Siempre andaban juntas, una alta la otra más pequeña, juntas recorrían el mundo marcando el paso, cronometrando el ritmo de su marcha.
Muchos pensaban que ambas eran madre e hija que formaban un lazo irrompible de amor y obediencia. Otros pensaban que eran dos hermanas, la mayor y la menor, que tomadas de la mano caminaban juntas como dos tristes huérfanas en busca de su madre.
"No te adelantes, espérame!" Parecía decir la más pequeña a la más grande, que solía adelantarse a pasos agigantados.
"Espérame aquí, voy a dar una vuelta, vendré dentro de una hora" parecía contestar la más grande a la pequeña, que se quedaba rezagada esperando el retorno.
Mientras el tiempo lentamente transcurría, siempre la más grande tomaba delantera en su ágil recorrido, para regresar cada sesenta y cinco minutos a encontrarse con la más pequeña y fundirse en un cálido y profundo abrazo, intenso y emotivo que sólo dura un minuto nada más; para luego seguir su caminata, hasta el próximo espacio con igual duración de tiempo, cuándo volverán a confundirse en un nuevo abrazo.
Así siguen ellas, la grande y la pequeña, las dos manecillas del reloj, las inseparables compañeras, en su camino sin regreso para guiarnos con sus pasos, al compás del eterno tic tac de sus vidas
ESOS 65 MINUTOS EN LA VIDA DE CADA UNO.ME ENCANTO BESOS