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Categoría: Terror

Juego de roles

Nora apagó las últimas velas del altar, limpió con su uña una gota de cera reacia a desaparecer y se acercó para despedirse del Padre.
Bordeaba los 50 años pero conservaba su figura. Nunca fue esbelta pero la edad tampoco la había hecho entrar en carnes. Su piel blanca empezaba a reflejar las arrugas de toda una vida de trabajo. Nunca se había casado y continuaba viviendo en la antigua casa familiar emplazada a pocas cuadras de la iglesia del Templete. Hace mucho que sus padres habían muerto y, para no pasar todo el día en su lúgubre morada, se dedicaba al mantenimiento de la iglesia. Desde muy temprano se la veía limpiando las estatuas, cambiando los cirios consumidos y ayudando al Padre en cuanto necesitara.
Eran cerca de las 11 de la noche, el sermón concluido. El cura estaba cansado y no veía la hora de que la laboriosa mujer se retirara para poder quitarse la agobiante sotana. Nora le dio la mano, le pidió la bendición, y el Padre le recomendó que se fuera con cuidado pues el parque adyacente no era un lugar agradable para caminar de noche.
Ella descendió las escaleras de la antigua iglesia, una mole de cemento gris que se elevaba en un extremo del parque del barrio. Éste estaba dividido por una calle, y en el extremo más alejado de la iglesia pasaban las noches reconocidos indigentes. No les temía pues en muchas ocasiones les había ofrecido un poco de comida, y siempre que se cruzaban en la calle la saludaban amablemente. Sin embargo esa noche, mientras se retocaba el alto moño, recordó la noticia de las tres mujeres que habían aparecido muertas en extrañas circunstancias, todas ellas cerca de importantes iglesias. Sin entender el por qué de este pensamiento Nora se persignó y se encomendó al Altísimo tal como le había enseñado su madre hacía ya muchos años.
Bordeó el parque bajo la escasa luz del alumbrado público y atravesó los juegos para niños, como de costumbre. Llegaba ya a la última palma y casi podía divisar la tienda de Don Pedro que empezaba a cerrar, cuando un fuerte brazo le rodeó el abdomen y una enorme y caliente mano le tapó boca y nariz con un trapo húmedo. 
-Lo siento mucho- escuchó que le susurraban al oído antes de perder el conocimiento.


… Se sentía pesada… Abrió los ojos, distinguió un antiguo portal semiderruido que se elevaba ante ella… Fuertes brazos masculinos la transportaban sin aparente esfuerzo… No tenía control de su cuerpo… Intentó mover una pierna pero esta no respondió… Volvió a abrir los ojos y entendió dónde estaba… “Es la casa abandonada... la que está al lado de la iglesia” pensó antes de desmayarse nuevamente.

La imponente figura roció a la mujer con agua. Ella colgaba de los brazos en medio de una amplia habitación a oscuras. El calor era agobiante y el hombre sudaba a chorros bajo la negra gorra. Estaban en una antigua construcción abandonada que se caía a pedazos. Del techo se desprendían trozos de bahareque y barro, y las paredes desconchadas dejaban al descubierto los ladrillos. Una mesa de plástico era el único mueble de la habitación. A su lado colgaba la mujer que empezó a recuperar la conciencia.
Cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad descubrió multitud de objetos que descendían del techo, a su alrededor. Alcanzó a distinguir algunas calaveras y cruces invertidas antes de reparar en la sombra que estaba frente a ella, a escasos cinco metros. Detrás de la sombra podía ver algunas manchas oscuras de lo que parecía ser sangre, formaando extraños dibujos en las paredes; giró su cabeza y ahogó un grito al descubrir un gato negro que colgaba a su lado. Quería gritar, pero de su atemorizada garganta sólo salió un débil sollozo.
Ventanas y puertas estaban tapiadas, y un pequeño haz de luz filtrado a través del techo iluminaba la mórbida escena. La mujer yacía con la blusa rota y el sostén cortado por la mitad. Los caídos senos proyectaban una larga sombra sobre el abdomen en el cual relucía un brillante trazo sanguinolento. Al mirar hacia abajo Nora descubrió un pentagrama bajo ella… Sintió su torso desnudo y con un terror sobrehumano bajo la mirada hasta su abdomen… Ahí estaba el mismo pentagrama, marcado con sangre sobre su blanca piel.
Fue como si se hubiera bebido todo el vino de la Santa Eucaristía en un solo trago; cuando descubrió de donde provenía el ardor de su abdomen la habitación empezó a girar en un intenso torbellino, y tuvo que hacer acopio de todo su control personal para no vomitar. Miró hacia abajo una vez más y vio dos baldes que comenzaban a llenarse con un oscuro líquido… Era la sangre que goteaba lentamente desde sus axilas… Poco a poco, al igual que el suero se consume en los hospitales, ella veía có+mo la sangre abandonaba su cuerpo… Despacio, sin prisa… En un flujo continuo que la desangraría antes del amanecer.
En medio del horror, perdió nuevamente el conocimiento luego de encomendarse a Dios.


