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~~El flaco nació en Lanús y después se vino a vivir acá, bah, parece que los padres compraron y él se vino con ellos. Uno de los ítems pa ser acectado por la comunidá de vagos, es jugar bien al fulbo y el pibe lo demostró enseguida, al toque. La primera vez que nos hicimos un picado en el campito ya nos desmayó a todos. Nos hinoptizó de una, desde el mismo día que llegó.
Yo, por ejemplo: en un partido contra unos chabones del barrio. Teníamos un golcito de medias y estábamos jugando y había uno que me hacía marca personal (no me yegaba ni a los hombros de la altura), el caso es que yo tenía la pelota y el petiso me marcaba y no me dejaba respirar de lo esijido y cuando me liberé y hice el pase y la jugada siguió, yo me quedé parado y el pibe- Pelusa- le decían, le dio un viraje y la metió sin asco. Ni la vimos: GOLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLLL, gritaron los vagos y el loco festejaba. Yo le había pegado un empujón y le golpié las costiyas pero él no dijo “esta boca es mía”, por eso festejaba encocorado mirándome a mí. Bueno yo seguí, ni bola, como es lo supuesto, ni bola le di. Lo maté con la indiferencia pero cuando terminamos el partido, habíamos perdido como los perros y el pibe estaba en medio de la cancha, tirado y riéndose a carcajadas.
Otra vez, nos habíamos conseguido un balón de verdá. Armamos otro picadito. Se vino la jugada y yo la recibo con el melón y la bajo al pasto. Yo miré para todos los lados pero no había nadies alrededor, entonces el flaco, se me enfrentó para la gambeta. A mí no me daba ni ahí el físico y me la quitó de un baile, le puso un pechazo al fulbito, le pegó una zurda terrible que lo fue a meter como flecha a la vaya. De la rabia fui a un lateral de la cancha y le pegué una patadón a un árbol. Casi me quebré la gamba y como quedé lesionado no pude jugar más. Cuando terminó el partido, el pibe, vino y me invitó a tomar la leche en su casa y ahí nos hicimos amigos pa toda la vida.
Después la fichó a mi hermana y mi hermana se hizo muy cómplice de los padres de él y de los hermanos y se enamoró enseguidita. Cada vez que él venía ella se ponía bonita, bien arreglada con hebillas en el pelo y esas cosas y se ponía perfume y lo miraba pasar en un auto viejo que tenía. Una vez se encontraron en el baile del Clú Social y mi hermana tenía puesta una remerita y una pollera minifalda negra ajustada y el pibe la sacó a bailar con un movimiento de cabeza y bailaron una de Roberto Carlos. No me acuerdo bien pero me parece que ella todavía iba a la escuela, dieciséis años debía tener. La cosa fue así: él empezó a invitarla al cine, la yevaba a pasear y después, cuando más adelante, los domingos, la empezó a yevar a lastrar a la casa con la familia, se puso serio el noviazgo y después vino lo que ya todos saben. Él nunca dejó de visitar a los amigos, nunca se olvidó de nosotros, pero todavía no era “El Diez”.
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