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VISITAS A ELISA

VISITAS A ELISA

-¿Que ha vuelto Elisa dices tú pequeña? ¿Y porqué eres tú quien me lo dice?
-Mira, Vardio; Elisa llegó ayer de noche y me mandó a decirte que la visites. Ella bien pudo habértelo dicho, mas me ha mandado a mí. No sé porqué no quiso venir a verte ella misma. Además ella sabe dónde estás viviendo, pero bueno, henos aquí..
-Bien niña, muchas gracias. No me será posible ir hoy mismo como me has dicho Elisa lo quiere…
-¡Qué! Elisa ha dicho que tiene que ser hoy mismo.
-Perdóname, pero la noticia de su egreso me ha pegado muy fuertemente ¿crees que tenía idea de volver a ver a Elisa? ¡No! Fuimos muy unidos antaño, tengo tanto tiempo sin saber de ella y se siente un tanto raro el saber que repentinamente ha decidido regresar, que hemos de volvernos a encontrar. No niego que espero mucho de ella. Han pasado años, y sabemos que muchas cosas cambian en esos años. Te ruego que le digas que he de ir a verla mañana.
-…Pues… después de todo no creo que le parezca mal, ya le avisaré.
Vardio dio la mano a la niñita, que no dejaba de sonreír, la beso en la frente separando el pelo desordenado de su carita, pelo castaño falto de cuidado, pero con olor a rosas, que llenó de recuerdos a Vardio cuando acercó sus labios a la frente de la chiquilla, la cual alejándose le dijo…
-No te imaginas cuán feliz se pondrá Elisa al verte mañana, espero no faltes. Elisa te quiere mucho. –y se alejó corriendo. Vardio se alejó también después que la oscuridad no le permitió seguir viendo a la niña correr.
“No sé quién sea esta niña” pensaba Vardio mientras se dirigía a su hogar. Disfrutaba de las sensaciones que la oscuridad le brindaba y jugueteaba con una flor que había cortado por el camino, poniéndola entre sus dedos y recorriéndola por sus brazos, poniéndosela entre los labios y mordiendo fuerte cuando recordaba a Elisa, tratando de contener sus lágrimas “mas me ha inspirado mucha confianza; se parece mucho a Elisa.”

Al llegar Vardio a casa se miraba al espejo y decíase: “Cómo hemos cambiado. Hoy vestimos todos tan elegantes. Hace tan sólo cinco años que… No puedo creerlo, nos hemos separado tanto, todo es tan diferente desde que te fuiste. No sé qué esperes ahora que estás de nuevo aquí, pero por favor no esperes más de lo que puede ser ofrecido. Promesas puedo hacer, pero no de sentimientos; los sentimientos están muy arriba de nosotros como para jalarlos a placer… o muy abajo.”
Desde la ventana miraba pasar la gente, tan tranquila; nada les preocupa más que ellos mismos, no aspiran a mucho. Abre Vardio un cajón de su escritorio de madera. “Ahora que tenemos veintitrés las cosas no pueden ser como en aquellos días…” sacó una libretita negra, abrióla y en la primera página, escritos en tintaroja, se encontraban cuatro nombres frente a números telefónicos. “Las dos chicas y yo tenemos veintitrés” suspiró “primero izi; a él le será más fácil decrle a Elena y a Moe” decíase mientras marcaba en el teléfono que hace ya muchos años le regalara Elena.
-¿Bueno?
-¿Izi?
-Sí, soy yo ¿quién habla?
-Soy yo… Vardio.
-¿Vardio? ¡Por Dios, no lo puedo creer! Tanto tiempo sin saber de ti, espero que no tengas una sorpresa desagradable preparada. Creía que ya te habías olvidado de nosotros.
-Sorpresa sí te tengo preparada. Tómala como tú desees, desagradable o agradable, mas te aseguro que no lo esperabas.
-¿Es algo positivo o negativo?
-Yo diría subjetivo.
-Dilo ya.
-… Elisa regresó.
-… Pero…
-Ahora tú dime, si te alegra es bueno.
-¡Es buenísimo! ¡Es lo más grande! ¡Increíble! ¿Cuándo te enteraste? ¿Ya lo saben los demás?
-Qué bien que te alegra la noticia. Te pediré entonces que seas tú quien se lo haga saber a Elena y a Moe ¿puedes?
-¿Porqué no les dices tú? Hace ya mucho que no hablas con ellos; yo lo creo más oportuno. Ya no sé que piensen de ti.
-Hazlo tú, amigo. Quiero que les digas que Elisa ha regresado y que quiere que la visite…
-¿Tú?
-Supongo que quiso decir todos nosotros.
-¿Supones?
-¿Crees que haya venido y desperdicie la oportunidad de vernos, de sentirnos, juntos de nuevo?
-Siempre fuiste su favorito.
No digas tonterías. Avísales entonces que nos encontraremos en el parque al oscurecer para ir a visitar a Elisa ¿entendido? Mañana ¿así lo harás? Confío en que no faltarán. Adiós.
Dicho que hubo esto Vardio colgó. “Todo sea por los viejos tiempos.”

