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Categoría: Sueños

La Montaña

He pasado unos días rompiéndome la cabeza pensando en la mejor forma de caminar hacia “los faroles”. Ahora mismo me pongo a relacionar a los faroles con mis metas más grandes en la vida. Imagino que cada una de mis metas estuviera representada por un farol en algún lugar de mi propio futuro, esperando a que yo camine hasta él y si lo alcanzo sería como ver realizadas mis metas. Siento como si en este momento de mi presente, en este segundo y en este instante, me encontrara caminando sobre el extenso territorio de mi vida, un paso tras de otro, hacia lo que podría llamar “mi futuro”. Y es como si en este mismo momento pudiera imaginar cuáles son mis anheladas metas, y pudiera visualizar un ligero resplandor proveniente de mis faroles, de mis metas, proveniente de este territorio futuro que podría ser mi vida futura. Y es muy extraño lo que siento, como si mis metas ¡¡¡estuvieran ahí ya realizadas!!! y yo solamente debiera caminar hacia ellas por un territorio un poco extraño y poco previsible. Ponerme a caminar en la dirección de mis faroles, allá en el futuro, caminar sin detenerme hasta llegar donde ellos. Lo malo es que me resulta muy difícil saber exactamente en qué parte están alumbrando mis faroles y peor aún, vislumbrar la dirección que debería tomar cada uno de mis pasos. Y aquí estoy en este momento del presente frente a mi computadora, y aunque siento la dificultad de dirigir mis pasos, mi corazón me indica que existe una forma de llegar allá. ¿Pero cuál? Esa es la pregunta que me ha inquietado todo este tiempo desde hace muchos años... Y me pregunto a mí mismo, si desde hace muchos años que ya pude imaginar estas metas, ya habré caminado algo o ni siquiera un ápice. Me pregunto, si en todos estos años desde que imaginé estas metas, ¿he dado realmente pasos o todo ha sido en vano? Me pregunto a mí mismo, tomando en cuenta mis inmensas debilidades y extremas falencias (más allá que cualquier otra persona que conozca): ¿serán estas metas posibles para mí? ¡Dios, realmente no lo sé! Y desearía saberlo para así decidir si continúo en mi intento o simplemente desisto y me doy por vencido. Ojalá fuera posible levantar mi mirada a los cielos una noche despejada y gritar una de estas preguntas; y al cabo de un rato recibir dentro de mí algo diferente al eterno silencio... Y en esas me he pasado durante muchos años intentando dilucidar cuál es el camino por donde debo dirigir mis pasos. ¡En honor a la verdad, no estoy seguro! Sin embargo, el tiempo me ha enseñado algunas cosas importantes, y eso es lo que quiero dejar anotado en las siguientes líneas:

****

Algo que realmente me agrada en mi vida es disfrutar de un atardecer en las montañas. Mirar las montañas nevadas como van tomando ese tinte anaranjado y luego violeta hasta terminar envueltas por la oscuridad de la noche. Y ahí es precisamente cuando recuerdo mi eterna pregunta de los faroles. Mirando una montaña en un día despejado, y tomando en cuenta mis enormes conocimientos y experiencia como montañista y escalador, a veces puedo dibujar las posibles rutas hacia la cumbre y de entre ellas escoger la más adecuada. Mi experiencia me ha enseñado ha reconocer desde lejos cualquier recoveco o arruga en la roca o en los glaciares y mis conocimientos me han enseñado si puedo o no puedo pasar por allí, de esta manera mis decisiones en cuanto a la ruta casi siempre resultan correctas de antemano. Y digo casi siempre, porque muchas veces me encuentro con algún imprevisto, algunos de ellos salvables y otros insalvables. Y todavía recordando aquellos atardeceres, si yo pudiera mirar mis “faroles” como una montaña despejada, suponiendo que escalando la montaña llegara a conquistar en la cumbre mi “farol”, podría concluir que el éxito depende en gran parte de los conocimientos y la experiencia que uno tenga. O sea, si uno tiene más conocimientos y experiencia, y si el día es despejado y el clima favorece, se puede visualizar la mejor ruta hacia la cumbre, y sentir una mayor posibilidad de llegar a ella y a mis “faroles”. Una vez visualizada la ruta, todo lo que resta es ponerse a caminar y esperar que el clima permanezca favorable. Pues la ruta es solamente una idea general de cómo debería hacer para conquistar mi cumbre. Más allá de ella viene lo serio, salir de la carpa con toda una estrategia (horas de salida y regreso, radios para comunicación, etc.) y el equipo necesario (botas, grampones, abrigo, etc.), y ponerse a caminar. Siempre resulta difícil el momento de empezar a caminar, muchas veces a la madrugada y con temperaturas extremas, habiendo estado minutos antes calientito y cómodo dentro del saco de dormir y la carpa. Y con ello creo que quizás, lo más difícil luego de haber visualizado tus “faroles”, es precisamente dar los primeros pasos, en este momento y en este mismo instante del presente, dar los terriblemente difíciles y sacrificados primeros pasos. En ocasiones en una oscuridad total y con un clima adverso que augura grandes dificultades, dejando atrás la deliciosa comodidad de tu presente sin sacrificios. Y así cuando doy esos primeros pasos lo único que deseo es regresar a mi bolsa de dormir. Pero luego, por experiencia propia, yo sé que una vez caminado los primeros cien metros (o más) el cuerpo se calienta y acostumbra a la caminata, y ya prácticamente uno se olvida del asunto de la bolsa de dormir. Se pone entonces más empeño en continuar adelante hacia la cumbre. Y entonces recién empiezan las grandes dificultades. Uno camina y camina, un paso detrás de otro, y conforme uno sube cada paso cuesta más. Uno se cansa y llega un momento en que no sabes si continuar o hacer lo más fácil que sería regresar a la carpa. Cuando ya estás cansado sientes como sacos de plomo en tus pies, cada paso cuesta mucho esfuerzo, pero yo siempre tengo en mi cabeza la idea de que cada paso me acerca un poco más a la cumbre. Por eso a veces pienso que cada paso que he dado en la dirección de mis “faroles”, me debe haber acercado a ellos, porque no podría ser lo contrario. ¡Es imposible dar un paso y no avanzar! Debe ser esa ilusión óptica que se tiene cuando se sube algo muy grande, que llegas a un lugar y ves a la cumbre en un sitio, y luego de algunas horas de caminata la sigues viendo en el mismo sitio; pero en ningún caso es que no has caminado, sino que la montaña es muy grande. Y yo aquí en este momento frente a mi computadora escribiendo, mi corazón me dice a gritos que he avanzado muchísimo desde que empecé mi caminata... ¿Quién sabe? Y bueno, en las montañas nada es fácil y no solamente es cuestión del cansancio, sino que también se presentan en el camino una serie de dificultades de todo tipo, unas fáciles y unas muy difíciles, es cuestión de armarse de valor y atravesarlas, y para ello es de mucha importancia los conocimientos y experiencia que uno tenga. Se suelen ver grandes dificultades que parecen insuperables; por ejemplo: grietas muy profundas con finos puentes de hielo, paredes verticales de roca deleznable, paredes vertiginosas de hielo, y ese tipo de obstáculos. El camino suele ser muy difícil y desalentador, pero yo sé bien que siguiendo para arriba, con valentía y esfuerzo, con un gran espíritu, se consigue vencer todo esto y llegar victorioso a la cumbre. Aunque a veces apenas alcanzas a dar los últimos pasos, ya desfalleciente y con la respiración forzada, llegas a la cumbre, de alguna manera llegas, habiendo dejado atrás todos los obstáculos que creíste insuperables. Puedes llegar desfalleciente pero llegas. Luego de haber dado todo los pasos necesarios y haber vencido todos los obstáculos que impedían tu camino. Llegas a la cumbre y te sientes inmensamente feliz, con tu cumbre o tu farol...

