Erase una vez, una pequeña princesita en las costas sureñas del Mediterráneo. Tenía una melena dorada que se agitaba suavemente sobre sus hombros cuando galopaba su corcel blanco; sus ojos eran de un color claro intenso de mirada chispeante, tanto, que el sol quedaba ciego ante tal resplandor.
Estaba la princesita paseando por la playa de Guadalmar sobre su caballo blanco cuando escuchó un dulce susurro en su oido. Giró su cabeza hacia ambos lados..., solo pudo divisar en la lejanía a un grupo de ancianos que disfrutaban de sus horas de aburrimiento practicando el arte de la pesca. ¡Serán imaginaciones mías!, pensó la princesita.
Retomó de nuevo el ligero trote de su caballo. El sol escondía sus últimos rayos y la luna comenzaba a mostrar su pequeña sonrisa, cuando la princesita llegaba a las puertas del palacio que miraba al mar. Antes de descender de Diamante, - que así se llamaba su corcel-, el susurro volvió a acariciar sus oidos. Asustada, bajó velozmente de Diamante, subio las escaleras, se intrudujo en su cuarto asegurándose de dejar bien cerradas puertas y ventanas, introduciéndose en la cama tapando su cabeza con la almohada.
Su miedo le impedía tranquilizars, hasta que por fin se rindió ante los pies del sueño.
A la mañana siguiente, con los primeros albores, el "susurro" despertó a la princesita con suaves melodías. La princesita abrió los ojos, observó que su estancia estaba vacia mientras el "susurro" le seguía cantando.
Abrazada a su almohada en un rincón de su cama le preguntó al "susurro":
-¿quién eres tú?
- Buenos días, respondió él. Yo soy el "susurro".
- ¿El susurro? dijo ella, pero los susurros no hablan solos.
- ¡Cierto!, dijo él con gran afirmación. Yo soy el susurro de una voz.
- ¡Ya! ¿y esa voz no tiene cuerpo?, respondió la princesita con tono desafiante.
- Ja, ja, ja..., rió el susurro, claro que tiene cuerpo.
- ¿Entonces "susurro" como has llegado hasta mí sin cuerpo?, preguntó curiosa nuestra princesita.
- Cada tarde, cuando sales a pasear con tu caballo, llega hasta mí tu aroma fresco de primavera... Esto sucede desde hace mucho tiempo, tanto, que mi paciencia se desesperó. He lanzado miles de susurros a miles de damas y ninguna me escuchó. Si tú has podido escucharme, eres tú a la que busco.
- Ja, ja, ja¡, rió irónica la princesita, ¿entonces "susurro" no tendrás ningún temor por mostrarme tu cuerpo, verdad?
- ¡Verdád!, afirmó el susurro, pero si quieres verme, tendrás que buscarme.
Quedó la princesita pensativa durante unos segundos..., pasado ese tiempo le preguntó:
- "Susurro", si tú sabes dónde estoy..., ¿porqué no vienes tú hasta donde estoy?, yo soy débil y delicada, me podría perder.
- Princesa, has de encontrarme tú, he de asegurarme, no puedo permitirme una equivocación. Si tú eres a quién busco, sabrás no perder mi susurro.
Estas palabras le resultaron intrigantes a la princesita, durante unos minutos dudó entre arriesgarse lanzándose a la aventura o tapar sus oidos. Pero su espíritu revelde sacudió su mente lanzándola a lo desconocido.
- De acuerdo "susurro", iré a buscarte, pero... ¿me proporcionarás un mapa y una brújula?.
- No princesa..., no son necesarios puntos cardinales. Solo has de seguir mi voz en tu viaje. Pero te aviso, yo estoy más allá de tu mirada, más lejos de lo que tus ojos pueden ver. No será camino fácil.
Este comentario inquietó un poco a la princesita.
- ¿Entonces "susurro", como hago para acortar esa distancia?
- Monta sobre tu caballo, cierra los ojos, abre tu corazón y yo te guiaré.
Así lo hizo, se puso la ropa más cómoda que encontró en su baúl, hechó algunos vivieres en un zurrón, montó sobre Diamante y comenzó a cabalgar por la playa sin conocer su destino.
Su rumbo era noreste. La noche hizo su presencia entre las Sierras de Loja y de Tejada; encontró una pequeña cueva en la que guarecerse del rocío de la noche, y allí, arropada con una manta de lana, "susurro" le regalaba poesía tras poesía, velando su sueño ahuyentándo las sombras del miedo.
