El gran bloque apareció en el centro de la selva una mañana cualquiera. Era un bloque de hielo inmenso, alto como un árbol y grande como cien elefantes, y además, estaba tan frío que nadie se atrevía a acercarse. Pero lo que más intrigó a todos los animales fue el gran tesoro que guardaba en su interior. Tanto, que el propio rey león dijo aquel mismo día que quien fuera capaz de liberarlo, sería su sucesor como rey.
No acabó de decir aquello, cuando todos perdieron su miedo al frío y se lanzaron a por el bloque con toda su furia. Bueno, todos menos la comadreja, que se quedó parada un buen rato mirando el bloque, viendo cómo los demás animales montaban un alboroto enorme, todos amontonados. El elefante usaba su trompa como un martillo, hasta que le dio un buen porrazo a un gorila y tuvieron que ir a la enfermería. El tigre clavaba sus garras como una taladradora, pero una vez las clavó tanto, que se enganchó y al sacar la zarpa se le rompieron las uñas. Varias gacelas se dedicaron a chupar el bloque al darse cuenta de que estaba hecho de agua helada, pero con tanto helado les dio un empacho tan grande que ya no querían ni probarlo. Los monos estaban decididos a destrozar el bloque, y lanzaban plátanos y piedras como si fueran ametralladoras, pero dieron tantas pedradas al resto de animales, que tuvieron que suspender sus lanzamientos. Y así siguieron todos, intentando romper el bloque a lo bruto durante todo el día sin ningún resultado. Al paso que iban, y viendo lo lentamente que se deshacía tanto hielo, tardarían más de una semana.
Pero justo entonces alguien dijo:
- ¡Mirad! ¡Algo se mueve en el bloque!
Y era verdad, aunque no se veía bien, algo correteaba en el centro del bloque, junto al tesoro... ¿Estaría vivo el tesoro? ¿tendría un dueño que vivía allí?
¡Nada de eso! Era la comadreja, que al poco apareció junto a los demás con algunas piezas del tesoro. Todos estaban impresionados de ver cómo la comadreja había llegado al tesoro sin destrozar el bloque, y después de felicitarla, les pidieron que les contase cómo lo había logrado. Entonces la comadreja contó cómo antes de lanzarse a romper el bloque, se había dedicado a pensar y observar: era un bloque demasiado grande para romperlo a golpes, y tardaría mucho en fundirse por el calor del sol, porque el tesoro estaba en el centro y cerca del suelo, donde no daban los rayos. Y entonces se le ocurrió que podría llegar al bloque por debajo, haciendo un túnel; desde allí hizo un pequeño fuego que comenzó a derretir el hielo rápidamente, ¡y sin apenas esfuerzo pudo llegar al tesoro!
Y así fue como la comadreja llegó a ser la reina de la selva, al demostrar a todos que se consiguen más cosas pensando que lanzándose a hacerlas a lo loco.