Elisa miraba su reflejo en el espejo, roto de una de las esquinas, que tenía frente a su cama, veía su cuerpo entero. “Vamos Vardio apúrate en venir. Sé que vendrás; tú… tú sí vendrás. Tienes que hacerlo.”
Vardio nunca apareció.
-Te dije que no vendría- le dijo una voz de niña a Elisa, ésta la ignoró y siguió sollozando- no llores por eso Elisa, no vale la pena.
“Vardio, me has decepcionado. Creí que mi regreso significaría más para ti.” Su vestido gris estaba arrugado, su maquillaje se había corrido debido a sus lágrimas y su corto pelo que descansaba en sus hombros estaba ya desarreglado. “No Vardio; has malinterpretado todo. No dije que no rogases, dije que aprendieras a ver por qué cosas vale la pena rogar. Siento decirte esto, pero yo soy una de esas cosas que valen la pena. Bueno, no obstante que no has venido, yo sé que vale la pena esperarte Vardio; aquí te esperaré Vardio, espero verte aquí pronto. Primero tú, ya veremos después. Necesitamos también a Elena y a Izi, y quizá hasta necesitemos a Moe.”

El día siguiente al oscurecer estaban los cuatro en el parquecito. Vardio fue el primero en llegar, Elena Izi y Moe llegaron juntos un poco después.
Se abrazaron los cuatro sin decir palabra. Vardio sonrió a Elena y la besó en la frente –vamos ya que me muero de ganas de vera Elisa- dijo Izi -, y Vardio, yo sé que tú también- Vardio asintió con la cabeza y comenzó a caminar rumbo a casa de Elisa, los demás lo seguían abrazados, callados. Cada uno pensaba en cómo serían las cosas ahora que volverían a estar juntos y cuáles serían las primeras palabras de Elisa; aunque Elisa hubiera preferido ver primero a Vardio… a solas.

Llegaron y se detuvieron inmóviles frente a la casa de Elisa. Se miraban los unos a los otros y fue aquí cuando notaron qué diferentes lucían. Elena además notó la camisa que Vardio traía puesta, la cual ella misma le regaló en su cumpleaños en primavera. También notó que Izi era el único vistiendo ropa nueva, los otros traían ropa vieja.
Se escuchó el maullar de un gato y un suspiro de Moe antes de que Vardio se atreviera a golpear la puerta.
Levantó la mirada a las estrellas mientras alguien acudía al llamado, -¡Ya voy!- se escuchó una voz chillona, y un momento después se asomó por la puerta la cara de aquella chiquilla que había avisado a Vardio del regreso de Elisa.
-Venimos a ver a Elisa- dijo Elena acercándose
-Dile a Elisa que ya hemos llegado- dijo Vardio en voz muy baja y nadie entendió sus palabras.
-Elisa no se encuentra aquí.- les contestó la niña mirando fijamente a Moe, éste sonrió –ha salido desde hace ya más de dos horas, creo que falta mucho para que regrese… si lo hace.
-¿Ha salido? ¿Con quién?- Preguntó Elena a la pequeña.
-Ha salido sola- contesto ésta. No sé si tendría alguna cita, sólo me dijo que tenía que salir, yo traté de interrogarla, pero me ignoró. Parecía llorar. Pueden entrar y esperar si así lo desean, pero les aseguro que no regresará pronto.
-No… eso no es posible- dijole Vardio –regresaremos en otra ocasión.
Dieron la espalda a la casa y comenzaron a caminar con una esperanza común rota. Tanta esperanza de ver a Elisa y de vivir la vida como en aquellos viejos tiempos en que se hacía todo y nada a la vez.
-¿Qué les parece si vamos al parque? No sé, quizá podemos simplemente charlar, recordar…- propuso Izi.
-No, no es una buena idea- dijo Vardio atacando a su amigo. Izi sonrió amargamente –creo que es mejor que nos retiremos. No me será posible ir mañana a casa de Elisa, ni cualquier día de esta semana ¿qué les parece si nos reunimos de nuevo y vamos la próxima semana? Propongo que nos veamos aquí dentro de una semana a la misma hora- y dicho que hubo esto se despidió de sus amigos con la mirada. En realidad se despidió de sus sombras no atreviéndose a mirarlos a la cara, y se alejó con rumbo a su hogar.
-¡Nos vemos la próxima semana!- le gritó Elena y Vardio agitó la mano sin voltear en señal de que habíale escuchado.
“Nos vemos la próxima semana” pensó Vardio.