Y así como muchos atardeceres son despejados y te permiten mirar y contemplar cada una de las montañas y sus formas, muchos otros son nublados y no puedes ver nada de nada, solamente nubarrones densos y helados y en ocasiones ni siquiera tienes la seguridad de la posición correcta de la montaña. Por tanto y para ser concreto, no tienes la menor idea de cual sería la mejor manera para subir. En esos atardeceres el corazón se desanima y debes ser fuerte, al menos intentarlo. Exactamente como dice el refrán: “quién no arriesga no gana”. Sales de la carpa con un plano en la mano, la brújula en el bolsillo. Obviamente, debes saber manejar correctamente estos instrumentos y debes tener experiencia con los mismos; sin embargo, lo más importante no son los instrumentos sino tú mismo. Debes salir lleno de optimismo y buena energía, con ganas de llegar a la cumbre y sin ningún titubeo, dispuesto a poner todo lo que sea para conseguir tus objetivos. En primera instancia te ayudará mucho ese instinto que yo llamo “olfato montañero”, que aunque no se vea nada en medio de las neblinas, te va llevando por los mejores lugares y así vas avanzando. Vas olfateando el camino y dando un paso tras de otro en la dirección de tus objetivos. Mapa y brújula en mano vas consultando estos instrumentos y continúas hacia delante. Y así el tiempo pasa y muchas veces me ha sucedido que con el transcurrir de las primeras horas el clima mejora significativamente permitiéndome avanzar cada vez con mayor facilidad. Y caminando sin detenerme, venciendo el cansancio y todas las dificultades del clima y la geografía, consigo llegar hasta la ¡¡¡cumbre!!! Aunque en un inicio no se veía nada y no tenía ninguna ruta pensada, ¡¡¡cumbre!!! Fui haciendo camino al andar... Y así muchas veces he imaginado mis faroles sintiendo que no puedo ver nada de nada y todo es una ilusión, no existen tales faroles resplandeciendo en mi futuro. Y si no existen tales faroles, tampoco puede existir un camino hacia ellos. Pero, ahí es cuando me vienen estas imágenes del atardecer con mal clima, las montañas cubiertas de tal forma que no se puede ver ninguna ruta, y me pongo a pensar que quizás, aunque el clima sea malo y las nubes cubran todo el horizonte, realmente mis radiantes faroles se encuentran alumbrando mi futuro; y yo solamente no puedo verlos ahora, en este momento y en este instante del presente, y debo dejarme guiar por una especie de “olfato montañero”, o simplemente algo que podría llamar “optimismo”. Y en este mismo momento del presente, en este momento y en este instante, cargar en mis manos la poderosa espada y abrirme paso en un territorio oscuro y dificultoso, abriéndome camino a fuerza de espada, irradiando yo mismo el optimismo...

Pero las montañas son impredecibles y no todo es perfecto, y eso también me gustaría dejar apuntado. A veces contemplamos un atardecer despejado y aprovechamos para estudiar cuidadosamente la ruta; pero resulta que a la mañana siguiente el clima amanece completamente descompuesto, sales a caminar con entusiasmo y fortaleza, lleno de optimismo, brújula en mano y consultando el mapa siempre que sea necesario, hasta llegar a cierto punto en que tu instinto montañero te grita desesperadamente que ya no es aconsejable ni prudente seguir. La ruta que escogiste no fue la correcta y terminaste en un callejón sin salida, una grieta enorme que nunca pudiste cruzar (al fin y al cabo los seres humanos no tenemos alas), entonces decides regresar a tu carpa... O el clima se puso tan malo que ya no te permitía caminar y sabes que al poco terminarás congelado; entonces decides regresar a tu carpa... O simplemente tu condición física o mental no te permitió continuar; entonces decides regresar a tu carpa... En cualquiera de estos casos, ya sea por una causa u otra, te ves forzadamente obligado a regresar a tu carpa. Pero la llama de tu espíritu continúa ardiendo en tu cuerpo, y jamás te sentirás derrotado y siempre anhelarás llegar a la cumbre de tus sueños. Únicamente sabrás que ésta no fue la ocasión; y escucharás la voz de tu corazón indicándote fervorosamente que las montañas están ahí y no se van a mover, si no las subo hoy las subo mañana pero están ahí siempre, dándonos una nueva oportunidad para subir. Y siempre, mientras siga ardiendo nuestro espíritu dentro de nuestro cuerpo, y los rayos centellantes de la vida continúen alumbrando nuestro camino, en este momento y en este instante del presente, continuaremos recordando una y otra vez que los faroles resplandecientes están ahí, en nuestro futuro, siempre dándonos una nueva oportunidad para conquistarlos...

****

Y aquí me encuentro ahora, abrumado de dudas y escribiendo frente a mi computadora, en este momento y en este instante del presente, rebosante en energía y vida y mirando al territorio inexplorado de mi futuro por delante, al menos imaginando la existencia real de mis faroles resplandeciendo en la distancia..., pensando si habrá una vía para llegar a ellos y tratando de dilucidar por donde debo dirigir mis pasos. Ahora, y en este mismo instante del presente, tal como lo haría hace muchos años, dar uno y otro paso y esperar ansioso a ver si el clima mejora en algo, conseguir dejar atrás la venda ancha de nubarrones densos, y pronto divisar más y más cerca el resplandor anhelado de mis faroles...
Datos del Cuento
  • Categoría: Sueños
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