- Hola Pedro, que haces?
- Aquí, hablando de "orto"
- Querrás acaso decir "de otro"
- No amigo Luís, de orto, de ortografía, tu sabes
- ¿Y que hay de nuevo sobre ese particular?
- Bueno, que cada día escribimos peor
- Sí chico, muchos errores ortográficos vemos a diario en la manera en que escribe la gente
- Bueno no solamente errores ortográficos, también hay que sumar la ausencia de signos de puntuación y de acentos.
- Y que me dices de las nuevas abreviaturas?
- Bueno eso es harina de otro costal… Eso es fin de mundo, prácticamente el nacimiento de otro idioma.
- Tan grave es el asunto amigo?
- Pá q t Q ento… y pensar que todo se lo debemos a la tecnología, cuándo no existían las computadoras ni la televisión, esas cosas no sucedían.
- Vaya ocurrencia la tuya de echarle la culpa a la tecnología, si más bien eso nos ayuda, sino fíjate en los procesadores de palabras con correctores y diccionarios incorporados. Definitivamente el origen del problema está en otra parte, tenemos que seguir buscando para poder encontrarlo.
- Fíjate que un amigo me envió un e-mail donde me escribía: "tengo que hablarte confieso" y quiso decir: "Tengo que hablar, te confié eso…"
Otro día alguien escribió "compensar un poco saldaremos" y quiso decir: "con pensar un poco saldremos"
En otra ocasión leí en una correspondencia: "espero no importa" y quiso decir: "es, pero no importa"
- Así anda el mundo amigo, se nos va la vida escribiendo sin saber escribir, por eso cada día nos entendemos menos, lástima que los analfabetos no han entrado en este juego, porqué estoy seguro que cuándo decidan entrar, no harán otra cosa sino corregirnos.
- Las personas de buen escribir son una especie en extinción, si alguien ve una, si es que llega a descubrirla, la verá con asombro y hasta con indiferencia… De que le sirve al mundo un ser como ese, que escribe tan extraño que nadie le entiende; podría decirse que está desfasado, que no se actualizó culturalmente, se quedó en el cascarón.
- Que más nos queda, vamos a protestar aunque no nos entiendan, y quedémonos tranquilos, que dentro de dos o tres generaciones, ellos también serán otra especie en extinción.
Alejandro me descubre un nuevo mundo, pues yo leo cada día autores eficientes, cuando tropiezo con lenguaje nauseabundo lo dejo, para no caer en estado deprimente. (“Hablando de orto”, de Alejandro J. Díaz Valero)