La semana siguiente se volvieron a encontrar. Hacía algunas horas que había parado de llover. No había llovido mucho pero lo suficiente para dar ese aspecto tranquilo y húmedo a las calles. Era un agradable anochecer.
-¿Saben?- comenzó a hablar Vardio –hoy me siento muy bien; tengo muchas ganas de ver a Elisa.
-Todos nos sentimos igual, Vardio- le dijo Elena mirando al suelo y sólo levantando los ojos por un instante para verle a los ojos.
-¡No! ¡No me entienden! No sabía… no estaba seguro… de que fuera bueno que Elisa haya regresado. Deseé que no lo hubiera hecho, pero ahora estoy seguro que es lo mejor que ha pasado ¡ahora lo estoy!
-Pues yo…- comenzó a decir Moe con los ojos muy abiertos.
-¡Tú calla!- le gritó Vardio ante el asombro de los demás, a los cuales dirigió una mirada retadora, como si fueran sus peores enemigos. Suspiró y echó a correr desesperadamente. Sus amigos lo observaban desde allí. Lo vieron caer una vez e incorporarse de inmediato para continuar su carrera.
-Vardio está cada vez más extraño. Siempre fue interesante, me gustaba mucho escucharle hablar, siempre tan sincero y peculiar. Cada vez lo veo más hundido. Murmuró Elena. El único que escuchó fue Moe, pero sin entenderle. –vamos a ver a Elisa sin él; déjenlo correr.
Fue mucho más pronto de lo que Elena creía, que habían de encontrar a Vardio. Lo sorprendieron sentado en el suelo frente a la casa de Elisa con las piernas cruzadas una sobre la otra y con la mirada clavada en el suelo mojado.
-Elisa está duchándose- les dijo Vardio sin moverse –la niña me dice que tardará muchísimo. Voy a esperar aquí hasta que salga. No me importa cuánto se tarde.
-Esperaremos contigo – le dijo Elena y le acarició la cabeza con cariño. Vardio la miró y le sonrió lleno de angustia, luego volvió a dejar caer su cabeza pesadamente para seguir en sus pensamientos sobre el suelo mojado.
Pasaban las horas y nadie salía de la pequeña casa. Vardio –que había estado todo el rato inmóvil- se levantó y dio unos golpecitos a la puerta. La niña salió a responderle y le dijo:
-Elisa me ha pedido que les diga que no va a poder atenderlos hoy, dice sentirse muy mal. Tampoco podrá mañana, pero pasado mañana será un día perfecto. ¿Vendrán entonces?
-Sí… así lo haremos.- dijo Vardio. Todos se agacharon decepcionados. ¿Pero es que en realidad ha regresado? Se preguntaban ¿Y si todo este asunto es una elaborada farsa’ caminaron cada quien a su respectivo hogar sin siquiera despedirse, hundidos los cuatro.
Elisa se encontraba en un cuarto de la casa, sola y desnuda. “Sé que Vardio sabe las razones por las cuales quiero verle a él antes de que nos encontremos juntos los cinco ¡por qué no entiende entonces! Ya me he cansado. Tendré que arruinar todo por lo que he trabajado. Pasado mañana los recibiré a todos y mi mundo se vendrá abajo.”

