Capítulo 5
“La cigüeña llega”
José tiene un nombre que no se condice con su ascendencia italiana. Es bastante fornido y cuando se me viene encima me levanto y en su embestida caemos ambos a la piscina.
¡Se desespera! Increíble pero no sabe nadar. Sus ojos desorbitados y sus manotazos hacen que se hunda más rápido.
Emerge nuevamente tosiendo y escupiendo agua.
- ¡AUXILIO... AUXILIO!... grita en su desesperación.
¡JOSÉ... ¡JOSÉ!... le grito pero no me escucha. Vuelve a hundirse.
Voy hasta donde está. Lo agarro de los pelos y lo saco.
-¡JOSÉ! -... Más manotazos.
Le meto una cachetada.
Mónica desde la orilla - ¡PAPÁ... PAPITO... NO TE MUERAS!
Ya se hundió otra vez.
Otra vez lo levanto de los pelos y ahí le va... otra cachetada y otra.
Reacciona y me mira. Aprovecho ese instante de lucidez que tiene para decirle... – José yo estoy parado por qué no dejas el drama y te paras. Esto no es profundo.
José - ¡Cómo!
Joaquín – Claro... esta es la parte que tiene uno cuarenta . Párate y ya.
José – No creas que porque me salvaste...
Mónica – ¡Vengaaaan! mamá se desmayó.
Declaramos una tregua para auxiliar a Cristina que yace en el césped.
Mónica – Mamá... por favor ... mamita...
Apoyo mi cabeza en su pecho.
Cambio la cabeza a otro lugar del pecho.
José sumamente preocupado pregunta – ¿Está viva?
Joaquín – ¡Qué se yo! Solamente estoy disfrutando estos senos divinos de Cristina.
Mónica me mira absolutamente sorprendida.
José bufa como un toro... y prepara su embestida.
Cristina milagrosamente vuelve a la vida – Mira Joaquín eres un miserable... un...
Joaquín – Te vi cuando espiabas con un ojo. Eres traviesa... ¿No?
Cristina – Bueno... sí. Ustedes se estaban peleando y tenía que hacer algo. Pero si hay una explicación la quiero oír ya.
Mónica y yo les explicamos del curso y le aclaramos como el tubo de espermaticida vino a dar a mis manos.
Por fin entienden y, amigos otra vez, nos estrechamos las manos.
Hicimos un asado entre José y yo. Almorzamos y pasamos el día juntos. Realmente mi patito se veía feliz con sus padres aquí compartiendo. Todo era motivo válido para sonreír... y que sonrisa tan bella tiene... se le forman unos hoyuelos... yo la miro embelesado.
Me percato que todos me están viendo... – ¿Qué pasa?
Mónica con esa sonrisa – Papá hace ya rato que tiene el brazo estirado...
Giro la cabeza y veo a José con una copa de “Marqués de Murietta” para mi.
Pasamos un día estupendo. Quedamos en repetir el próximo domingo y luego de despedirnos nos retiramos a nuestras habitaciones un poco tarde.
Me doy un baño y me acuesto. Quedo dormido en dos segundos.
Tan... tan... tan... Me despierto
Joaquín -¿Qué pasa ... Qué es...Quién es?
Mónica – Soy yo... Mónica.
Miro el reloj. Dos y treinta y tres de la madrugada.
¿Mónica a esta hora? ¡Mmmmmmm! Las chicas dormidas... la servidumbre también... ¡Se me hizo! Pienso.
Me acomodo el cabello. Abro la gaveta y saco un chicle.
¡Maldita sea! ¿Pero dónde puse la colonia?
Pongo voz de galán - ¡Adelante!
Mónica pasa y desde la puerta me dice ... - Tengo contracciones.
Todavía medio dormido entiendo mal – ¿Pero qué “contradicciones”? Déjate de inventos y ven aquí de una vez.
Digo dándole unas palmaditas a la cama.
Mónica - ¡Que tengo CONTRACCIONES!
De un brinco salto de la cama. El corazón se me puso a millón. Doy vueltas. - ¿Dónde están mis pantalones?.
Mónica – Prueba ver en tu closet.
Joaquín - ¡Por supuesto! ¿Cómo no se me ocurrió?
Corro al closet me enchufo el primer pantalón que consigo, una camisa, las medias, los zapatos.
Corro a la mesa de luz busco mis documentos, tarjetas de crédito, efectivo, mi reloj pulsera, el celular. ¿Tengo todo? ¡Mmmmmm! Creo que si.
Joaquín – Mi amor... tienes tu cartera con tus documentos.
Mónica – Sí aquí la tengo. ¿Y el bolso con las cosas... mi vida?
Joaquín – Hace una semana que lo tengo en la maleta del Z3.
¡Un momento! Te agarré... acabas de llamarme “mi vida”.
Mónica - ¿Yo? Lo que quise decir es que en ese bolso me va la vida.
A propósito ¿Dijiste algo así como “mi amor” cuando preguntaste por mis documentos?
Joaquín – ¡Noooooo qué va! Iba a decirte algo de “Mi amortiguador derecho” cuando me acordé de tus documentos.
¡Empate! Vamos antes de que te den más contracciones.
Mónica - ¿Empate? Bueno si tú quieres.
¡Mmmmmm! ¿Qué me habrá querido decir?