-Cerca suyo hay un poco de comida, nada pesado porque usted necesita energía. También le dejé una botella de agua… en un rato va a tener mucha sed.
-Por favor señor- suplicó Nora en medio de la oscuridad.
-No puedo hacer nada. Como le expliqué, esto es algo más fuerte que yo. Por más que quiera detenerme, siempre vuelve a llamarme. Puede ser en la noche, puede ser en el día; no conoce de horas ni de lugares; es como el llamado de la sangre; cuando toca a mi puerta sé que debo obedecer… es una obsesión. 
”Lo siento mucho, de verdad. Espero me entienda… No es nada personal. Como los mafiosos de las pelis ¿Los ha visto? Con su rollo de “nada personal, sólo negocios”. Pues bien, así soy yo. Un mafioso dominado por una obsesión… algo mucho más fuerte que el dinero. Tal vez nunca me entienda, pero para mí es importante intentarlo igual. 
”Es más… Como me cae usted tan bien, le voy a dar un consejo. No se resista. Concéntrese en ahorrar energías; no tire de los alambres porque con cada sacudida el corazón bombea más sangre, y la muerte llegará más rápido.
La casa quedó silenciosa por unos instantes, y cuando él se disponía a marcharse la mujer volvió a hablar, esta vez con una voz corroída por el odio y un espeluznante tinte profético:
-Si no para esto, va a terminar mal. Lo atrapará la policía, pero eso no es nada. Luego, cuando muera, Dios lo castigará y su cuerpo se pudrirá en las llamas del averno. Ya verá cómo su Señor de las Tinieblas no lo va a salvar.
-Por última vez- le respondió él mientras movía las tablas que cubrían la puerta- No hago esto como un ritual. No creo en Dios ni en el diablo. Estos días me he sentido juguetón y he interpretado un satánico. Sólo eso... Un juego de rol demasiado real. 
”Es algo excitante- continuó luego de un momento- Si sale de ésta debería intentarlo. Además, no es la primera vez. Ya he sido proxeneta, anarquista, fetichista… Una vez fui un poli corrupto… Cómo me divertí en esa ocasión… Por eso le aseguro que no me capturarán. Desafortunadamente podré continuar con esto hasta mi muerte.
Ya había despejado la entrada y un haz de luz caía sobre el pecho desnudo de Nora.
-Hasta pronto… espero- dijo mientras volvía a poner las tablas en su lugar.
Eran las cuatro de la mañana y las calles del barrio aparecían silenciosas, cubiertas de rocío; mudas testigos de la barbarie acontecida. 
A los pocos pasos dejó de escuchar el continuo gotear de la sangre. Salió del antejardín y empezó a caminar por la acera disfrutando de un cigarrillo. Todavía percibía un murmullo desde el interior de la casa; cada vez más tenue y desesperado.
-Padre Nuestro que estás en el cielo…

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