-Parece que hoy tendremos que ir a recoger a Vardio. Vamos por él a su casa y luego nos damos mucha prisa para ir con Elisa ¿vamos entonces?- decíales Elena a sus compañeros después de haber estado esperando a Vardio en el parque por un rato –, siempre era el primero en llegar, quizá le pasa algo. Hoy tenemos que ver a Elisa… tiene que ser hoy.
Caminaron juntos sin decir palabra embriagados en una gran felicidad; ¡hacía tanto ya que no iban a casa de Vardio! Y antaño había sido uno de sus lugares favoritos, junto con una chica a la cual llamaban Elisa. Aquellos días en que cualquier cosa era disfrutada en tanto los cinco –o cuatro, porque Moe nunca fue muy unido- lo hicieren juntos. Se sentaban en alguna esquina del pueblo a charlar en las tardes. Siempre fueron un grupo muy querido por las personas del pueblo; serios y tranquilos, sabían divertirse y ser alegres, siempre juntos en todo y demasiado alejados del mundo.
Podría decirse que no eran del todo libres, pues cualquiera de ellos no soportaría la soledad si tuviere que separarse del grupo. Mas un día Elisa los dejó y el grupo se destruyó; cada uno de ellos tuvo que enfrentar su soledad. Fue difícil al principio para todos, pero de alguna manera lo supieron enfrentar y se levantaron. Todo entre ellos se derrumbó gradualmente hasta convertirse en un delgado hilo que en cualquier momento se rompería. Pero ahora con Elisa de vuelta parecía que todo se restituiría, que todo volvería a ser como antes, que Elisa era la creadora de esa obra tan extraña, la piedra principal y la más fuerte.
Elena dio unos fuertes golpes a la puerta –tenía que ser de esta manera si se quería despertar a Vardio de sus novelescos sueños. Vardio se asomó, sus ojos estaban hinchados de tanto dormir y los talló con sus manos violentamente. Al ver a Elena sonrió.
-¡Elena!- dijo felizmente.
-¡Vardio!- lo saludó Elena igualmente feliz -¿por qué no llegaste al parque?
-Elena… lo siento mucho- vergüenza -…no puedo ir con ustedes.
-¡Pero, Vardio! ¡Tenemos que ir todos!
-¿Tenemos? No… no es cierto, y tú, mejor que cualquiera, lo sabes.
-Si tú no vas será una gran decepción para ella.
-No digas eso, Elena, y vayan ya, vayan ustedes y diviértanse con Elisa, diviértanse por mí y denle saludos de mi parte. También te pido a ti, Elena, que personalmente le digas a Elisa que la iré a ver mañana solo, y que he entendido algo que antes no fui capaz; que me disculpe. No se molestará; ella sabe que es lo mejor. Váyanse ya, Elena, y no olvides lo que te he dicho. ¡Apúrense ya que se hace tarde!
-Bien, Vardio, te prometo no olvidaré darle tu mensaje. Sé lo que Elisa significó para ti. Espero que mañana que la veas todo salga a favor de ustedes. No faltes mañana entonces, adiós- lo abrazó y se fue, junto con Moe e Izi, a casa de Elisa.
Elisa salió a recibirlos cuando llegaron -¿Y Vardio?- fueron sus primeras palabras para el grupo.

