"Cuando no se quiere a alguien, se tiene sexo.
Cuando se ama de verdad, se hace el amor".
- En 10 minutos estoy allá- dijo Sandra, y colgó el teléfono.
Inmediatamente yo colgué el mío y me dediqué a preparar todo para su llegada: organizar un poco la habitación, bañarme, cambiarme de ropa, ponerme loción y la cama... debía estar mejor que nunca.
Quince minutos más tarde sonó el timbre de la puerta y supuse que era ella; rápidamente fui a abrir y efectivamente no me había equivocado, allí estaba... 1.68 de estatura, piel blanca, cabello negro un poco más abajo de los hombros, labios provocativos y ojos color café. Venía vestida con un jean y una ombliguera que permitían ver la excelente dotación que le había hecho la naturaleza.
La invité a seguir; yo sabía a que venía esa noche y ya tenía todo dispuesto. Ella también lo sabía pero ambos fingimos no saberlo.
Estaba nervioso; estudiante de noveno grado y deportista consumado, aún no había probado los placeres de la carne. Ella, octavo grado y un año menor que yo, aparentemente conocía más palos que una ardilla. Por lo menos eso era lo que comentaban.
Le pregunté si deseaba tomar algo: "agua, jugo o gaseosa..."
Me respondió con un: ¿No tienes algo más fuerte...?
En mi casa no había licor habitualmente pero aquella noche estaba preparado para todo. Le traje un poco de vino por aquello de que es más elegante, y la cuestión era descrestar; claro que eso estaba un poco difícil por el modus vivendi de Sandra y su fama de "mujer fatal". Charlamos un poco en la sala y la hice reír mientras le contaba algunos chistes, que me sirvieron para entrar en confianza. Al poco tiempo vi que el vino estaba haciendo su trabajo pues Sandra se había puesto más "cariñosa" conmigo; entonces supe que era el momento de invitarla a "conocer mi habitación".
Cuando llegamos, no sé por qué pero lo primero que hizo fue preguntarme por mi cama; se sentó en ella y le pasaba las manos preguntando: "Así que esta es tu cama... la usas mucho?"
- Si, para dormir- fue mi respuesta.
- Continuamos hablando y al cabo de un rato llegaron los juegos, las caricias, los besos y esas ganas incontrolables que a veces sentimos los hombres y que solamente se quitan cuando "el sacrificio" está hecho, sea el humano o el de "cinco contra el gordo".
Así que ahí estábamos: en pleno concierto de caricias de toda clase y todo apuntaba a que la cosa mejoraría. Comencé a besarla en la boca y luego fui bajando lentamente por su cuello, en ese momento abrí por un instante los ojos y noté algo en su cuello, parecido a la mugre que se acumula por no bañarse bien; pensé que eso era natural de su piel y continué besándola hasta que llegué a la base de sus senos y pasé mi nariz muy cerca de sus axilas; el olor que sentí fue tan desagradable que mi estómago se revolvió. En ese momento cruzó por mi mente la imagen de su cuello la que asocié inmediatamente con este olor y mi conclusión fue que esta vieja ¡Era una desaseada de aquí a la P.M!.
En ese momento se me durmió todo, incluido ese "alguien" tan vital para que esa clase de encuentros lleguen a feliz término. El asunto se complicó cuando ella empezó a acosarme, acto que me puso más nervioso pues lo único que se me pasaba por la mente en aquel instante era la forma de quitármela de encima y que aquel momento se terminara. La pregunta del millón era cómo le decía a esa vieja que olía a mil demonios...
Para algunos la respuesta puede ser obvia pero para mi no, porque no me parecía tan fácil decirle a Sandra que olía a Zorrillo, y salir vivo de mi habitación.
Entre tanto ella, bastante excitada me decía: tranquilo, relájate, déjate llevar... Pero cómo diablos se relaja uno con una cosa así? Y si me hubiera dejado llevar ya habría salido corriendo. Y ella insistía: tranquilo, haz lo que sientas, y me daba unas caricias que habrían hecho parar hasta un muerto; pero el problema era ese, "que yo no sentía nada".
Por fin se me ocurrió decirle que yo no podía hacer nada porque mi amigo no se inmutaba, de pronto por el susto de ser mi primera vez y le rogué que por favor no insistiera. No le gustó mucho la idea, sobra decirlo, pero cuando empezó a vestirse sentí un gran alivio. Después me dijo un montón de cosas entre ellas "marica", pero no me importó, porque luego conocí a alguien muy especial que en cuestión de sexo me enseñó muchas cosas, y la más importante fue un secreto conocido por muchos, pero entendido por pocos, y es que para hacer el amor no se necesita saber, únicamente sentir. ¡Así de simple!.
"PRIMERA VEZ" (ARGOS) Me ha hecho reír la confesión y el mal momento...Y bueno...era la primera vez...Para la próxima sabés que el juego puede comenzar en la ducha... Pau