Subimos al coche y arrancamos.
En un semáforo saco el celular y se lo doy a Mónica – Toma... oprime la tecla “uno” está programada para llamar a la clínica. Quiero que le avisen a tu doctor.
Hay otros semáforos en rojo. Me detengo en cada uno y miro... no viene nadie... paso.
No quiero que a mi patito le pase nada.
Llegamos a la clínica. Estaciono y ayudo a Mónica a bajar.
Camina con dificultad y obviamente adolorida.
Llego a la ventanilla de “Recepción”
Joaquín - ¿Recibieron la llamada de mi... de mi...?
La recepcionista: ¿De su esposa? Sí; hace quince minutos le avisamos a su doctor. Ya viene. ¡Cálmese!
Llega un enfermero con una silla de ruedas para llevar a mi patito a una sala donde aterrizan las parturientas.
El médico de guardia le toma la tensión. Controla la frecuencia de las contracciones. Toma nota.
Estoy muy nervioso con los gemidos de Mónica.
Le tomo una mano – El doctor viene en camino. Tranquila... se que te duelen esas contracciones pero ¿recuerdas que tomamos un curso? Era para usar en estos momentos así que hasta que llegue el doctor comenzaremos con el “jadeo”.
En cada contracción empezamos a jadear. Sí, yo también.
Las contracciones de Mónica son cada vez más fuertes y frecuentes.
¡Ya estoy mareado... hiper-oxigenado!
Por fin llega el doctor – ¡Hola señora Mónica! Veamos como va su dilatación. Señor Joaquín si quiere puede quedarse.
Joaquín – Este... bueno pero me cambio de lugar.
Voy a la cabecera de la camilla.
Trato de tranquilizar a mi patito. Le acaricio los cabellos y le tengo una mano... se la beso.
Ella me mira y dice – No era necesario que te quedaras a cuidarme. Ya hiciste bastante.
Joaquín - ¿Y qué crees. Que ahora me voy a ir a nuestra casa a dormir?
Por favor “patito” de aquí no me mueve nadie.
Mónica - ¿Nuestra casa?
El doctor me salva – Mónica le pondremos un goteo de “pitosin” y luego una inyección raquídea, cuando estemos en la sala de partos.
Joaquín – ¿El goteo de un pito... qué?
El doctor – Es para acelerar la dilatación.
Le ponen el “pitosin”
Mónica empieza a gemir. Cada diez minutos una enfermera chequea la dilatación.
Mi patito se queja... gime. Maldición por qué tiene que ser así. Yo no se que más hacer. Llevo “jadeando” media hora.
Curso de “parto sin dolor”... pero si hasta a mí me duele.
Ella transpira y mueve su cabeza de un lado a otro... se queja. Yo la beso en las cejas, la naricita... donde puedo.
La enfermera llama por el intercomunicador al doctor y le dice – “dilatación en nueve” y corta.
Vienen los enfermeros y la llevan a la Sala de Partos. Voy con ellos.
La camilla vuela por los pasillos.
En la Sala de Partos el doctor ya está listo con un equipo de profesionales que lo acompaña.
Le ponen la raquídea.
A mí me dan una bata, un barbijo y un sombrero.
Mónica se sigue quejando... yo me siento impotente. Soy un maldito inútil.
Joaquín – Mire doctor ella sigue muy adolorida... ¿habrá sido una dosis suficiente?...
El doctor – Comprendo su angustia pero pronto hará efecto la inyección y su “esposa” se sentirá mucho mejor. Hay que tener paciencia.
Los minutos pasan lentos.
El doctor – ¡Ya rompió la fuente y empieza a asomar! Vamos Mónica ¡Puje!... ¡Puje!
Muy bien... descanse hasta que le venga otra contracción.
Mónica - ¡Ayyyyyy!
Otra contracción.
El doctor – Vamos... puje... puje que ya viene... ya viene...
Y así una y otra vez mi valiente patito puja y gime... hasta que por fin...
¡Acá está!
Es una hermosa niña.-
Yo veo un engendro sanguinolento ... medio baboso. Le ponen una perita de goma en las narices y sacan un líquido.
El doctor dice – Hay que estimularla para que llore. Le da unas palmaditas.
¡Guaaaaa!... ¡Guaaaaa!... ¡Guaaaaa!...
Mónica sonríe... yo también. Acomodo un poco su abundante cabellera y la beso una, dos, tres veces.
¿Qué estoy haciendo?
Mónica me mira sorprendida... me hago el estúpido... – ¡Esteee!... Lindo día ¿No?
Mónica - ¡Radiante!
Son las cuatro y carenta de la madrugada.
La enfermera - ¡Felicidades! Aquí tiene a su hija. ¿Puede alcanzársela a su esposa?
Me dan la niña ya aseada.
¿Y el engendro? Ésta no es...
¡Por todos los santos! No puedo encontrar palabras para describir lo que sentí al tenerla en brazos.
Es tan bonita, tan pequeñita y esa boquita todavía haciendo “pucheritos”. ¡Ya me agarró el dedo!
(Continuará)
MÓNICA MÍA (JOAQUÍN LEDO) Todos presenciamos este parto.Por Dios Joaquín,qué bien lo cuentas!!!Transmites los nervios,el apuro,la ansiedad y ese amor que se asoma a escondidas,tan tierno. Pau 2