Al día siguiente al oscurecer se disponía Vardio a salir, con propósito de visitar a una chica llamada Elisa. Era una noche linda y clara, de cielo estrellado. “Hoy abrazaré a Elisa hasta morir” decíase “Hoy abrazaré a Elisa , la besaré, y ya veremos qué pasa después. Algo ha de pasar.”
-He venido para ver a Elisa- le dijo Vardio a la chiquilla sonriendo cuando ésta salió.
-Elisa ya partió- le contestó la niña mirándolo con un gesto despectivo. La expresión alegre de Vardio desapareció. Una de angustia, desesperación, melancolía. –Elisa se fue decepcionada. Yo nunca creí que te quisiera tanto, pero la he visto llorar por tu culpa ¿es eso justo? Ella te pidió y te pidió que vinieses, mas sin embargo tú hasta mandaste a tus amigos sin ti ¿no crees que Elisa sintió que no significaba lo suficiente para ti después de que la despreciaste de esa manera? Elisa me dijo que siempre habías actuado así, pero que tenía la esperanza de que en ese tiempo que estuvo ausente hubieras aprendido algo, pero se ha ido y se ha dado cuenta de que sigues siendo el mismo niño inmaduro de siempre, ¿sabes? Yo también siento que me has decepcionado, pero yo no debiera sentirme así. Elisa se divirtió mucho ayer con sus compañeros, pero notaba yo en su mirada que pensaba en ti, pensaba que estabas escondido y que en cualquier momento te aparecerías para sorprenderla, pero esas tontas esperanzas sólo acrecentaron su dolor al quedarse sola de nuevo. Tú mejor que nadie sabes cuánto temía Elisa a la soledad, y la soledad se presentaba después como un monstruo que nunca está satisfecho, que nunca muere. Elisa salió a correr después que sus amigos se fueron, apenas regresó y me dijo que partiría “¿pero y Vardio? Aun no lo has visto” le dije, ella no me contestó. “Eso se perdió, lo de Vardio ¿recuerdas? ¿Recuerdas lo que me preguntaste? Eso se perdió.” me dijo antes de partir y se despidió de mí diciendo que nunca volveríamos, quizá, a vernos. Sí, Vardio, entiendo que te lastime, pero entiende que fue tu culpa y de nadie más. Elisa partió y no volverá.”
Vardio pensó en justificarse, ¿pero de qué hubiera servido? Se alejó de allí corriendo, sin despedirse. Sin saber a donde ir. Le lastimaba muchísimo pensar que Elisa se había marchado para siempre, que le sería imposible saber cómo y dónde estaría, si vivía… eran tantas las imágenes que atacaban la imaginación de Vardio. Logró calmarse, paró de correr y pensó en sentarse, mas de haberlo hacho así hubiera otra vez empezado a pensar en la pérdida de Elisa. Se puso a caminar tranquilamente, ya sin sentir del todo. La noche se había tornado fría y Vardio había perdido la noción del tiempo. Había llorado mucho.
Y así siguió Vardio caminando durante muchas horas. Levantó la cabeza, cansado, debe ser muy tarde, se encontró en un lugar extraño para él, no transitaban automóviles por la carretera, y estaban todas las calles muy iluminadas. Las casas a los lados, todas muy grandes, lucían sombrías, escondidas en sus propias sombras.
Abrió los ojos Vardio sorprendido al ver en medio de la carretera mesas adornadas con botellas de vino y platos de comida como si se estuviese llevando a cabo una fiesta, a media noche y a media carretera. Las personas sentadas a las mesas reían y gritaban.
Vardio se acercó a una mesa colocada casi en el centro, y entre las tinieblas de su asombro distinguió a un viejo amigo; Erick era su nombre, éste se incorporó rápido al ver a Vardio, le tendió la mano y le sonrió sin decir palabra alguna y con un ademán lo invitó a sentarse a la mesa con él. Al sentarse Vardio descubrió frente a sí la figura de Elisa que lo miraba fijamente. Elisa le sonrió al verlo tan sorprendido: -¿Porqué no fuiste a verme si tanto te lo pedí?
-Elisa, seré lo más sincero contigo- le respondió Vardio a punto de llorar. Logó contenerse y continuó –Elisa… aquello pertenece al pasado; el pasado fue algo grandioso, tú lo sabes, lo sé yo, lo saben Moe, Izi y Elena, hasta Erick que se encuentra a mi derecha lo sabe. Fue algo tan grandioso que me hizo pensar que cosas como esa no pueden pasar dos veces. Al regresar me invitaste a vivir eso de nuevo. Al principió me dije que eso era imposible, después ya dejó de importarme; lo único que importó al final fueron mis deseos de volver a verte, pero te habías ya alejado para siempre. No quiero ser lo que aquella vez fui. Aquello que pasó es imposible revivirlo, pero moría por verte. No te niego que tenía la esperanza de volver a sentirme libre como en aquellos días. Te perdí y contigo perdí la oportunidad de volver a estar limpio de nuevo, Elisa.- Elisa parecía no prestar atención a las palabras de Vardio –perdona el desorden de mi sinceridad.
Elisa se levantó de su asiento sin decir nada y se alejó tranquilamente. Erick después de un momento se levantó también y la siguió. Volteo a ver a Vardio Elisa una última vez; éste lloraba con la cabeza entre sus brazos sobre la mesa.
Vardio se levantó y tomó el camino que lo alejaría más y más de Elisa y Erick –y tenía tantos años también sin ver a Eick- Vardio seguía caminando sin rumbo y ya amanecía, con la luz del sol se encontró caminando por un jardín. A su izquierda, como a su derecha, estaba cubierto por frondosos árboles que tan sólo dejaban pasar entre sus ramas hilos delgados de luz. Escuchaba Vardio admirado el trinar de las aves que jugueteaban alegres. Distinguía Vardio que se acercaba a un barandal que rodeaba a un templo.
Se encontraba Vardio a escasos pasos del barandal cuando la puerta de éste se abrió y Vardio pudo admirar completo el templo, el cual –ahora se daba cuenta- no era en realidad un templo, pero Vardio sabía a dónde dirigirse.
Datos del Cuento
  • Autor: Juan Luis
  • Código: 557
  • Fecha: 06-11-2002
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.58
  • Votos: 72
  • Envios: 0
  • Lecturas: 7091
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