Con el primer canto del ruiseñor, la princesita continuó su aventurado viaje llegando hasta las puertas del mismo Granada.
La princesita se adentró en la ciudad dejándose llevar por los colores blancos y anaranjados de sus calles, sitiendo como la vida palpita en cada uno de sus rincones.
Pasó el día deambulando por las calles de Granada, disfrutando de cada sorpresa que la ciudad le estaba brindando.
Llegada la noche, buscó un lugar tranquilo donde poder dormir y escuchar la poesía de "susurro". Llegó al boscaje de las Chirimías y allí... contemplando el Albaicín, esperó la llegada de "susurro".
Los minutos pasaban y él no hizo su aparición. Ante la desesperación de sentirse abandonada... corrió y corrió... La Torre de los Picos, la de las Infantas, la del Cabo, la de la Carrera, la del Agua y por fin..., la sinuosa puerta del Generalife en la cuál se detiene para tomar aliento. Al apoyarse en ella, la puerta se abre. La princesita, con cierto temor, se adentra en el jardín de agua y sombra, donde la la luna hace de cada gota una estrella fugaz y el aire aroma de azahar.
Caminando, se adentró en el Patio del Ciprés de la Sultana donde escucha una voz femenina que le dice:
- Princesita, ¿que haces tú aqui?.
- Ciprés, ¿eres tú quién me habla?, preguntó curiosa la princesa.
- Sí, responde el ciprés.
- Estoy buscando al "susurro", informó la joven dama.
- ¿Al susurro?, preguntó extrañado el ciprés.
- Si, respondió llorosa la princesita. El me habla, me recita poesías, me dijo que cerrase los ojos, que abriese mi corazón y él me llevaría hasta donde se encuentra. Pero hoy no ha venido, no le escucho, me siento muy sola y asustada.
- Princesita, no llorés, le dice el ciprés. Ven, sientate sobre mi raíz, quiero contarte una historia que está dando vueltas por el mundo desde hace muchos siglos.
"Había una vez una isla en la que vivían todos los sentimientos y valores del hombre. El buen humor, la tristeza, la sabiduría... como también todos los demás, incluso el amor.
Un día se anunció a los sentimientos que la isla estaba por hundirse.
Entonces todos prepararon sus barcos y partieron. Unicamente el amor quedó esperando solo hasta el último momento. Cuando la isla estuvo apunto de hundirse, el Amor decidió pedir ayuda. Pero la riqueza, el orgullo, la tristeza, el buen humor, que pasarón cerca de él no quisieron ayudarle, hasta que una voz le dijo: Amor, te llevo conmigo. El amor se sintió tan contento y lleno de gozo que se le olvidó preguntar quien era el que le ayudo. Cuando llegó a tierra firme, quien le ayudó se fué. El amor se dió cuenta de cuánto le debía y le preguntó al saber:
- Saber. ¿puedes decirme quién me ayudó?
- Ha sido el tiempo, respondió el saber.
- El tiempo.Se preguntó el amor, ¿porque sera que el tiempo me ha ayudado?.
El saber lleno de sabiduría respondió:
Porque solo el tiempo es capaz de entender cuan importante es el amor en la vida"
Y terminado el relato del Ciprés, la princesita lo mira atónita y le dice:
- La historia es bella, pero no entiendo su significado.
- Sonrió el ciprés y le dijo: El susurro ha sido el amor que ha llamado a tu puerta, dale tiempo al tiempo y de nuevo acudirá a ti. El amor cuando llega hasta tí, nunca desaparece. Has de ser paciente, pronto aparecerá el principe que colmará tu alma y tu corazón de alegría. Pero solo una cosa has de tener en cuenta, si te dejas llenar por lo vanal, el amor se quedará escondido en ti y no volverás a escucharle.
Con estas palabras, revoloteándo por su cabeza una y otra vez, la princesita regresó de nuevo a la ciudad, caminando llegó hasta la fuente de Neptuno.Dejándose abrumar por el sonido de sus aguas, notó como alguién se sentaba a su lado. Ella con la mirada fija en el suelo, escuchó como una voz que le resultaba muy familiar le decía: Hola, he estado toda la vida buscándote y por fin te encontré. Reconoció su voz, era "susurro" quién estaba a su lado.
Y desde ese mismo instante, la princesita nunca dejó de escuchar las poesías de "susurro" y "susurro" nunca más tuvo que buscar a quién dedicarle sus poemas.
fantastico expresar con poemas y cuentos lo que siente el corazon