no le tenía a él, pero se propuso superar esto y todo lo que se planteara al fin y al cabo era lo que ella quería ¿no? Volver a su vida anterior, a su soledad asumida.
Pero…ese día ella recibió una llamada de él. No negó que ella le había hecho daño, pero en sus palabras se leía que no se rendiría tan fácilmente .
Y no lo hizo, no se rindió, no dejó que ella olvidara el amor que él sentía por ella, no dejó de hablar y recordarle lo mucho que ella significaba para él.
Él dio el paso de volver a verla y hablar con ella y no quedaron dudas para ella, en ese mismo momento ella decidió que viviría, que pasara lo que pasara en su fuero interno ella quería estar con él, había quedado claro que estar sin él no le proporcionaba la tranquilidad ni la paz que ella ansiaba, luego ¿por qué estar sin él y seguir siendo desgraciada si podía estar con él y tratar de ser feliz?
Esa noche volvieron a amarse como antes y cuando después de sentir todo el amor de él quedó abrazada a su cuerpo ella supo que era lo que le había separado de él.
Fue como si de repente se le hubiera caído la venda de los ojos, era miedo lo que tenía, miedo lo que sentía y la estaba paralizando, no le dejaba avanzar.
Mientras él abrazaba su cuerpo en la oscuridad dos lágrimas rodaron por sus mejillas,
No sabía si eran lágrimas de felicidad por el gran hallazgo o era el miedo lo que le hacía llorar.
Cuando esa noche el la dejó ella ya no sabía si sentía miedo o era realmente pánico lo que sentía.
Cada vez que había conseguido un asomo de felicidad en su vida algo había venido a empañarlo, siempre ocurría lo mismo, ¿ por qué esta vez iba a ser distinto?
No podía dejarse vencer por el miedo, ahora ya no era una lucha a ciegas, ella sabía contra qué debía luchar y decidió luchar contra ese miedo y vivir el amor que él le ofrecía, ella también tenía mucho que ofrecer y lo haría, trataría de hacer a ese hombre tan feliz como se merecía.
Sabía que la lucha no sería fácil, si lograba vencer su miedo, que era su principal problema, después vendrían otras luchas, distintas, pero no por ello menos difíciles.
La vida le había enseñado a ella a enfrentar cada problema según se fuera presentando, por lo que fue lo que hizo.
Fue enfrentando cada problema y a la vez trataba de demostrar al hombre que amaba que ya no se volvería a marchar, que la lucha había comenzado y que ella no dejaba nunca una pelea a medias. Ella solo peleaba para ganar y hasta ahora siempre había ganado, no sería esta vez cuando perdiera, a eso estaba decidida.

El amor hacia ese hombre crecía con el paso del tiempo. Él con su amor estaba logrando hacerla feliz.
El miedo seguía acechando, es más, iba en aumento en la misma medida que crecia su amor por él, pero no se dejaría vencer, no dejaría que el miedo empañara toda la felicidad que estaba experimentando.

La decisión de ella hizo que la relación se hiciera más relajada, ella se dejaba querer y ofrecía el amor que guardaba en su interior.

Todo esto hizo propicio que ella pasara unas vacaciones maravillosas.
Él hizo que se sintiera la mujer más feliz del mundo, la mimaba, la cuidaba y compartieron los 15 mejores días que ella recordara haber pasado.
Dentro de un entorno incomparable, rodeados de mar y unos lugares maravillosos ella sintió crecer el amor por el cada día un poco más.

Y…hoy, tras 7 meses desde aquella primera noche…ella puede asegurar e incluso gritar al viento que esta enamorada de él con toda su alma.
Que su única lucha actual se centra en hacerle feliz, en darle toda la felicidad que se merece por ser el gran hombre que es.
Por dar todo el amor que da, por la paciencia que tiene, por la ternura que ofrece, por…por todo eso que el es.

Hoy ella solo tiene unas palabras que decir:

TE QUIERO.
Datos del Cuento
  • Autor: GAUA
  • Código: 4726
  • Fecha: 09-10-2003
  • Categoría: Hechos Reales
  • Media: 5.04
  • Votos: 24
  • Envios: 2
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