¡Suéltalo ya!- Le dijo el ángel al diablo que quería amarrar al amor.
Un perverso rostro rojo con cuernitos de plata miró con sonrisa pícara al rubio de ojos azules que en su mano mantenía un pañito de oro.
El diablo se resistía a soltar al amor, que entre sus garras iba sangrando lágrimas. El ángel, con su melodiosa voz, trataba de convencer al diablo de que estaba cometiendo un error.
El amor, el más sensible de los sentimientos, que de nada se daña, no podría sobrevivir mucho tiempo mas en las manos de aquel que no lo apreciaba, necesitaba los brazos cálidos del ángel que sufría como si de su propia cabeza se tratara.
En un descuido del diablo, el amor pudo volar y depositarse de nuevo bajo el pañito de oro que sostenía el ángel y, desde allí, con sus ojitos tapados, su poder venció al mal.
Por eso se cuenta que el amor es ciego y que ante el mal, solo piensa en amar más.